La tragedia de un México anestesiado
Salomón Atiyhe Estrada.
Dicen los dramaturgos que el teatro en atril es sólo teatro de papel, cercano a la demagogia teatral. Así como se engañan los dramaturgos que escriben textos para ser publicados y no para ser representados, así se trató de engañar a los mexicanos con ese guión televisivo que leyó Enrique Peña Nieto, llamado las 10 estrategias para lograr un Estado de Derecho. Palabras sin acción, sin cambios serios en el escenario político. Una obra unipersonal donde la máscara escénica (El rostro de EPN) plasmaba toda una escenografía guiñol, pero se adivinaba quién jalaba los hilos. Si se trataba de captar al público ingenuo, hasta analfabeto, que nunca ha visto teatro, ¿no era más recomendable acudir a los analistas políticos que están criticando la escena contemporánea? Cualquiera de los periodistas de Proceso, La Jornada, Reforma… puede estar más cercano a los intereses de los mexicanos que el pseudo Sófocles que le redactó esos 10 puntos sobre la gran Tragedia que vivimos, un galimatías sobre lo que ya consta en la Constitución Mexicana y que sólo falta que apliquen la ley, el derecho.
El actor, Enrique Peña Nieto, lució en una penumbra que no permite apreciar claramente la acción que sigue, en su actuación tras el atril, disparejo en sus cualidades escénicas con pequeñas explosiones de gestos y endurecimiento del tono que impresiona pero no conmueve, acostumbrado a los efectos de tipo relámpago del perfil presidencial, al final nos dejó en ascuas. Y no es que se trate de elaborar un discurso estrictamente didáctico ni de explicar con filminas el alcance de sus estrategias para modificar el país, por sí mismo no puede, se trató sólo de un espectáculo para ganar tiempo en el foro nacional, del mismo que le piden a gritos que ya se baje.
Para sobrevivir, el héroe de esta obra mística, tenía que dar un salto al vacío y encontrar ahí la coherencia, todo mundo televidente cuyos ojos le seguían con atención, esperaba eso, pero una falla más del sistema de control terminó por evidenciar la fragilidad de su gabinete, de su sexenio. La premisa constante del sistema es la impunidad, la corrupción, la inseguridad, la falta de empleo, la miseria, el hambre, la ignorancia, y Enrique Peña Nieto anunció que las erradicará por decreto: “Que ya no haya hambre en México”, palabras que espera construyan la magia.
La crisis le permite a un individuo descubrir el sentido de la vida y este sólo puede desplegarse fuera del cobijo de Televisa y TV Azteca que funciona como una trampa, con una falsa sociedad moderna. La Televisión, con delirio de omnipotencia, no tiene derecho a apropiarse de nuestras vidas y menos a dirigir al Presidente de México como a un aprendiz de actuación. Esto está al descubierto. Los mexicanos pensantes ya no disfrutamos de ese show político presidencialista, con un público aplaudidor, con una escenografía prefabricada a doc.
Ese guión que nos presentaron, en 10 cuadros, intentó plantear un mundo verosímil dentro de una ficción, con un personaje lo suficientemente encumbrado para hacernos reaccionar en los terrenos de la esperanza, pero no tuvo la suficiente claridad. Por desgracia todo se reduce a una farsa, cercana a la tragicomedia, dentro de un circuito cerrado donde todo está controlado en el set de Los Pinos. Pero las consecuencias de esta situación Kafkiana que sólo puede darse en México, tendrá, o debe tener, un conflicto del hijo de Televisa ya que lo obliga a mantenerse dentro del numerito o a revelarse para probar suerte en lo desconocido, fuera del alcance de la mano que mueve los hilos.
Los 10 puntos propuestos en la estrategia para lograr un Estado de Derecho parecen surgidos dentro de un universo siempre artificial, como de laboratorio, con un personaje atrapado en un eterno comercial televisivo, y con tanto amigo inoportuno del Grupo Atlacomulco que le exigen les ceda los derechos de obra sin requisiciones previas. Mientras el público televidente, boquiabierto siempre y sin la menor crítica contra la injerencia de los medios masivos en el rumbo de la nación, cae en esa maldita trampa más peligrosa de la que el héroe debe escapar. Creo que debemos cuestionarnos la vida síquica del primer actor. Del héroe fallido.
El pueblo debe poner límites a ese poder apabullante, que justamente en nombre de la libertad de expresión sólo da a conocer lo que es de su interés, arma y desata campañas, lo mismo contra propuestas legislativas que contra personajes de la oposición, establece agendas políticas y sociales, defiende a los poderosos y humilla, difama, calumnia o desacredita a los que se le oponen. Un poder que ha crecido al amparo de los gobiernos federales en un contubernio que favorece a ambos y que por lo mismo no están dispuestos a quebrar. Florence Tussaint se pregunta. ¿Qué reforma del Estado o transición a la democracia se puede establecer sin que se revisen a fondo las prácticas de la comunicación social y las leyes que las norman? ¿De cuál democracia se puede hablar cuando unos cuantos pueden expresarse libremente mientras la mayoría permanece como espectadora, sin tener siquiera derecho de réplica? ¿Qué medios son aquellos que se niegan a ser observados y criticados por la sociedad?
Es obvio que no se trata de apoyar la censura previa a la prensa, sino de hacer explicitas las reglas para frenar al duopolio que controla la televisión y su injerencia en los procesos electorales. Los diputados federales de todos los partidos políticos deben transformar en leyes las exigencias sociales mayoritarias. En los 10 puntos de la estrategia de Peña Nieto nada se dice de revisar y regular la Ley de Comunicación Social para liberar el espacio cibernético y servicios más baratos.
Los 10 puntos de las estrategias de Peña Nieto para establecer el Estado de Derecho resulta ser una obra de teatro cursi al estilo Televisa; artimañas para ganar tiempo ante la problemática que lacera la vida ciudadana. El espectador grita: para qué tanto brinco estando tan parejo el suelo. Aplíquese la ley, los corruptos están a la vista, la falta de transparencia desde cuándo se aprobó y Peña Nieto la violó.
¿Cómo es posible que con tantos miles de millones invertidos en seguridad no puedan presentar resultados favorables, verosímiles y coherentes en la lucha contra el crimen organizado?
El pueblo continuará gritando justicia, justicia, justicia, justicia… por cuatro años más de gobierno Peñista. Hay que estar preparados para los siguientes show filmados en Los Pinos.
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