México, voltear hacia el sur
Juan Martínez Veloz.
México y los mexicanos tenemos que ubicarnos muy bien en el papel que nos corresponde jugar de acuerdo a nuestros intereses y posibilidades en mundo y particularmente en el continente americano.
Aunque la vecindad y la relación económica tan estrecha con el vecino del norte, Estados Unidos (la primera potencia económica y militar del mundo) condicionan mucho las decisiones del Estado mexicano, creemos que es importante diversificar las relaciones económicas, políticas y culturales con otros países y bloques económicos como Europa, China y Sudamérica.
¿Dónde estamos en la relación de México con América del Sur?
La relación de México con las tierras de América Latina debe analizarse desde varios puntos de vista: económico, político y cultural.
Desde la óptica económica, es indudable que hoy en día los mexicanos somos más “norteamericanos” (de América del Norte) que latinoamericanos.
Para bien y en algunas cosas para mal, los últimos gobiernos de México le apostaron todo a la relación con los Estados Unidos; la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) es un buen ejemplo de ello.
Suramérica es otra área geográfica, y aunque indudablemente se siente el peso del gigante americano (EEUU) y su filosofía “american way of life”, también hay un fuerte sentimiento anti norteamericano en Argentina, Venezuela y Bolivia, motivada por la guerra de las Malvinas, y las dictaduras militares del pasado siglo XX.
En cambio en el terreno político en México aun hoy en día es difícil ver que alguien se exprese en contra de un americano; hasta las izquierdas se pelean por una silla cuando el presidente o vicepresidente norteamericano visitan México para tratar asuntos políticos.
Suramérica, en cambio, políticamente se “cuece aparte”. En la mayoría de los países del sur del continente se han observado después de las dictaduras del siglo pasado procesos de democratización que han llevado al poder a gobiernos de izquierda en Brasil, Argentina, Bolivia, Venezuela, Chile, Ecuador, Perú, Paraguay; la excepción son Colombia y Chile.
Pese a la gran fuerza de atracción económica hacia la frontera del río Bravo, creo que culturalmente los mexicanos somos más latinoamericanos que norteamericanos. El lenguaje, la religión, la música, las historias comunes de los movimientos de independencia, la lucha contra las dictaduras, el fútbol nos une.
Con orgullo podemos decir que en nuestras ciudades se encuentran majestuosos monumentos de Simón Bolívar, Sucre, San Martín, Artigas, Paula Santander, entre otros. México es también un país con vocación latinoamericanista, los propios argentinos lo reconocen; Jorge Luis Bernetti “México: El exilio que hemos vivido”, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2003, p. 36-37.
Los mexicanos económicamente somos más norteamericanos, pero culturalmente coexistimos como latinoamericanos. Además, México junto con Perú y Bolivia somos orgullosamente las naciones herederas de las civilizaciones indígenas más fuertes de la América precolombina (admiradas más por los extranjeros que por los propios mexicanos).
Hay mucho trabajo por hacer en los países del Sur sobre todo con Brasil y Argentina, Chile, Bolivia. Las manifestaciones de protesta que hubo en Buenos Aires con motivo de las elecciones presidenciales de julio de 2012 evidencian que no sólo hay que trabajar con los gobiernos y pueblos de esos países, sino también con los mexicanos que residen allá y a los turistas mexicanos que visitan esos países, a los cuales las embajadas mexicanas les dan nulo seguimiento a sus problemas.
Los nuevos embajadores que ha designado y los que se nombren a futuro por México deben “ponerse las pilas”. Se deben cuidar los perfiles y tener claro una agenda de trabajo a realizar supervisada periódicamente por la Cancillería y el Senado. Se debe potencializar la relación con Suramérica donde México puede ser protagonista importante.
Las embajadas de México en el extranjero deben dejar de ser vistas como “premios de consolación” de políticos mexicanos y convertirse en agentes de promoción de inversiones, cultura, tratados, apoyo y liderazgo de la comunidad mexicana que radica en el extranjero.
Una nueva era en la política exterior del siglo XXI debe diseñarse por el presidente Enrique Peña Nieto y el Senado de la República. Aun está por verse que “armas porta” el gobierno de EPN en esta materia. |