“Traileras” y su carne trémula en oferta
Fidencio Treviño Maldonado.
Al igual que la religión, la guerra y la prostitución son de los oficios y negocios más antiguos, sigue sin encontrar solución o respuesta la pregunta que hace casi quinientos años hizo la Musa Sor Juana: “Quien es más de culpar, la que peca por la paga, o el que paga por pecar” y aunque en algunos países el cobro por “evento” es inclusive gravamen de impuesto por la tarifa, en un país como el nuestro del nunca jamás, ante este efecto de la prostitución, los mojigatos se rasgan las vestiduras, muchos religiosos callan, los negociantes, padrotes, madamas, cinturitas, leoninos y miles de autoridades corruptas se llenan los bolsillos de billetes, sin embargo la prostitución también es vista como profesión del orden social, de salud y desde luego judicial. En México, país lleno de paradojas, utopías y surrealismos, está reglamentado pero a la vez prohibido.
Desde hace años (40) las llamadas traileras tenían acaparado el tramo Matamoros/la cuchilla, por la carretera vieja y única, aun no existía la autopista, las mujeres se ofrecían desde la salida de Matamoros, después estaba en el entronque de Congregación Hidalgo (gatuño) sobre todo en época de melón y sandía en ese lugar, lugar de mala muerte apodado el Huarache y, la variada y apertura de oferta y demanda estaba en el ejido Zapata, del municipio de Viesca. Mujeres de todas las edades y de diferentes rumbos llegaban a estos lupanares disfrazados de fondas y restaurantes, y este punto fue y sigue siendo descanso para los choferes, es aprovechado para hacer el ritual del negocio de “pago por evento”.
También por años el uso y costumbre de ver sembradas a la vera de la antigua carretera Torreón/Saltillo fondas solitarias en donde los traileros bajaban mercancía (grano de sorgo, maíz, trigo, madera, gasolina, diesel, aceite u otra mercancías sobre todo latería) que cambiaban por un “rapidín pasajero”. Los viajeros comunes que pasaban por esas vías al ver fondas en pleno llano o tierra pelona sin servicios de agua o luz se preguntaba ¿de qué vivirá esa gente? La respuesta estaba dentro de esas tienditas o restaurantes de nombres curiosos, con tres o más mujeres como coimes y una habitación dividida por una sucia y trasparente sábana y un mullido y rechinador camastro viejo, una mesita, una vasija con algo de agua y papel sanitario, herramientas de trabajo de esas mujeres.
La policía municipal, los mismos federales de caminos, así como otras corporaciones policiacas también participaban (lo siguen haciendo), ahora según estas mujeres ya con la competencia de homosexuales que les quitan clientes y les descomponen su profesión, el negocio disminuye. Pero más allá de que sea un problema social, económico, judicial, ético, de salud entre otras cosas, es parte de la corrupción y la inseguridad que se vive en las carreteras, sean éstas de cuota o libres y la prueba es que por ineptitud o indolencia no pueden o no quieren terminar, por así convenir a los negros intereses de este negocio o al menos regular la prostitución que ante la crisis de toda índole ha crecido, y prueba de ello es que existe en pleno centro de las grandes ciudades, (Torreón, Monclova, Saltillo, Acuña, Monterrey, Tampico, etc.) En pueblos chicos como San Pedro y Matamoros, región lagunera, en pleno día y en la plaza principal, así ya nos podemos imaginar la oferta y demanda de carne trémula que está a la vuelta de la esquina o de cualquier curva en las carreteras nacionales.
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