Las entrañas de la cultura lagunera
Salomón Atiyhe Estrada.
“Misión. Instituto Municipal de Cultura y Educación. Ofrecer una educación integral y resiliente a los diferentes públicos del municipio de Torreón -con especial énfasis a marginados, violentados y violentadores- por medio de intervenciones artísticas sustentadas en la ciencia y la tecnología, en los derechos humanos universales, en la construcción de paz, en la equidad de género y en la cohesión comunitaria sustentable.”
“Visión. Ser un referente de éxito como instancia gubernamental gracias a la implementación y desarrollo de modelos de intervención educativa artística de calidad, a niveles individual y comunitario, con criterios de significativa credibilidad académica y con una aprobación elevada de indicadores de evaluación de objetivos a niveles internacional, nacional, estatal y local.”
Torreón, apacible ciudad provinciana, donde transcurrieron mis años mozos, estuvo abierta al debate ideológico de las principales corrientes del pensamiento social y político; los dos órganos informativos más importantes, El Siglo de Torreón y La Opinión, albergaron a intelectuales y pensadores de estatura que influían en la formación de ideología en los lectores y apoyaron casi todas las inquietudes culturales de las personas y grupos que ambicionábamos a contar con una Casa de la Cultura, con un teatro digno como el Isauro Martínez; existía en realidad un movimiento cultural que involucraba a la participación de la sociedad, se dieron algunas facilidades que permitieron la consolidación de pintores, escritores, músicos, actores y demás creadores; si bien no era la panacea, si era una concordancia con un equilibrio de crecimiento económico de la región.
En la búsqueda del bienestar social, los grupos de izquierda lideraron a miles de colonos para conseguir un pedazo de tierra para construir sus casas, aunque fuera por la vía de la invasión de terrenos baldíos que luego iban pagando poco a poco; una suerte de laboratorio del espíritu y la práctica de un socialismo democrático que forzaba a los grupos liberales del partido en el poder -PRI- a instaurar una democracia populista donde el sufragio efectivo y la no reelección siguen siendo consignas de un programa o ficciones reales; el sufragio nunca ha sido efectivo y la reelección acabó siendo modificada por el Estado. La herencia del derrotero de la Revolución Mexicana de 1910 sigue siendo la cantaleta aunque nunca se aplicó la idea de una sociedad democrática.
La izquierda local actúo con el programa de “Línea de Masas”, un trasplante de la ideología de los chinos de Mao Tse Tung, pero los trasplantes mecánicos no siempre prosperan, así, esta corriente política naufragó entre una opción que se veía corrigiendo el rumbo del Estado de la revolución y otra, que se encontraba incorporán- dose plenamente a sus instituciones; siguen ahí tangibles, inesquivables, definiendo las afinidades y los traumas originales de un socialismo que anda en busca de su alma democrática.
La disyuntiva entre democracia liberal y democracia social, entre el Estado burocrático y la autogestión, invadió la política moderna. Dos maquinarias políticas asumieron la misión y el espacio heredados del Viejo PRI, el PAN dio a luz a esa extraña criatura del catolicismo liberal, irrumpe en las universidades con la formación de la cultura moderna de la globalización y sobre todo la cuestión religiosa, pero carece de una herencia intelectual real y la adopta de intelectuales internacionales, digámoslo así, para marcar una raya con el nacionalismo revolucionario mexicano.
Sin embargo, la otra fuerza, el Nuevo PRI, escucha a los intelectuales mexicanos y los movimientos culturales que nacieron para renovar las viejas formas políticas, pero ligados a la filosofía primitiva del Estado mexicano, desde el punto de vista de la hegemonía, como ordenador de la ideología que proporciona la base de la sociedad civil: la sociedad encarnada en el mito estatal, la estatolatria devenida en figura intelectual. Al grado tal, que le soltaron el poder al PAN durante doce años y Vicente Fox y Felipe Calderón, no pudieron resistirse al canto de las sirenas: el presidencia- lismo; la centralización; el autoritarismo. Su historia comienza en un festín y termina en un abismo; como esas batallas pírricas que se ganan pero sus fuerzas quedan diezmadas. Seguramente la influencia populista fue aquí determinante.
La verdad y el poder son irreconciliables, la política y la cultura también, sólo queda el malestar del desencuentro o el silencio de la contemplación. A estas dos maquinarias políticas las superó y rebasó la corrupción que le abrió las puertas al narco y con ello al crimen organizado. Torreón, lo que fuera una apacible ciudad provinciana, sufre la invasión de todo tipo de práctica delincuencial a partir de la alternancia política con los regímenes panistas y lo más tupido y severo, a partir del año 2000.
