Cien días
Samuel Cepeda Tovar.
Un extraño acto de difusión que en lo personal no había visto en ninguna otra latitud, aunque ciertamente, y en base a no sé qué criterios, cada administración pública en albores en cualquier ámbito de gobierno es siempre evaluada parcialmente durante los primeros cien días de gobierno.
No obstante, es la primera vez que veo un acto formal de rendición de cuentas en los primeros cien días. Me refiero al caso del alcalde priísta de Torreón, Miguel Ángel Riquelme Solís, quien rindió un informe sobre sus primeros días de gobierno, y aunque ciertamente esa evaluación se ha vuelto una costumbre, me parece que la misma obedece a situaciones de protagonismo político ostensible, aunque el edil diga exactamente lo contrario.
De lo anterior me parece importante señalar algunos detalles que es preciso dilucidar: Para empezar, el lapso de evaluación de gestión y quehacer gubernamental me parece muy apresurado al ser sometido a escrutinio en tan sólo cien días, lo cual además de precipitado, resulta ser algo fuera de cualquier razonamiento, más bien me parece que es el clásico acto comparativo de una administración con respecto a lo anterior en un afán protagónico por gritar a los cuatro vientos que las cosas se hacen mejor que en el gobierno anterior. Por otra parte, se encuentra la cuestión ominosa relativa al costo de esa “rendición de cuentas”, pues tan sólo el acto del informe de los primeros cien de Miguel Ángel Riquelme tuvo un costo de 250.000 pesos, dinero que bien pudo haber sido utilizado en beneficio de la sociedad en cualquier obra o apoyo social.
Me parece que la idea de ofrecer un informe cada tres meses obedece a la urgencia también de difundir obras y acciones que realmente no se ven y que no son tan trascendentes y que necesitan de una proyección especial. Aunque realmente lo más preocupante, es la descabellada idea de que los demás alcaldes coahuilenses emulen dicho acto, puesto que necesitan constantemente de reflectores para ofrecer resultados que sencillamente a simple vista no fulguran y se la pasen entonces sus cuatro años en eventos tras eventos mediáticos y protagónicos, en un afán de mostrar una realidad que sencillamente no existe.
Si lo que el alcalde torreonense desea es que las personas observen su trabajo, me parece que el camino es el equivocado, pues las obras y acciones dicen más que mil palabras, además de evitar el despilfarro de recursos en eventos triviales y que suponen ser un peligro para los coahuilenses… por aquello del efecto contagio entre los demás alcaldes.
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