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el periodico de saltillo
Septiembre 2014, edición #307


PREMONICIÓN


Ariel Colín Morales.

El ruido sordo y escandaloso de un motor molestaba de insistir y tratar; de insistir de su dueño de estacionarse y de tratar inútilmente de hacerlo. Fue después de varios intentos, varios digamos tantos que me recordó aquella tarde en Cozumel que con un particular viento de estribor no permitía al capitán del catamarán hacer su maniobra de aproximación al muelle de atraque, volviéndose aquella maniobra una mezcla de silla voladora con altibajos de montaña rusa; y como olvidarlo si fue cuando al bucear por mi inexperiencia y falta de preparación no atendí las indicaciones del instructor de buceo y me reventé ambos tímpanos con consecuencias desastrosas; así el vaivén del motor poderoso y rugiente se entremezclaba con las llantas en su girar para tomar posición nuevamente y avanzar o retroceder tanto como al piloto le convenciera estar mejor ubicado.

La maniobra cesó y en el proceso mezclado de ver quién era el afortunado conductor de tan hermosa jaca y la sorna pre-establecida de no saber estacionarse; sentí la mirada directa y llana de unos ojos tras unas gafas caras de sol directo a mis ojos; sentí la  vehemente fuerza que emanaba de ella como un misil tele dirigido y que había hecho blanco en mis neuronas haciendo explotar mis conexiones nerviosas con un ligero chorrito de adrenalina.

Unas largas pestañas acompañaban a esos ojos y les abrían paso como motociclistas previos a algún funcionario de gobierno; una cabellera corta pero espesa denotaba un corte bien diseñado y mejor aplicado resaltando aun más el contorno del rostro que empezaba a dejar de ser un misterio para mi, avizoraba unos labios carnosos y frescos color sandia, unos pendientes dorados retocaban unos ojos inmensos que el cristal ingrato no me permitían distinguir su color, pero que podía intuir que eran claros; porque debían ser claros, tenían que ser claros..

Antes que su voz, su aroma, la transpiración volátil del fatuo tufo que golpea con sabor a feromona y esencia de vainilla destilada; un manjar de olor y un gusto al paladar.

Me vio, se acercó, me estudió, digámoslo de esta forma: me escaneó pienso yo tratando de encontrar un resquicio para poder meterse a mi mente (ilusa..ya lo había hecho) me habló sin yo poder entenderle, sentí la potencia de su voz, la fuerza de su hablar; sus manos se agitaban moviendo su blusa de color blanco reflejante el cual parecía contrastar con el mismísimo color azul del cielo.

Continuó dirigiéndome la palabra manoteando, buscando tal vez una orientación o un norte para su rumbo; yo continuaba sin poder entender, seguía embelesado con toda esa ópera de sensaciones y colores entremezclando la vista con el olfato y ese olor a coco que transpiraba su piel que me llevaba invariablemente al paraíso de las playas de la Hawaian Tropic; digo si es que existieran playas en el paraíso verdad!

Repentinamente cesó, no sé si por desilusión o porque en verdad se tenía que ir; el caso es que con la misma dificultad que demostró para estacionarse se fue; pero creo que esta vez ya no tan lento ya que su camioneta parecía el Halcón Milenario de lo rápido de su partida; dejando tras de sí una estela invisible de éter que recordaba la presencia que ya no estaba.

Me repuse de la impresión, me reanimé incluyendo unas palmaditas en mi hombro derecho de ánimo y consuelo, pensé que hubiese podido decirle muchas cosas, que me encantó su olor, que su ropa era espectacular, que su nave era inmensa, que sus pupilentes verdes casi casi se veían reales y que lo más importante de todo la habría invitado a salir o por lo menos al cine; no sé tal vez fue la falta de dinero, de valor o de las pilas de mi aparato de audición que no me permitieron decirle la dirección correcta que buscaba; estaré atento por si llegase a pasar de nuevo la princesa teniendo a la mano mis baterías alcalinas; digo a ver si esta vez sí pega…


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