Muchos son los llamados y
pocos los elegidos. El Hormé
Salomón Atiyhe Estrada.
En la Escuela Preparatoria Federal por cooperación (Prefema y Prefedi) laboré durante 17 años (1972/1989) impartiendo algunas cátedras como ética, psicología, higiene mental, filosofía y orientación vocacional. La Secretaría de Educación Media Superior creó la carrera de orientador Vocacional para prepararnos, ya que la impartíamos profesionistas de otras especialidades. Contamos con todo el apoyo necesario, materiales impresos, laboratorio de psicopedagogía, programas áulicos y a solicitud del alumno, con sus respectivas horas-clase: Primer año era orientación educativa; en el segundo año orientación vocacional y en el tercer año profesiografía.
Sin temor a equivocarme puedo afirmar que la Prefema era la preparatoria con el mejor sistema de orientación en la región, por lo mismo organizábamos talleres vivenciales (yo era el coordinador del departamento de psicopedagogía, mis compañeras de área: Lourdes Pimentel, María Luisa Michelena; profesor Rafael Padilla Guerrero; atendíamos los tres turnos: matutino, vespertino y nocturno invitando a otras preparatorias.
De 1978 a 1982, ocupé la dirección de la Escuela Normal Superior de La Laguna C. I. y aproveché para incluir en la especialidad de psicología un seminario de orientación vocacional, mismo que fue recibido con beneplácito por los maestros-estudiantes, ya que su área de trabajo sería la Educación Media como orientadores y no los había preparados en la región.
Cuando los estudiantes descubrían sus aptitudes, sus intereses, su facilidad académica y comparaban su perfil vocacional con el perfil profesional que cada carrera requiere, afloraba un impulso, una actividad dirigida hacia una meta, con propósito y esfuerzo capaz de derrumbar ese mito religioso de que muchos son los llamados y pocos los escogidos, atribuido a los que buscan el sacerdocio, a una inspiración divina; en el caso de quien descubre su vocación simplificado en tres aspectos: 1.- que te guste hacerlo, 2.- que lo puedas hacer, y 3.- que lo puedas hacer con un mínimo de esfuerzo y un máximo de rendimiento; se les hacía presente El Hormé pleno de la realización más alta del querer ser, a pesar de la pobreza y de los absurdos.
El Hormé es una expresión griega que significa un proceso de selección psíquica que interviene en todo aprendizaje o experiencia, fortaleciendo los planes de realización. Ello se complementa con el instinto, que tiene tres aspectos en la vida subjetiva: conocer, sentir y tender hacia… Hormé: es el espíritu griego que personifica la actividad energética, impulso o esfuerzo (para hacer una cosa), impaciencia, uno mismo pone en marcha y a partir de una acción y particularmente la avalancha en la batalla. Ella tenía un altar en Atenas, Su carácter opuesto es Ergía, una diosa de la pereza y la apatía. El nombre ‘hormé’ fue adoptado por Sir Percy Nunn para referirse a todos los comportamientos con propósito (unidades o impulsos) de un organismo - ya sea consciente o no. Él se había basado en una sugerencia de C.G. Jung (Vital fundamental energía) pero le da un significado más amplio que la idea de Jung de relacionar el término con valores psicológicos.
Montessori hizo un punto central de su pensamiento posterior, haciendo hincapié en que el comportamiento del niño fue conducido por un impulso interno para construir uno mismo, para convertirse en los adultos que estaban destinados a ser. Esta idea del futuro aprovechando al niño (en contraposición con el desarrollo del niño sea conducido sólo por causalidad) estaba relacionada con el concepto aristotélico de entelequia que habría formado parte implícita de su educación tomista como un católico devoto.
El concepto, pero no el nombre, ha sido desarrollado por escritores como James Hillman (El alma: en busca de carácter y vocación) donde se aplica la idea a los adultos y se refiere a ella como ‘destino’ o demonio del individuo.
Hace tiempo que me jubilé, deje el gis y el pizarrón, armas paupérrimas de los maestros de mi generación que libramos verdaderas batallas heroicas contra ese gran monstruo de la ignorancia. Hoy, atrincherado en los celestiales lenguajes de la cultura, en un modesto centro cultural como lo es el José R. Mijares, veo todos los días, de forma virtual, el templo de Hormé, en las niñas de los talleres de danza que le rinden tributo con su inspirado impulso, intentando descubrir el manantial de la expresión espiritual; la maestra les da la técnica pero ellas tienen que descubrir la potencia creadora, la misma que veo reflejada en el rostro de la bailarina Pilar Rioja, en la foto colgada en la pared de mi oficina, moviéndose rítmicamente a través de los versos de un poema con un intenso sentimiento.
El filósofo Henri Bergson creía necesaria la orientación del espíritu hacía lo absoluto por medio de la escala de la intuición, que supera a cualquier análisis. Sobre la intuición, Main de Birón decía que en él está plasmado el reflejo de percepción inmediata. Shopenhauer relaciona a la intuición con la “experiencia interior”, o sea “la experiencia del espíritu” que es un impulso vital, y que tiene relación con “el alma del universo”.
Quizá sólo se trate de un lenguaje simbólico para los profanos de las artes, pero para quienes practican la música, la danza, el teatro, las artes visuales, la escultura, la literatura… es la esencia de la creatividad que hace grandes y sobresalientes a los creadores como Strindberg, autor del teatro íntimo y expresionista, teatro apasionado que rompió con las normas académicas y clásicas, un estilo literario por pocos igualado.
Cuando preparé los apuntes previos para escribir la novela “El retorno de la musa” que contiene el ensayo de una puesta en escena de teatro-danza, me llamó la atención lo dicho por la bailarina Isadora Duncan: “Descubrí que la danza no emanaba simplemente de los movimientos del cuerpo, sino surgía de los estímulos y emociones interiores, es decir, se trata de escapar al tiempo del reloj, descubrir un tiempo más preciso, la propia duración interna…el cuerpo de la bailarina hace que lo inusitado salga del alma; en ello existe una conjunción estética”. Stanislavsky se inspiró en ella para la creación de su técnica de la representación como resultado del desarrollo de las emociones internas.
La Oralidad también requiere de un impulso especial para la expresión oral y corporal, El Hormé impulsa el énfasis de la expresión verbal, encuentra los tonos adecuados, coloca las emociones en el auditorio: Esto se los digo a los maestros, si quieren que sus alumnos se motiven en su clase y aprendan el 100% de lo que usted pretenden enseñar: descubran el templo de Hormé, ríndanle culto. Éxito.
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