Cardencheros de Sapioriz
David Guillén Patiño.
Se han estado presentando en diversos escenarios del Festival Internacional Saltillo 2014, pero su ambiente por excelencia son los sitios apartados, las orillas de los caseríos, el desierto nocturno, cuando lo único que se escucha son los grillos y el viento fugaz.
Ellos son los “cardencheros”, hombres dedicados, no a recopilar cardenches, como alguien podría imaginar, sino a cantarle, cual prolongado lamento en medio de la nada, a la vida, al amor, al desamor y a los avatares de tiempos inmemoriales.
Antero Martínez, asiduo investigador de las expresiones musicales de la región, nos explica que en la Comarca Lagunera, región enclavada entre los estados de Coahuila y Durango, un puñado de campesinos interpreta aún la canción cardenche, a capella.
Este estilo de canto, el cual encuadra en el género ranchero, estuvo presente prácticamente en todo el noreste del territorio mexicano en la segunda mitad del siglo XIX.
A tres voces, lo ejecutaban los peones de las haciendas y las rancherías, reunidos en las inmediaciones de los pueblos, a la luz de la luna y al calor del sotol o del mezcal. Hoy, como antaño, lo mismo le cantan a la mujer, que al amor y al desengaño.
La polifonía característica de este canto nos llega a estos lares a través de las órdenes franciscanas y jesuitas que, al ir evangelizando y estableciendo las primeras misiones, templos y capillas, formaban sus coros o enseñaban a los feligreses a cantar.
Tenían temas para misas, velorios alabados y cantos de pastorela; con el tiempo, la polifonía emigró de lo religioso a lo pagano, cuando los peones integraron lo aprendido en el templo (cantar a distintas voces) a la interpretación de la canción mexicana.
Tal vez la no utilización de instrumentos musicales en su ejecución se deba a las condiciones de vida de los pobladores de esta región, enclavada en el gran desierto chihuahuense, peones acasillados, sin derechos, en condiciones de pobreza extrema.
“No éramos dueños ni de los que traíamos puesto”, comentaba don Eduardo Elizalde cuando describía aquella época. Tal situación no les permitía hacerse de instrumentos, “ni los conocíamos”, refiere, y narra enseguida: “a veces oíamos la música que tocaban los patrones en la casa grande”.
“Lo que es un hecho es la necesidad de expresarse de esta gente, su gran ingenio, sensibilidad y creatividad, que dio como resultado la creación de esta expresión artística”, me explica, por su parte, mi buen amigo Antero Martínez.
El canto toma su nombre de una cactácea muy común en el norte del país, el cardenche. Esta es una planta suculenta que mide entre uno y dos metros de altura, tiene espinas largas y delgadas, y da un pequeño fruto rojo o amarillo (tuna).
Si bien el cardenche es el nombre más común para designar el canto, se le conoce también con otros nombres: por ejemplo, “canciones de basurero”, por ser a las orillas de los caseríos donde se localizaban los basureros donde cantaban, o bien, “canciones de borrachitos”, debido a que se tomaba sotol o mezcal cuando interpretaban el canto. En algunas partes de Durango se les nombraba “canciones de cerca”, porque era en los cercados, es decir, en las inmediaciones del pueblo, donde se reunían a cantar. En Zacatecas se les conocía como “canciones esquineras”, por cantarse en los cruces de calles.
Los cardencheros también le cantan a la traición del amigo, a las despedidas y, por extraño que parezca, también son conejeros.
Existen algunas variantes del canto, como el corrido acardenchado, que son tragedias locales y corridas de la revolución, interpretadas con este estilo, y las canciones acardenchadas, que no forman parte del repertorio heredado, y se cantan a tres voces, como la cardenche.
Como tantas tradiciones, el canto cardenche enfrenta la modernidad. En efecto, la radio, la televisión, la Internet han ido moldeando el gusto y la vida cotidiana de las comunidades, de modo que va quedando de lado, olvidada, en desuso la herencia de padres y abuelos.
Este canto se encuentra en grave riesgo de desaparecer, si bien existe gente en comunidades rurales que sabe el canto, ya no existen grupos. Actualmente, sólo se tiene conocimiento del grupo de Sapioriz, integrado por Fidel Elizalde García, Antonio Valles Luna y Guadalupe Salazar Vásquez. Hasta hace poco formaba parte del conjunto Genaro Chavarría, quien por motivos de salud ya no pudo reintegrarse.
La pérdida de repertorio, si se toma en cuenta que sólo se considere canción cardenche a las canciones heredadas por los ancestros, y que no existen nuevas canciones, ni nuevos intérpretes, ponen en riesgo la permanencia de esta tradición, que languidece muy rápido.
La generación anterior a los actuales cardencheros tenía un repertorio de más de 100 canciones; podían pasar toda la noche cantando sin repetir tema alguno... El grupo actual interpreta menos del 50% de esa lista.
En 2008 los actuales exponentes fueron galardonados con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de “Artes y Tradiciones Populares”, lo cual propició la proyección internacional de este canto y ha facilitado la gestión de recursos para su salvaguarda.
Pero la posibilidad de su total extinción sigue latente. El lamento, pues, se pierde en la lejanía desértica, sí... entre cardenches.
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