México, alberca de esperanzas
Fidencio Treviño Maldonado.
Un trampolín de ilusiones nace y muere en cada sexenio, en cada toma de protesta de algún funcionario o nuevo cargo, incluyendo en las campañas políticas, en estos tiempos la venta u oferta de promesas son el desayuno, comida y cena los días que dure dicha campaña. Grandes beneficios para el pueblo, logros para la ciudadanía y con el imprescindible rosario de mentiras, disfrazadas de promesas envueltas éstas en pendones con rostros de sonrisas congeladas, con banderitas, colores y siglas, inclusive firmadas ante el monstruo de mil cabezas (acarreados a los mítines) que serán y son mudos, sordos, ciegos y discapacitados los que atestigüen este mapa de inciertos que como ritual cada político llevan a cabo.
Sueños irrealizables son estas ilusiones que los millones de madres se hacen en la educación para sus hijos, sueños gibados hacen los millones de desempleados, incluyendo profesionistas universitarios para después de quemarse las pestañas siete o más años no tener empleo y ver sus sueños de los justos convertidos en perversas pesadillas, y ni qué decir con los más de 35 millones de miserables que ambulan en esta alberca llena de esperanzas, pero vacía de realidades llamada México
Alberca que cada día se seca, conforme se difuman las ilusiones, sentir como se cuartea y escurren las promesas, ver con impotencia el agua que se pudre ante el largo estancamiento de la economía, de los que estamos apretados en ese otrora cuerno de abundancia, pero hoy retacado y sumido en el cieno de la corrupción e inmundicia en todos los rublos. El mexicano más conocido en el mundo, después de Pancho Villa, es el (que paradójicamente desconocido) está recargado en un cactus, tapado hasta la cabeza con un gabán o cobija, con sombrero de ala ancha y pico, sumido en sus pensamientos y oliéndose sus débiles ventosidades (vulgo pedos) es aun lo único que persiste ya que este mexicano nunca tuvo ilusiones ni futuro, mucho menos esperanzas de su país y si alguna vez las tuvo o las tiene es por nacionalismo inculcado o el chauvinismo mal entendido, incluyendo su idiosincrasia.
El discurso es una cosa , la realidad es otra, es la verdad, es el país labrado de casualidades, de atavismos, de historias ponderadas de una o dos batallas ganadas, glorias idas, muy lejanas y olvidadas, eso sí victorias ponderadas y coronadas con laureles, nacidos los mexicanos en favorables circunstancias a semejanza de Dios y la Virgen, país el nuestro donde nada se previene, ni se remedia, todo se solapa, se difiere y se olvida o se tapa con otra y otra y, otra novedad, otro sofisma inventado desde palacio imperial, distractores de la realidad nacional, como las novelitas color de rosa y la mediocridad de nuestros deportistas, todos batidos, revolcados y empapados tenemos cabida en la gran alberca repleta y rebosando de proyectos, reformas, comisiones, acuerdos, pactos, monopolios institucionales, narcos, sicarios, lenones y tranza corrupción, son entre otros rublos la pesada losa que en forma lesiva llevamos cargando, apurados y siempre con la sombra de la “miserable” miseria pisándonos los talones.
Sin embargo como dicen que dijo un hombre viejo y sabio: Nunca se deben matar las ilusiones, ni dejar morir las esperanzas, ya que el día que éstas no estén con nosotros ese día se termina la vida. Las ilusiones y las esperanzas son el hilo que mantienen unida la vida con el espíritu, son el único futuro que sigue vivo en el pensamiento y como se ven y palpan las cosas en el país, parece que la gran alberca llamada México a estas alturas del juego aun se mantienen a flote algunas confusas, difusas y pálidas esperanzas por ahí...
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