El otro Chac Mool
Héctor A. Calles Valdez.
Mi buen amigo, El Washy, baterista de profesión, me preguntó si conocía a Chac Mool, la banda ochentera de rock pop electrónico mexicano. Le respondí que yo tenía por ahí guardado en una caja un casete de Chac Mool, ya en estado casi fósil. Y no exagero; creo que ya hace treinta años que lo compré en un auto mercado en Saltillo. En aquellos años de mi juventud yo no me metía a tiendas de discos. Más bien prefería buscar en los lugares económicos, ahí donde pudiera comprar cosas interesantes, pero en oferta.
En México, los cazadores de libros y música saben bien que en los auto mercados -por estrategia de ventas e inventarios- se dispone de las cosas que en cierto tiempo razonable no se han vendido y las ponen en “botaderos”, donde rebajan los precios hasta hacerlos verdaderamente tentadores. Y aquí entre nos, una gran cantidad de casetes, libros y videos VHS que llegué a poseer en aquel entonces, provenía de los supermercados Gigante, Soriana, Aurrerá y Ley.
En los años 80’s, mi época dorada, en la cúspide del punk, del rock en español, del pelo esponjado y las vestimentas muy coloridas, llegué a comprar bastantes casetes. Recuerdo -entre muchos otros- a los de la oleada del “rock en tu idioma” Miguel Mateos, Soda Stereo, Joaquín Sabina, “Los Enanitos Verdes”, Radio Futura, Miguel Ríos, “Los Caifanes”, “Mecano”, “Neón” y un largo e inolvidable etcétera.
Al buen Washy le entusiasmó la idea de que yo tuviera ese casete original, que por cierto es de la grabación más comercial de Chac Mool y se llama “Caricia Digital”. Según me comentó Washy, él recientemente escuchó por primera vez uno de los discos de Chac Mool y se había quedado muy interesado en esa banda. En ese momento estábamos chateando a través del Messenger y entre la charla puse el casete para recordar aquellos años, mientras continuábamos con el tema.
Estuvimos platicando de la evolución de la música, desde ese momento hasta hoy y de ésta y otras bandas similares de aquella lejana escena del pop de los 80’s. Cuando empezó la primera canción en mi antigua reproductora de casetes, hice un gesto de sorpresa e incredulidad. El sonido era malísimo, pero creo que porque irremediablemente lo estaba comparando con la calidad de un CD y por supuesto que el casete -de tres décadas de antigüedad- me sonó absolutamente desastroso. Sin embargo, me dio una buena oportunidad para revisar las llamadas “brechas de generaciones” y entender que ha sucedido desde entonces con la música, la tecnología, con mis gustos particulares y hasta con mi madurez personal.
El casete -le dije a Washy- que se lo iba a copiar a otro casete virgen, pues no tengo aparato para convertirlo a formato digital, así que se iba a tener que conformar con tener la copia, pero sin poder escucharla por lo pronto, pues él no tiene casetera en su casa ya que es de una generación mucho más joven y las caseteras en su mundo (más cercano a la tecnología que el mío) no son tan comunes.
En fin, haber hecho que Chac Mool regresara tres décadas, así tan de pronto, me hizo recordar otras cosas, como mi posición en la vida. Ahora tengo responsabilidades muy pesadas, ya no compro música tan frecuentemente como quisiera y además lo que antes me parecía formidable, como la música de Chac Mool, ya no me mueve tanto el tapete, como antes solía hacerlo. Yo creo que me estoy haciendo viejo, que mal.
En conclusión, pensé que sería mejor regalarle el casete original, pues me temo que si le hago copia, se va a escuchar aun peor, ya que es una verdadera reliquia y aparte sería pirata. Además, sé que El Washy todavía anda en eso de la conservación y el reciclaje de la vieja cultura musical, y seguramente tendrá el tiempo y la buena vibra para poder darle otros años de disfrute a ese veterano casete de Chac Mool.
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