“Pantalones”, Con Agua
Homero Gómez Valdés
Ya tenía muchos años que no veía blanquear el plumaje de las garzas sobre el espejo del agua de la Presa “Pantalones”, el pasado 13 de septiembre se había acordado llevar a un Clan Robert (scouts), a dar una visita de información arqueológica a ese sitio en el que los cometas, los soles y otros astros vuelan por el cielo pétreo de las colinas que forman el embalse natural de la presa.
Como ni la lluvia ni el frio me haría perderme de este instante, tomé mi macuto de patrulla y a las seis de la mañana me fui al centro de reunión para de ahí recorrer los ciento diez kilómetros que nos separaban de la aventura. La noche anterior había estado lloviendo y la neblinilla envolvía las calles de la ciudad.
Para mí, había sido un reto el ir a esa excursión, ya que mis piernas viejas se negaban a sostenerme y la preparación para este viajecito, sólo tenía dos semanas de antelación.
Cuando la voluntad va más allá de una simple enfermedad que lo deja a uno tembleque, parece que natura se porta benevolente con uno, y sin esperar más eché a andar. A las dos cuadras, me alcanzaron Claudia y Julieta que me acompañaron a la Alameda, en donde mi puntualidad volvió a brillar. Llegaron Guillermo y su esposa Juana María, viejos scouts de escuelas y hechura a la antigüita y los “jóvenes del Clan” no llegaron. Decidimos partir a los diez minutos y fuimos comentando que ya no era lo mismo, que como se esperaba lluvia, tal vez mamá les había cortado su voluntad para salir a excursionar -Ya me los imagino-
-No mi´jito te me vas a resfriar, ¡Cúbrase bien mi bebé para que no le dé frío y duérmase otro ratito, yo le hablo cuando den las doce! Bueno, así son las mamás de ahora y así son los jóvenes también. ¡Nulo esfuerzo!
Dentro de mí, me sentía orgulloso de que Julieta de diez años acompañó a su mamá para escoltarme al punto de salida.
Llegamos al Pelillal y nos acercamos a los conocidos para pedir permiso, y Octaviano nos mencionó que él era de vigilancia así que nos ofrecieron café, contratamos a José para que nos acompañara y partimos hacia la presa.
Como paréntesis, siempre hay que pedir permiso para entrar a territorio ajeno, y no pasar sobre de los dueños.
Como sabían de mi debilidad, fueron muy atentos conmigo y cuando llegamos a la entrada del falsete que cuida de que el ganado no se salga, empezó una llovizna pertinaz, no nos detuvimos, pusimos la camioneta en un alto, y le dimos pa’lante.
¿Cuál debilidad ni que ojos de hacha? Y aún cuando la hierba me echó un pial, y di el cuartazo, recordé la canción de José Alfredo esa que dice: “Cayendo y levantando fue mi vida…”
Las ráfagas de brisa venían acompañadas de olores penetrantes que se elevaban con cada pisada que dábamos en la encharcada hierba: gobernadora, anisillo, simples florecillas, hierbas olorosas y frescas que volvían locos a los sentidos
Después de veredear, llegamos al puerto que cierra las cortinas de la presa y los invitados se quedaron maravillados. Se les mencionó que allá por el 2001 escribí un artículo para Reportajes SIP, en donde menciono que a este lugar llegaban tribus lejanas procedentes de lugares remotos como los Huicholes, pero también debido a la influencia de sus enseñanzas venían comerciantes (pochtecas Aztecas), que trataron de enseñarles a los locales el uso del maíz.
La presencia de grupos mesoamericanos también se comprobó al encontrar un “Xochipilli” que representa a Venus o a Quetzalcóatl, así como una figura netamente mexica que representa a un cometa: Una X nimbada, y como corolario la representación de Tláloc con sus anteojeras. Tal como lo describí en el 2000.
En aquel entonces simplemente se me dijo loco, aunque al pasar de los años, ahora otros tratan de escribir como descubrimiento de ellos lo que en su momento dudaron: Esa es la técnica de los falsos triunfos de gente acomodaticia que no tienen ideas propias pero que pretenden apoderarse de los créditos de otros. (No le aunque que se digan amigos). Después de todo esos logros ya están registrados en sus publicaciones, y aún y cuando el público de la gente les festeje sus falsos triunfos, ahí se quedan en simplemente falsos porque ellos son sabedores de su falsía.
Pero volvamos a disfrutar de la lluvia, del soplar abocanado del aire y del chocar de las olas que rompían en las laderas del cerro. Regresamos al aprisco y nos sentimos ejidatarios de esos que en su filosofía tienen el concepto de que “más vale un metro cuadrado de cocina, que mil hectáreas de agostadero”, nos quitamos la ropa empapada y disfrutamos de una sopita caliente y un buen plato de frijoles que nos había preparado Irma.
Ya les platicaré en otra ocasión algo más que de las observaciones y del estudio se deduce, solamente déjenme escribirlo y publicarlo para que dentro de diez años alguien se lo agencie como de él.
¡Ah!, pero en este sábado lluvioso, cuando llegamos a la casa, Claudia y Julieta salían a festejar el aniversario del “Grupo 3” con una buena batida de lodo, tierra y alegría dentro del fabuloso Bosque Urbano dedicado al Ejército Mexicano.
Es increíble que los niños de la manada de lobatos, tengan más espíritu scout que el clan.
Mucho tiene que ver la actitud de los padres en lo que respecta a la responsabilidad adquirida por los hijos.
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