Añoranza por el periodismo cultural
Salomón Atiyhe Estrada.
El Siglo XX es, para algunas personas, el verdadero abrevadero de cultura a todos los niveles, y en esta década del Siglo XXI, se advierte un desmantelamiento, una desaceleración cultural, sobre todo en el periodismo cultural, no el que se hace en revistas o en los suplementos donde podemos tener acceso a ensayos, poemas, crítica, reseñas, artículos sobre arte, fotografía, pinturas… sino del periodismo que se ejerce todos los días con entrevistas a los creadores del arte, del que le da importancia a un evento cultural como noticia importante para el público, el del reportero que informa a través de un reportaje bien armado y sustentado acerca de la cultura alternativa o los procesos urbanos del pensamiento, el artículo de crítica realizada por conocedores de su oficio y no sólo de la nota simplista sobre la presentación de una obra de teatro con los datos del programa de mano sino el escrito por el averiguador, el que husmea, que investiga y entrevista con la óptica del reportero que comprende y siente la necesidad de la realidad cultural vista y analizada como parte de nuestra vida cotidiana.
Hoy, buscamos en los diarios locales lo inmediato en los eventos culturales y encontramos ralas notas refundidas en el resumidero de la sección de espectáculos, como si no fueran importantes los acontecimientos en el mundo de la cultura. No existe toda una sección que diga “CULTURA” como existe la de Deportes, Sociales, Espectáculos, Finanzas… No se da testimonio real del desarrollo cultural por el conducto periodístico, al que pueden tener acceso miles de lectores de diarios.
La cultura como esencia y razón de ser de nuestros valores bien merece de perdido toda una página diaria. Nuestros jóvenes y niños que se inician por el camino del arte en cualquiera de sus expresiones merecen ser motivados, valorados, alentados, y no sólo los renombrados; la cultura debe ser expuesta como la actividad más noble de nuestra vida colectiva.
El periodismo se compromete sólo con la realidad tangible, no está dedicado a cambiar el mundo, más bien lo consigna y el periodismo cultural, igual, busca mostrar su contundente realidad.
A mediados del siglo pasado, en México, se disparan los suplementos culturales, las páginas diarias dedicadas a la cultura sin someterse a la ignorancia ni a la iniciativa privada interesada; vimos el nacimiento de la revista Proceso con toda una sección cultural dirigida por el escritor Vicente Leñero hasta 1996 (“reportear los acontecimientos culturales, más que valorarlos o enjuiciarlos, sacarlos a la luz, investigarlos y difundirlos, sin interés más prevaleciente que el interés periodístico”) y posteriormente por Armando Ponce, brindándole espacio a todos los géneros de la cultura: cine, teatro, danza, música, literatura, arquitectura, escultura, ópera, crítica de altura, reportajes de primera línea, reseñas bien estructuradas; una sección atendida por plumas excelsas que hicieron del periodismo cultural un arte.
Octavio Paz, fundó la Revista Plural, salió a la luz pública durante cinco años haciendo gala de su nombre para juntar con pluralidad el pensamiento de los intelectuales no sólo de México, sino América Latina y del mundo en los temas importantes de la literatura y la política. En julio de 1976 el gobierno orquestó un golpe contra el diario Excélsior, el periódico que dirigía Julio Scherer, y que publicaba la revista; la plana entera de Plural renunció en señal de solidaridad. Para noviembre del mismo año 1976, Octavio Paz edita la Revista “Vuelta” financiada con la cooperación monetaria de miles de personas, señal del reconocimiento a revistas del quehacer cultural.
Mi generación abrevó en este tipo de revistas culturales, en suplementos especializados que esperábamos con ansia: Plural, Proceso, Nexos, Vuelta…
En Torreón, teníamos respeto por las plumas críticas e intelectuales acreditados que vivieron, pensaron y crearon la cultura, desde la revista Cause hasta los articulistas de los periódicos regionales que atosigados por el periodismo cultural nacional abrieron suplementos culturales, El Siglo, La Opinión. Participé con mis columnas “Cultura y Sociedad” y “Plataforma Política”. La Opinión, en el suplemento cultural, permitía la publicación de poemas, cuentos enteros, ahí nos iniciamos en la escritura literaria y en la práctica fuimos mejorando; fue dirigido por varios buenos amigos: Max Rivera, Enrique Rioja, Saúl Rosales. Entre las buenas plumas figuraba Paco Amparan, Antonio Jaques, Juan Posadas, los tres ya se fueron, Fernando Martínez y muchos que escapan a mi memoria.
Los Jefes de Redacción nos encargaban que atendiéramos la reseña de alguna obra de teatro u otra actividad como la presentación de un libro o una conferencia. La década de los ochentas fue de oro para la cultura en Torreón, un verdadero renacimiento, se editaron libros, se promovió la música clásica, las exposiciones de los creadores de las artes visuales, el teatro fue afortunado con buenos actores, directores y escenógrafos.
Felipe Garrido dirigió la Revista “El Puente” dedicada a publicar lo dicho en los coloquios de la historia oral de La Laguna abriendo el abanico a las voces autorizadas de los protagonistas, los fundadores, los hacedores. Esta década de los ochenta contó con el apoyo de los medios de difusión.
Esta añoranza se me pegó cuando mi amigo Alonso Licerio, llegó al Centro Cultural José R. Mijares a dejarnos la Revista “Acequias” de la UIA, y al calor de una taza de café nos asaltó el recuerdo y el recuento; obviamente comentamos la importancia de la existencia de las revistas “Estepa del Nazas”, Edùkt y “Acequias”, aunque su aparición es cada dos meses y mensual, dan asilo a las letras laguneras.
Paco Amparan, con buen tino, ejerció el escribir en las páginas de El Siglo, saboreamos su ingenio, su mordaz burla por la banalidad y la chabacanería, su aguda observación en lo situacional, es importante que los escritores aborden las páginas de los periódicos, su lenguaje suena diferente. En La Opinión Milenio, en su sección editorial encontramos los artículos Gilberto Prado Galán, de Jaime Muñoz Vargas, otro buen escritor que a veces escribe hasta del “Belit”, un juego no tan infantil que yo digo que nació en la Polvorera y él lo conoció en Gómez Palacio, por no contar con una Sección Cultural apropiada que dé entrada a los intelectuales laguneros y presente una respuesta cultural a las exigencias de nuestro tiempo.
En estos tiempos vivimos en un Torreón sin memoria, sin los apoyos suficientes para reunir nuestra historia cultural y sus aportaciones. Nuestros creadores, a pesar de los obstáculos y la indiferencia y de las hostilidades, crean un patrimonio cultural que se construye cada día en estos tiempos difíciles. Aplaudimos que en la MegaPlaza de Torreón que alberga al nuevo edificio de la Presidencia Municipal se incluya la obra artística de creadores laguneros. Y si no es mucho pedir a los diarios laguneros, les solicitamos mayor espacio para el periodismo cultural y una capacitación a los que cubren la fuente dedicada a los géneros del arte, y mucho mejor si les pagan a los colaboradores.
contacto@elperiodicodesaltillo.com
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