Este malestar se revela como una verdadera angustia. Una tensión causada por el desprecio absoluto a la política cotidiana, el mundo de lo abyecto. El político moderno será aquel que sepa tolerar la abrazadora estupidez de la inmovilidad cotidiana; quien quiera encontrar el origen de la tragedia de la democracia cristiana que busque en las botas de Vicente Fox. Una maldición que aún persigue a los panistas que luchan enardecidos por el poder político, sin importar ya el bien común.
La incursión del crimen en la Comarca Lagunera y la guerra de Calderón, nos dejó consternados por tanto muerto y desaparecidos, por las víctimas de secuestros y otros delitos; perdimos nuestros espacios sociales y el proceso cultural se frenó; el miedo nos impidió convivir culturalmente; la policía no garantizaba la protección…el tejido social se desgarró, los valores universales se doblegaron, la música folk cantaba corridos a los narcos, los jóvenes se deslumbraban por la vida fácil, aunque les costara la vida.
El síndrome de culpa y expiación forma parte de un imperativo de recuperación moral. La verdadera batalla de la cultura en su totalidad debe librarse en la entraña propia de la sociedad lagunera; los Ejes de Gobierno planteados por el alcalde Ingeniero Miguel Riquelme así lo contempla, con la participación de Seguridad Pública, Desarrollo Social, el DIF, Prevención del Delito, Salud, Desarrollo Económico y con la ayuda de las Organizaciones Civiles que cuentan con gente experta para tratar con personas marginadas y violentadas, con la equidad de género, con tanatología… Pero sobre todo con la gran ayuda de los maestros de todos los niveles educativos.
Dejé para el último lo referente a la cultura, la promoción, el fomento, la convivencia familiar, el divertimento, el apoyo a los grupos culturales, el acercamiento de los sectores sociales a los eventos culturales, la preservación y desarrollo de las disciplinas artísticas, un tema que requiere de la participación de los creadores artísticos, de los profesionales con la impartición de conferencias y otras actividades adecuadas, un eslabonamiento de procesos que hoy manifiesta señales de un real desafío a la cultura y al humanismo.
Existe un malestar colectivo que no sólo pone en apuros a la democracia sino que corroe la racionalidad de este país; hay falta de credibilidad, por lo mismo, no se puede pronunciar un discurso demagógico y utópico como que un departamento de cultura pueda atender sólo a los marginados, violentados y violentadores y desatender lo demás que le es realmente afín a los objetivos y principios de un Municipio. Torreón no es Medellín, Colombia, no podemos hacer trasplantes mecánicos en una ciudad que tiene su propia identidad, usos y costumbres, gustos y afinidades, con todo y ese fenómeno de crisis de seguridad pública que padecimos. Hay proyectos que presentan las personas ocupadas de la cultura donde se pretende o propone aplicar la Resiliencia en las colonias, aplicar terapia a los marginados, violentados y violentadores; francamente no es terreno de una Dirección de cultura. La cultura en general es ya de por sí, preventiva, porque previene al ser abriendo el enfoque de su visión; es preservativa, porque preserva lo ya alcanzado por una sociedad, lo realizado, su historia, lo salvable; es profiláctica porque conlleva un proceso de limpieza de los valores universales y es provocativa porque provoca al individuo a optar por otra forma de entender su realidad por medio de los diferentes lenguajes artísticos; restaura y preserva el tejido social.
Es obvio que para desarrollar y sustentar un proyecto se requiere echar mano de la sociología que proporciona los datos concernientes a la real conducta social y vida de relación de los seres humanos y nos permita diagnosticar. Por otro lado, se requiere contar con la correlación de fuerza: ¿cuál es el presupuesto que se tiene y para que metas o alcances sirve? Planear para un segmento de la sociedad en varios nichos requiere de un trabajo de investigación, de acuerdo con el universo al que queremos tratar. Dicho en otras palabras, cada colonia tiene sus propios problemas de inseguridad: grafiti, vandalismo, asaltos, robo a casa habitación, pandillerismo, narcomenudeo, aleteros, etc. Piensen en el presupuesto inmenso que se requiere para tratar de abarcar todo un solo departamento.
El Desarrollo cultural de una sociedad se trabaja día a día por todos los departamentos y direcciones municipales, desde obras públicas que construyen centros comunitarios o centros culturales, Desarrollo Económico que prevé el fomento de inversiones y empleos, Desarrollo Social que atiende a los sectores marginados en la prioridad de sus necesidades, Servicios Generales, limpieza, alumbrado público… Dice un dicho: zapatero a tus zapatos. Que cada quien haga lo que le corresponde y debe saber hacer. Todos juntos debemos participar para abatir los senderos que conducen a la violencia que no debe ser parte activa de nuestra vida social. Trabajamos para construir una democracia que nos permita vivir con dignidad.
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