Descubrió Alfonso Cuarón “el hilo negro”
para “parchar” las carencias de este país
Adolfo Olmedo Muñoz.
En el fantasmagórico teatro del absurdo, endémico de un país tercermundista como el nuestro, no deja de tener eco la voz de una de sus estrellas, o más bien, el descubrimiento de una de sus rutilantes estrellas de la farándula, de fenómenos sociales que llevan años lacerando a la sociedad mexicana, y que hoy a toro pasado, se “ventila” con la libertad que otorga la fama en la catedral de la mentira rentable; el oscuro mundo de Hollywood, en espera -a no dudarlo- del aplauso de la acéfala fanaticada.
Recientemente el laureado cineasta, Alfonso Cuarón, formuló un rebasado -pues contiene once puntos- decálogo cuestionario al Presidente de México, sobre el destino inmediato de los recursos energéticos, luego de la reforma que pretende la administración federal de Enrique Peña Nieto.
Sería muy tonto no reconocer que hay una carga muy importante de una sana preocupación por el incierto devenir de una reforma de la envergadura que se pretende. Sobre todo existe en su contenido una total empatía con el sentir de la sociedad mexicana.
Sin embargo, yo quisiera también saber qué van a hacer ese tipo de personajes por enderezar el rumbo, no de un país, porque México es más que sus renovados “descubridores”; qué van a hacer ellos, modelos a seguir en la opinión pública, por cambiar la idiosincrasia de corrupción; el fatalismo, la anarquía que se da en todos los ámbitos de la cultura, y que son temas de escarnio en países que, no sólo son peores, sino que son en gran medida “factótum” de nuestras distorsiones, como socios o como lacayos.
Insisto, no estoy en desacuerdo con el contenido de las preguntas, pues, como también ya dije, están en la mente de todos los mexicanos, lo que es chocante, es que en forma por demás estructuralista, tan solo se ocupen de un punto, que en mi opinión tiene menos importancia que los aconteceres más inmediatos de nuestra vida nacional.
Algunos de ellos, han sido revisados recientemente también, por algunos analistas, para ver la respuesta de lo que se llama la opinión pública (inquisiciones base de las ciencias sociopolíticas), de las condiciones que vive el país, a un año del cambio de administración federal, con el renuevo enigmático de un Partido Revolucionario Institucional, y las inmediatas expectativas que la personalidad de Enrique Peña Nieto sembró en la imaginaria popular.
Más allá de su intrínseca importancia del futuro de la reforma energética, existen en este momento, tres puntos fundamentales, creo yo, en los que el debate público ha definido su opinión: La seguridad pública ha mejorado sustancialmente, aunque sabemos que la corrupción existe aun latente y que la lucha no ha terminado y que puede ser muy larga, en la medida en que no se involucren ¡Todos! los sectores de la sociedad, incluso -tal vez- los autoexiliados voluntarios o involuntarios.
El segundo punto es la intolerancia cada vez más patente, a la partidocracia, que en aquellos mis lejanos años de preparatoriano ya les llamaban “politiquería” estéril. Pero tan solo improductiva para el país y su sociedad en general, porque en realidad, todo, pero todo el caudal de parásitos enquistados en nuestra economía, ha sido la más catastrófica sangría de nuestra nación.
Los partidos políticos, cínicamente exhiben su mediocridad, codicia y oportunismo, y en sus luchas internas, juegan más el porvenir de sus bolsillos, que el interés nacional. Seguramente Cuarón posiblemente se declararía (si lo cuestionan) como apartidista, pero sería otra falacia, pues nadie puede quedar al margen de una inclinación ideológica.
La “reforma política” el instrumento de chantaje con que la oposición pretende extorsionar, no al Presidente, pues este personaje habrá de cambiar en unos años, sino a la sociedad mexicana, que como históricamente lo hemos visto, les importa muy poco. Ese problema, la Reforma Política, tiene estancado el cambio esperado; lo demás es más que especulación.
Salvo el tercer punto que ha llamado mi atención y que se trata de la opinión que tiene la población respecto de sus autoridades, en el punto de la economía.
A diferencia de la visión a veces muy optimista de las autoridades sobre la macroeco- nomía que se presenta con muy buenos augurios, es la voz popular la que pone los palitos sobre las “eñes” y denuncia por su nombre a la depauperación lastimosa en que se nos ha conducido a la microeconomía de las familias comunes y corrientes.
El encarecimiento de la vida esta siendo cada vez más insoportable, pues los precios crecen, manipulados por mercaderes voraces, que en sus especulaciones, mantienen en jaque incluso a las autoridades que han sido incapaces de frenar a esa insaciable jauría que pulula el mercado de productos, no solamente los básico que son los que más nos duelen; todo el nivel de vida, se ha venido abajo, y esos mismos “destacados” miembros de esa encomia de mercado, que son los patrones, han contribuido a depauperar más la economía mexicana que (por lo que parece) tanto le preocupa a Cuarón.
Por mi parte, muy modestamente me atrevería a decir que mis mejores deseos son para que continúe exitosa la lucha contra el crimen organizado ¡A TODOS SUS NIVELES! Y que se combata con la misma eficacia a los criminales de cuello blanco que han logrado (verdaderos logreros) “ganancias” de miles de millones de pesos a través del tráfico de influencias, tan socorrido en los sistemas panistas, que al fin y al cabo, están nutridos (como partido) por mercaderes especuladores. Y si no, que les pregunten a los gasolineras y concesionarios de la multiabordada (suciamente manoseada) PEMEX, que al parecer, solo en teoría: “es de todos” los mexicanos.
Y también muy modesta- mente me atrevería, hipotética- mente, a preguntarle a todos los favorecidos por la fama pública internacional, especialmente a los de origen mexicano, ¿qué están haciendo efectivamente porque se lleve a cabo una reforma migrato- ria en los Estados Unidos, para que no se nos siga tratando como perros, a un nivel más peyorativo que a los negros y ligeramente abajo ya de los asiáticos.
Celebro la crítica, aunque muy frecuentemente haga acto de presencia como una grácil golondrina que no hace verano. También las opiniones de los paladines de la cultura, se han venido devaluando, en buena parte porque no es fácil desma- dejar el tremendo galimatías, y porque, habrá que reconocerlo, también allí hay intereses, aunque solo sean ideológicos.
¿Dónde estabas Nikita cuando Stalin hacía de las suyas?
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