México Profundo
PARA LA INOCENCIA SOSPECHOSA DE ALFREDO CASTILLO,
COMISIONADO FEDERAL EN MICHOACÁN. |
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“¿Hasta dónde preguntémoslo así, despertó en verdad el México profundo,
las aldeas, los pueblos, los barrios que han permanecido al margen de la
actividad política imaginaria, impuesta por ese otro México
irreal, dominante, pero sin raíces, carne ni sangre?”
GUILLERMO BONFIL BATALLA |
Fernando Ramírez López.
Alfred Hitchcock no hubiese tenido la capacidad para reflejar en sus múltiples películas, la noticia aparecida en Coahuila hace unos días, en la que el subprocurador para la investigación y búsqueda de personas no localizadas, informó que al menos quinientos restos óseos han sido encontrados en diez días de operativo de localización de personas desaparecidas en once municipios de la región norte de Coahuila. Expuso adicionalmente que la mayoría de los restos es de unidades óseas casi enteras, algunas de ellas se encontraron calcinadas debido a que alguien intentó desintegrarlas mediante incineración. Entre los restos se encontró un cráneo casi entero, así como varios tambos que eran utilizados para disolver los restos de los cuales se conservan fragmentos.
Mientras esta información hace evidente la actividad de la delincuencia organizada lo mismo en el norte, centro o sur del país; cándidamente el comisionado federal en Michoacán Alfredo Castillo, aseguró que desconocía los antecedentes criminales de Juan José Farías alias “El Abuelo” lugarteniente del cártel de los Valencia cuando se reunió con él en Apatzingán.
Ahí estaban el jefe de la policía federal, el jefe de la zona militar y en ningún momento nadie hizo señalamiento alguno sobre esta persona lo cual es sumamente cuestionable porque indica que la corrupción ya llegó a Los Pinos.
“El Abuelo” está también vinculado con Zhenli Ye Gon y Rubén o Nemesio Oceguera Cervantes alias “El Mencho” actual capo del Cártel de Jalisco nueva generación.
El procurador Jesús Murillo Karam, justificó los hechos y señaló que el comisionado tendría sus razones para dialogar con el capo.
Mientras tanto los grupos de autodefensa legitimados por el gobierno federal entraron a Apatzingán, que es en los hechos el corazón de los Caballeros Templarios.
Nos preguntamos ¿quién cuenta con los ficheros de la delincuencia organizada del país? por lo que el comisionado cae en declaraciones que colindan con el terreno de lo increíble, porque es de todos conocido la existencia de los aparatos de inteligencia de Gobernación y del ejército mexicano. Nada bueno le espera al gobierno federal en su intento por restaurar la paz en el país y sobre todo en Michoacán cuando los grupos de autodefensa también sirven al crimen organizado, de ahí que estudiosos del tema han considerado la posible colombianización del conflicto.
Lo cierto es que los daños infringidos a la sociedad no son menores y mucho menos recientes, en el mejor de los casos su referente inmediato es el 6 de julio de 1988, fecha en la que se cometió el gran fraude contra el michoacano Cuauhtémoc Cárdenas para llevar a la presidencia de la república a Carlos Salinas de Gortari, adicionando el levantamiento zapatista del 1 de enero de 1994. Todo esto pone en duda la capacidad de comprender el fenómeno de Michoacán por parte del gobierno actual.
La historia reciente de México, la de los últimos quinientos años, es la del enfrentamiento permanente entre quienes pretenden encauzar al país en el proyecto de la civilización occidental y quienes resisten arraigados en formas de vida de estirpe mesoamericana. El primer proyecto llegó con los invasores europeos pero no se abandonó con la Independencia; y los nuevos grupos que tomaron el poder, primero los criollos y después los mestizos nunca renunciaron al proyecto occidental.
Tal enfrentamiento no se da entre elementos culturales, sino entre los grupos sociales que portan, usan y desarrollan esos elementos. Son esos grupos que participan en dos civilizaciones distintas, los que a lo largo de medio milenio han mantenido una oposición constante, porque el origen colonial de la sociedad mexicana, ha provocado que los grupos y clases dominantes sean, simultáneamente los partícipes e impulsores del proyecto occidental, los creadores del México imaginario, entre tanto que en la base de la pirámide social resisten los pueblos que encarnan la civilización mesoamericana, sustrato del México profundo.
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