Héroe civil de nuestro tiempo:
Maestro Don Federico Berrueto Ramón
Luis Fernando Hernández González.
“El profesor mediocre dice. El profesor bueno explica. El profesor superior demuestra. El profesor excelente inspira.” William A. Ward. |
Al conmemorar el CXIV aniversario de su natalicio recordamos los caminos y senderos, vicisitudes, esfuerzos y logros de un hombre que cubre cada una de las etapas cronológicas de su tiempo con audacia y compromiso, así trascurre la vida del maestro Federico Berrueto Ramón, que para muchos su vida es de un significativo ejemplo.
El pasado 2 de octubre conmemoramos el natalicio de don Federico Berrueto, uno de los hombres que hiciera de su existencia y de sus acciones un claro ejemplo de vocación de servicio y congruencia ideológica, que puso al servicio de sus semejantes, convirtiendo sus pasiones en una praxis que diera sentido y rumbo a una sólida aplicación en la academia profesional, a una sociedad superior y de avanzada, a una república de mayor dignidad en su autoridad y de más amplia soberanía en el universo de las naciones.
Sus biógrafos describen su extraordinaria personalidad, ejemplificándonos una cantera de abundantes pasajes por los que hubo de transcurrir para cristalizar sus empeños y esperanzas, de ahí que cuando uno lee las memorias del maestro Berrueto, lo invita a realizar un viaje retrospectivo fascinante por ese México de ayer y de su gente, lleno de afanes, pretensiones y convicciones legítimas por alcanzar un espacio y un lugar dentro del tejido de nuestra sociedad coahuilense.
Con impecable exactitud narra las fases cronológicas de su vida quien fuera primero su alumno y después su amigo en experiencias profesionales: el maestro José Santos Valdez, quien mediante un ameno relato nos lleva a conocer con puntualidad y detalle la formación y logros obtenidos por el Maestro Federico Berrueto Ramón.
Finca sus aspiraciones académicas, buscando estudiar en la Normal de Saltillo, pero la traición del cuartelazo huertista produjo el cierre por un tiempo del prestigiado plantel, por lo que fue hasta 1916 cuando dicha institución reabre sus puertas. “Es el estudiante fronterizo quien ha vivido entre mineros, artesanos y campesinos, que ha participado de sus luchas; que había hecho una primaria brillante y ha ganado un poco de pan para los suyos, llega con un poco de retraso por azares de la Revolución a las aulas normalistas”. Escribiría el maestro José Santos Valdez, más todo esto hace poseer a Berrueto Ramón.
Conoce en esos tiempos al diputado Aureliano J. Mijares, cultivando una gran amistad y recibiendo de él, una señalada influencia ideológica progresista que le permite consolidar sus principios y valores por las causas más nobles de la sociedad y de los desposeídos.
Su experiencia docente la inicia como profesor de primaria en 1921 y sub-director de la escuela Miguel López en Saltillo. Su activismo político en defensa de su apreciado maestro don Apolonio M. Avilés, quien es depuesto como director de la Normal responsabilizan al joven Berrueto de organizar en una huelga a los alumnos del plantel, situación que lo hace abandonar la Saltillo y trasladarse a la ciudad de México.
En ese mismo año se crea el Partido Laborista Mexicano, y por encargo del Comité Nacional -del cual era miembro- lo envían nuevamente a Saltillo, para organizar a los grupos que luchaban en contra del gobernador de la entidad. El resultado fue su detención y encarcelamiento, libre de ésta situación regresa a la capital de la república en donde establece amistad con el General Heriberto Jara. “Por muchos años -nos diría- militamos en la CROM en donde conocí a valiosos y valerosos líderes obreros de quienes recibiría lecciones de compromiso social y de lucha por las causas laborales.”
“Federico -nos dice José Santos Valdez-, tenía apenas 23 años de edad, frente a grupo no se limitó a ser un brillante y ameno expositor, ligó la cátedra con los problemas del estado, de la nación y del mundo. No cerró a los muchachos en la torre de cristal del solo saber que dan los libros, abrió las puertas y ventanas del aula para que, por ellas, entrara la vida con sus complejos y difíciles problemas. Con Federico, en el aula se discutían y exponían los más variados puntos de vista para enriquecer el conocimiento, analizándose los problemas de la sociedad, de los hombres del campo y de los que tenían los obreros en sus fábricas”.
Sus inquietudes por crear y generar una educación de avanzada lo hacen asumir una actitud crítica y revolucionaria, así se introduciría a las ciencias de la educación, como sustentación teórica de la pedagogía, la sociología, la psicología, la filosofía, la psicotecnia, la higiene escolar y de la adolescencia y la diversificación de las actividades manuales. En sus aportaciones al estudio de la realidad mexicana, se incorporaría al plan de estudios los problemas económicos y sociales de México y la historia de la Revolución Mexicana.
Aquella revolución pedagógica que inició el maestro Berrueto Ramón al lado del maestro Candor Guajardo, continuaría a través del tiempo y se proyectaría vigorosamente con el maestro Carlos Espinosa. Aquella revolución se enriquecería con las aportaciones de un eminente educador -señala Santos Valdez, mi inolvidable y respetable amigo don Rafael Ramírez, quien dirigía el movimiento más importante de nuestra historia educativa con las corrientes de orden estrictamente pedagógico con las aportaciones de índole psicológico.
Don Agustín Yáñez, Salvador Azuela, Mauricio Magdaleno, León Felipe, Emilio Fernández, Manuel Neira Barragán, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Oscar Flores Tapia, Jesús Flores Aguirre, Federico Barrera Fuentes, son entre otros muchos personajes a quienes el maestro Berrueto cultiva en su amistad y de quienes recibe el reconocimiento a su cultura y talento.
La vida de este ilustre coahuilense se apaga en febrero de 1980, siendo presidente del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas, no sin antes recordar que su obra educativa, social, política y literaria la recibimos como una herencia valiosa que como preceptores deberemos difundir e inculcar a las nuevas generaciones para el conocimiento de los grandes hombres de Coahuila, como lo fue el maestro Federico Berrueto Ramón, quien pronunciaría una frase que describiría su personalidad, al decir, que él, “sólo fue un maestro, nada más… pero nada menos”.
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