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el periodico de saltillo
Julio 2014, ed. #305


La abolición del uso de animales en circos, una bufonada que no puede ser más estúpida

“El hombre con virtud es el mejor de
todos los animales; sin ley y sin
justicia, es el peor de todos ellos”:
Aristóteles.

Adolfo Olmedo Muñoz.

Durante la celebración del “circo más grande del mundo”, que hipnotiza a millones de seres en todo el globo terráqueo, y que condiciona sus conductas de manera brutal, mezquina y cínica, como es el “Mundial de Futbol”, que, dicho sea de paso, cada vez más nos tendremos que acostumbrar a ir cambiándole de denominación a la palabra simple de “soccer”, que es la que avalará el imperio, por lo que todos los súbditos amaestrados tendrán que aceptar, en un futuro no muy lejano.

Durante ese impasse, decía, se dio a conocer una propuesta con pretensiones legislativas, con la que algunos “grupos” ambientalistas proponen la prohibición del uso de animales en los circos, pues dicen, son sometidos a humillaciones, malos tratos, y condiciones “inhumanas”. Y no sé si también se acusa a los cirqueros de infieles, paganos, herejes, arrianos o no sé cuántas cosas, por no procurar la “caridad cristiana” en favor de esos “pobres seres vivos”: Los animales de circo.

La payasada de propuesta no puede ser más estúpida. Lo digo, no porque me oponga al cuidado de los animales, sino por la miopía con que se juzga este asunto, pasando por entre las piernas, temas de protección a animales, mucho, pero mucho más urgentes.

Tal vez habría que recordarles a estos “científicos de la política” que el llamado “hombre” es definido, como lo es, como “Animal racional”. Sometido como todos a las leyes de la naturaleza, donde la ley no se inventa, simplemente se adecua a los intereses de las mayorías, pero, y es parte fundamental, en busca del bien común. El bien mayoritario, pues científicamente se está consciente de la existencia de grupos minoritarios de excepción (raros), a los cuales también, por el bien común se les merece un trato legislativo adecuado, como otro tipo de animales que son.


Razón jurídica -a ley- por la que también existe un tipo de parásito, denominado en las ciencias sociales, que no naturales, como “legislador” (o político en general). Un “ser” que vive a expensas de los demás, para lo cual tiene que joder, por aquí y por allá, alimentándose de otros organismos que sí producen un bienestar a la sociedad, y que están “debidamente” amaes- trados para ello.

Es mucho más útil y estimulante, sobre todo para los infantes que asisten a los circos, ver la gallardía y elegancia de un caballo amaestrado, que saber, y por desgracia a veces ver, a un “güebón” rascándose los… pelos de la nariz, aplastado en una acondicionada “curul”, mientras miles de obreros permanecen parados por horas ante las bandas de producción de maquiladores que constituyen circos más siniestros. Y en donde el amaestrado, recibe una ínfima parte, como salario a una jornada que sí fue productiva de plusvalía capitalista, en comparación a las dietas o salarios de los políticos y burócratas, que reciben por su sofista simulación.

¿Cuántos de esos hipócritas “humanistas” se han preocupado por erradicar la pobreza?; ¿cuántos han dado cobijo, educación, salud -física y mental- a aquellos miembros de su sociedad (sus congéneres) desheredados de sus “sistema de leyes”?; ¿cuántos han alimentado el hambre de los pueblos, no solamente los indígenas, sino los pobres de todos los rincones del país. Cuántos de esos farsantes “humanistas” se han detenido, descendido de sus autos y recogido (de abrigar, porque hay cada “humanista pederasta…”), a un hambriento menor con evidente atraso físico y mental provocado por los amaestradores de una sociedad más salvaje que las vivencias de un circo; o a una anciana, o a un pobre “jodido” que la vida (pero sobre todo la sociedad) lo ha madreado a más no poder.

Quién de esos “humanistas” ha profundizado en las vidas de aquellos que han decidido suicidarse por no aguantar el escarnio de una sociedad ciega y sorda para las necesidades de sus congéneres, pero que se dice ahora, protectora de los animales. ¿Conocen siquiera a los padres de aquellos jóvenes suicidas? ¡¿Saben o han intentado siquiera saber, las causas sociales, económicas, o anímicas por las que han tomado tan funestas decisiones?!… ¡¿Han tomado siquiera una mínima iniciativa para prevenir esa desgracia vergonzante de cualquier sociedad civilizada?!

En el circo de una sociedad voraz, ¿quiénes son los payasos, quiénes los amaestradores o domadores; quiénes los animales y quiénes constituyen el público? Esa carpa, la de una salvaje sociedad donde el hombre es, el lobo del hombre. Su propio depredador, no es que sea inexpugnable aunque si abominable, más, mucho más que debiera ser si tuviéramos una verdadera consciencia de qué mundo habitamos.

Lo humano de “esos” humanistas es hoy una indigna bofetada al humanismo, es un verdadero insulto al raciocinio, aquel que distingue al hombre, del resto de los animales. Y los coloca por ende en ese lado de “animales irracionales” por lo que tal vez sea comprensible aunque no aceptable, que se preocupen buscando mangas al chaleco, para que los “animales de circo” (sus semejantes y no los de las carpas) sean protegidos. ¡¿Más?!

Tal parece que han decidido dejar de ser los payasos del circo para convertirse en los maestros de ceremonias de las carpas.

Aunque en realidad no sé lo que verdaderamente quieren. Una breve encuesta nos diría cuántos de esos “animales seudorracionales” cuentan con “mascotas” en las que invierten para su cuidado y manuten- ción, lo que podría alcanzar para alimentar a toda una familia de seres humanos, desheredados de una sociedad “mediócrata”.

No estoy en contra del futbol, ni de la tauromaquia, ni del arte de pancracio ni el de fistiana, ni del mucho más salvaje “rodeo”, y obviamente tampoco de las artes circenses (Se dan más en los recintos legislatvos) son expresiones de la cultura, que no es otra cosa que la objetivación del pensamiento humano. Es creación humana. Forman parte de la dialéctica de nuestra naturaleza.

Lo importante sería, ser congruente con ese devenir, y colocarnos al lado de la razón trascendental del deber ser kantiano.

Debemos ser más humanos con los humanos; lo demás vendrá por añadidura.

Sería bueno que esos charlata- nes del humanismo, predicaran con el ejemplo y dejaran de comer carne: Ni roja ni blanca, ni humana… Sería bueno que adoptaran a otro ser humano en desgracia y lo ayudaran a sobrevivir en este mundo injusto pero real en el que le tocó nacer desheredado.

Sería bueno que al humanismo no lo vistiéramos de payaso, dicho esto con el debido respeto a los verdaderos payasos de circo que sí sirven para provocar una de las más excelsas manifestaciones humanas, la risa.

La simple vestimenta a manera de disfraz de payasos virtuosos por parte de los políticos “ambientalistas” se asemeja más a la modesta faldita de los perritos tamborileros, que cubre sus impuden- cias. Dedíquense a trabajar en busca de un Deber Ser, no le busquen los tres pies al Ser.

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