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el periodico de saltillo
Octubre 2014, edición #308



¿Ciencias… sociales?

“Pero la ciencia no es una función de
los hombres de ciencia individuales;
es una función social.”
León Trotsky.


Alfredo Velázquez Valle.

En el pasado encuentro de cultura científica, organizado por el gobierno del Estado, a través del Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología, se abordaron, como ejes centrales del evento: dos ponencias magistrales tituladas: “Las mejoras en los procesos de enseñanza-aprendizaje de las ciencias en México”, y “Ciencia Ciudadana y conocimiento de la Biodiversidad”, y finalmente, tres talleres; de entre los cuales, se trabajó el titulado “Propuesta didáctica para promover el ahorro de energía eléctrica”.

Las ponencias magistrales abonaron, por una parte, en la necesidad de crear conciencia en los docentes sobre la importancia de despertar, por medio de actividades interdisciplinarias y co curriculares, el conocimiento científico en los alumnos de educación básica como del nivel medio, así como la actualización del mismo por parte de los que estamos vinculados al saber escolarizado.

La segunda ponencia, impartida por la ambientalista Eglantina Canales, versó sobre el concepto de Ciencia Ciudadana y la sensibilización en la comunidad sobre la necesidad de la observación de los fenómenos naturales para el conocimiento, registro y toma de conciencia de la biodiversidad que poseemos y, a partir de este conocimiento, los cambios que está generado la acción del hombre en el medio que le circunscribe.

Posterior a las conferencias, se implementaron los talleres respectivos, de entre los cuales, se llevó a cabo el de la propuesta didáctica para la promoción del ahorro de la energía eléctrica; impartido éste, por la Directora del programa EDUCARE, de la Comisión Federal de Electricidad, Lic. Ma. Del Carmen García Crisanto.

Comencemos enfatizando, que se tendría que hacer un alto reflexivo, forzoso, en el camino que lleva a las motivaciones, a partir de propuestas didácticas, que conducen, a su vez, al saber científico; también, sobre las actividades extraescolares y la actualización de los mismos saberes por parte de los docentes; se tendría que meditar sobre la ciencia ciudadana de la observación y el registro de eventos naturales, como se tendría que pensar, un poco más allá que en el mero y ambiguo fomento de actitudes y cultivo de valores, para el uso racional de la energía eléctrica.

En efecto, este tipo de eventos organizados por el COECyT, evidencian carencias fundamentales del quehacer científico o “cultura científica” de quienes están involucrados en ello; adolecen, los ponentes, de llevar consigo, como un lastre, el paradigma que ha excluido de su ámbito a la otra parte de las ciencias, que por no ser “exactas”, quedan fuera del olimpo del conocimiento “objetivo”, “verificable”, “puro”.

Quizá deberá ser el mismo Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología, quién tendrá la tarea de hacer reflexionar, a los investigadores de las “ciencias duras”, sobre la importancia de las Ciencias Sociales para la interpretación holística de los fenómenos naturales. Ellos, los fenómenos biológicos, químicos, físicos, y climatológicos (que los cobija), se manifiestan, ineluctablemente, en un contexto que es socio-histórico; y el hombre, que vive en sociedad, está determinado por modelos económicos, o formaciones sociales, que en última instancia, han determinado las transformaciones que el entorno natural ha padecido.

Hay, en esto, mucho que acotar. Vienen a mi mente palabras, frases y hasta sobajamiento al quehacer de las Ciencias Sociales, que lo expresado en dichos estereotipados, en este mismo sentido, y en este encuentro, resultan abrumadores; tanto, que hacen pensar, que verdaderamente, la comprensión totalizante que un investigador debe tener (cualquiera sea nuestro campo de investigación y/o conocimiento), sobre la problemática que estudia y a la que virtualmente pretende dar respuesta, queda trunca, en el mejor de los casos.
Si para una investigadora, y docente, como la M.C. Ma. Cristina Rueda Alvarado, la Historia es una guía turística o un cesto lleno de datos culturales que “hacen sabroso” el hecho científico o la personalidad del científico a los ojos del alumno (y en lo cual, no hay una verdadera interdisciplinariedad) entonces sí, no hay manera de concluir o cerrar el proceso científico que inicia con una pregunta y que, debería, concluir con una respuesta (también científica) que trascienda el dato “duro” que involucre y/o impacte lo social.

Así mismo, la observación, per se, no lleva a la conciencia del cuidado y preservación sustancial del medio. El papel del que registra, debe tener un fundamento y una finalidad que la del mero “cronista” del hecho natural, observable. El hecho cuantificado debe ser interpretado, por los que lo realizan, bajo ciertos parámetros socio-históricos, para así, trascender a una comprensión holística del fenómeno (cualitativa), y aportar posibles soluciones focales, o acciones encaminadas al compromiso más que formal (discurso de Estado), por la defensa de los ecosistemas.

Por último, el programa implementado por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), para el ahorro de energía eléctrica (EDUCARE), si bien es excelente en cuanto a consejos didácticos sobre el ahorro de la misma, no tiene más poder de disuasión sobre los ciudadanos, que la subjetiva “sensibilización” para la modificación de conductas, a partir de cambios de actitud y práctica de códigos valorales; conductas, que tomadas en su práctica, son altamente cuestionables en más de un sentido y, tristemente, ignoradas por el propio modelo económico que nos determina, y al cual no determinamos.

Por otra parte, la idea de la sustentabilidad, como concepto referido a la convivencia en equilibrio entre la naturaleza y el hombre, ha sido tomada por los ponentes magistrales como en el propio taller impartido por personal de la CFE, de forma acrítica, insustancial, y por lo tanto, “realizable” en los actuales contextos socioeconómicos. No hay, por tanto, un cuestionamiento sobre el concepto referido y mucho menos una toma de posición con respecto a la misma “sustentabilidad” a histórica.

Quizá donde ciencia y filosofía con historia entran en una relación indisoluble, tenga que ser propuesta, discutida y, finalmente valorada desde una perspectiva crítica porque, finalmente críticos son los tiempos en los que estamos viviendo.

Los intereses particulares, de grupo, de partido, y hasta de creencias, deben estar subordinados, indefectiblemente, a los intereses comunitarios; a ellos también deberían quedar ligados los progresos científicos, y que son en relación directa, los intereses de los ecosistemas de los cuales dependen, en última instancia, los intereses del hombre mismo como especie con Historia.

Por último, maestros, investigadores y autoridades educativas, así como organismos que tengan una cierta relación con el quehacer docente, deberán poner cuidado en el uso de conceptos y categorías relativas a las Ciencias Sociales; conceptos científicos, que por su uso indiscriminado e irreflexivo, se les otorga una connotación herrada; el mal uso de estos conceptos elementales en este campo de las ciencias, y por extensión, en el diálogo escolar con los alumnos (en el caso de los maestros) que, según lo dispone el artículo tercero constitucional, recibirán un conocimiento científico, abona de manera grave al desconocimiento racional del mundo en que vive y se desenvuelve el propio discente; convirtiéndose así, la escuela, en un verdadero contrasentido del objetivo que persigue, al menos formalmente: desarrollar el conocimiento objetivo y racional de los educandos, y desterrar la ignorancia en la mente de los alumnos, niños y jóvenes.

 
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