Benjamín Argumedo
José María Mena Rentería.
“Bien ‘afortinao’, con dos fusiles, y parque, el general Benjamín Argumedo era capaz de enfrentar a 100 o más enemigos”, decían quienes le conocieron en tanto transcurrían los azarosos días de la revolución cuyo primer efluvio se diera, con don Francisco I. Madero, encabezándola, a partir de su estallido, el 20 de noviembre de 1910.
De los entretelones de aquella lucha, surgió en el presente el libro intitulado “Benjamín Argumedo, El Tigre de La Laguna”, bajo auspicio del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas y presentado por su autor, Jesús G. Sotomayor Garza; el director del Centro Cultural “Vito Alessio Robles”, Javier Villareal Lozano, y Salvador Hernández Vélez, por la Universidad Autónoma de Coahuila, (UAC), en el Teatro Nazas, el 26 de septiembre próximo pasado.
Destacable, en el texto aludido, es que su autor haya consignado el actuar del revolucionario que, valiente entre los valientes, fuera minimizada su participación por quienes han llegado a ocuparse de abordar los diferentes capítulos de la revolución que costara la vida a un millón de mexicanos.
Benjamín Argumedo como revolucionario, peleó en defensa de su agrarismo, como campesino de origen que en su interior y aún con su desempeño militar, defendiera la demanda de la que el general Emiliano Zapata y los suyos hicieron bandera: ¡Tierra y Libertad!
Los avatares de la revolución y el proceder de los hombres políticos, y soldados de aquél tiempo, demoraron cristalizara el deseo del campesinado de aquella época décadas más tarde, respaldado su usufructo de la tierra por el general Lázaro Cárdenas del Río a la sazón Presidente de la República mediante el decreto del reparto de tierras, emitido en octubre del año de 1936.
Acertado pues el autor del libro mencionado al señalar que la intención de que el campesino dejara el grillete de peón de la hacienda para ser libre y cultivar su tierra, anidara a lo largo de su existencia, en el general Benjamín Argumedo Hernández.
Tal acontecer aflora en el libro escrito por el licenciado Jesús G. Sotomayor Garza, cuya prosa lleva al lector a los campos de batalla de la revolución en buena medida acaecidos en la Comarca Lagunera; en Torreón, en San Pedro de las Colonias, y en la toma de Zacatecas, donde en las laderas del cerro de La Bufa aún parece resonar el fragor de los combates y el grito del general Benjamín Argumedo Hernández a sus valientes: ¡El que cayó, cayó! ¡Enhorabuena!
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