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el periodico de saltillo
Octubre 2014, edición #308


En el vacío de la inconsistencia se sigue hablando de “moral”

 

Adolfo Olmedo Muñoz.

¿Quiénes regulan la moral pública? ¿los pervertidos legisladores? (léase ‘algunos senadores’)…
y a quien le venga el saco ¡qué caray!, nada les importa cargar consecuencias a futuro.



Todo parece indicar que el tema de las “bodas gay” se ha ido convirtiendo en la carta comodín de la politiquería aldeana, pues no sabemos ni en qué momento surge una u otra declaraciones de extravagantes miembros de una sociedad que como ésta, se jacta de tener una moral elevada, aunque cuente con repugnantes casos de la más asquerosa corrupción, cuando senadores de la República, se ven atascados en el fango de bacanales, con prostitutas (y vaya usted a saber si también prostitutos), y en menos de lo que canta el gallo, el tema se diluye, con la complicidad de una clase política que, es obvio, tiene también “cola que le pisen” y prefiere “echarle tierra al asunto” al grito ahíto de: ¡No hagan olas!

De la misma manera, tal parece que, una vez que el Congreso local votó a favor una ley permitiendo el “matrimonio” entre homosexuales, Ley del “matrimonio igualitario”, se deslinda de responsabilidades y deja indefensa a una sociedad para la que no hay mañana.

Donde, legalmente, se permite la infertilidad, pues es obvio que la unión de “lilos” o lesbianas, no sirve de nada para la procreación. Son estériles. Las mulas (producto de equino y asno), que son híbridos, no pueden procrear. Esta “ley” les permite tener como juguetes a seres humanos que pudieran adoptar.

Por tanto, no hay mañana. Y cuando no hay mañana, es porque el presente es estéril, y si lo es, es porque también los miembros del Congreso carecen, o de moral o de cerebro. Al menos que, siguiendo a uno de los principales promotores del surrealismo, coincidieran en que contra la moral (e incluso la falsa moral), contra los tabúes -religiosos, sexuales, sociales-, conviene ‘soltar las fieras’ del inconsciente, liberar el principio del placer por el placer y guiar al hombre en dirección del hombre, como un producto ‘político’ del automa- tismo psíquico puro que padece la sociedad actual.

Es claro que no estoy en contra de la naturaleza y sí de la aberrante legalización de la pornografía en cualquiera de sus formas. Me recuerdo una conseja que le oí por primera vez a uno de mis más estimados maestros de filosofía, que indica: “Dicen que Dios siempre perdona; el hombre muchas veces perdona, pero la naturaleza, nunca perdona”, y quien va contra ella, en el futuro se las hallará.

Es un caso de psicología social, pues si bien es cierto que siempre han existido “raros” en toda sociedad, desde la más remota antigüedad, no quiere decir que tengamos que inventar hoy una lucha verborréica de proporciones esquizofrénicas, para defender la legalización de una práctica que todos sabemos, es perniciosa, pero que políticamente puede ser rentable, dado el número de “elementos” que se hallan en “aquella” condición, incluyendo los propios legisladores que, es obvio, avalan tal “rareza”.

Pero tampoco puedo creer que a esta altura del avance científico y cultural de la humanidad, se nos pueda presentar un “iluminado” para decir que le habló Dios para decirle que “se levantará contra las bodas gay”. Esas son patrañas que hace más difícil el debate serio de una ley errónea que debe derogarse. Simplemente para dar paso a una suerte de contrato (que tampoco puede ser “Ad vitam”) dada la veleidosidad de los contrayentes de que hablamos, que es mucho mayor que la de los heterosexuales.

Un contrato que les regule sus prácticas sociales y sexuales, pues se puede caer fácilmente en proxenetismo. Al igual que a los heterosexuales, se les debe prohibir la poligamia y castigar las infidelidades. No les sería tan fácil, pues el 99.99 por ciento de las veces su “unión” es más carnal que afectiva.

En fin, se trata de un asunto mucho más serio de moral social, como para dejarlo en las dudosas manos de legisladores inescrupulosos, “iluminados” o… promotores del “tercer sexo”.

Dos de octubre

Y a manera de desagravio, sobre otros acontecimientos muy importantes, pero evidentemente menos rentables para los políticos actuales; se cumplieron ya 46 años de la fecha en que con sangre y fuego se silenció, y en buena parte, se emasculó a una juventud que desde entonces recela la autoridad de la Autoridad.

El Dos de Octubre de 1968, cayeron muchos de nuestros compañeros y callamos la gran mayoría de los que quedamos. Somos culpables en parte de la infecundidad social de hoy, aunque justo es decirlo también, merecedores únicos de la autoría de las mejoras que, sobre todo en los mezquinos avances de la democracia, se han logrado hasta hoy.

En la actualidad es muy común escu- char que “El 2 de Octubre no se olvida”. No, tal vez no, porque al fin y al cabo está inscrita una fecha del calendario de hace 46 años, pero ¿y qué... de aquellos muertos que física o espiritualmente quedaron en el camino? ¿Qué de la cátedra de antes y después del movimiento estudiantil del 68?

Es una asignatura pendiente que ni las “reformas” actuales han mencionado. Necesitan los sociólogos, los psicólogos sociales, hacer un estudio serio de ese fenómeno, antes de que quede en un simple “slogan”. La historia de un país lo demanda y lo merece. Ya estamos a la distancia de una perspectiva histórica, que ponga los hechos en el lugar que les corresponden.

Ese sería un digno homenaje, para fortalecer a los caídos anímicos y honrar a los que partieron físicamente.

 
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