“El gran cocodrilo” Efraín Huerta,
en su centenario
Salomón Atiyhe Estrada.
El año de 1914 nacen dos grandes poetas mexicanos: Octavio Paz y el guanajuatense
Efraín Huerta. Ambos, junto con Rafael Solana, Alberto Quintero Álvarez, Neftalí Beltrán y
Ramón Gálvez, son recordados como la llamada ‘Generación de Taller’ porque escribían en
la revista “Taller poético” iniciada por Rafael Solana (en los primeros 4 números se llamó
así); posteriormente se llamó solamente Taller; compartieron sus páginas con José Revueltas,
-otro escritor que este año cumple su centenario-; con Andrés Henestrosa y muchos otros
escritores. Esta revista vio la luz el año de 1936, año cardenista y de encendidos pensamientos
socialistas. Rafael Solana, señaló: “Como poetas cada uno buscaba su propia expresión. No
teníamos unidad de criterio; un poco de unidad de ideario político, pero eso no lo dejábamos
reflejarse en las páginas de esta revista tan especializada y tan verdaderamente aséptica en
materia política…”
El mismo año de 1936, Efraín Huerta, se inició como periodista, actividad que ejerció
toda su vida. En su obra destacan los poemas eróticos, “Juárez-Loreto”, “El manifiesto
nalgaísta”, “Barbas para desatar la lujuria” y otros poemas que tienen que ver con la
sexualidad o la cachondería, escritos llenos de artificios.
Su obra es muy variada y profunda en sus temas como en “Los hombres del alba”
(1944); a la ciudad de México le declaró su amor pero también su odio. Es un vate de
múltiples recursos y de una gran diversidad temática, me encantó su poema “La muchacha
ebria” y “Buenos días a Diana Cazadora”.
Efraín Huerta fue un poeta de izquierda siempre comprometido con las causas de la
revolución por la democracia en cualquier país, formó parte del ‘Socorro Rojo Internacional’
en México y trabajó intensamente en el apoyo a los exiliados de la Guerra Civil Española que
vinieron a México en busca de refugio. Militó en el Partido Comunista Mexicano, en la célula
que llevó el nombre de ‘José Carlos Mariátegui’, junto con Enrique Ramírez y Ramírez, José
Alvarado, Rodolfo Dorantes y Pepe Revueltas.
En la Revista Taller, llamada así desde 1938 al cambiar su nombre, escribían Pablo
Neruda, Juan de la Cabada, Alfonso Reyes, Efrén Hernández, José Revueltas y María
Zambrano y “muy especialmente, la primera edición completa en español de Temporada en
el infierno de Rimbaud que había traducido José Ferrel. Grandes plumas de la literatura
internacional.
Efraín Huerta, también es recordado como el creador de los ‘poemínimos’, breves
composiciones con humor y sarcasmo que fueron nacionalmente imitados por múltiples poetas
de la provincia pero ‘Hombres del alba’ es considerada su obra cumbre, muy recomendable
para su lectura. Para un acercamiento a su estilo veamos “La Muchacha Ebria”:
Este lánguido caer en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;
este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie dormido, navaja verde o negra; este instante durísimo en que una muchacha
grita,
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya.
Todo esto no es sino la noche, sino la noche grávida de sangre y leche,
de niños que se asfixian, de mujeres carbonizadas
y varones morenos de soledad y misterioso, sofocante desgaste.
Sino la noche de la muchacha ebria cuyos gritos de rabia y melancolía me hirieron
como el llanto purísimo, como las náuseas y el rencor, como el abandono y la voz de las
mendigas.
Lo triste es este llanto, amigos, hechos de vidrio molido
y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas,
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con
sólo negra barba
Y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas
enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni
pesadumbre,
de la muchacha que una noche -y era una santa nocheme
entregara su corazón derretido, sus manos de agua
caliente, césped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos, sus
torpes arrebatos de ternura,
su boca que sabía a taza mordida por dientes de
borrachos,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y piernas con tatuajes, y su naciente
tuberculosis,
y su dormido sexo de orquídea martirizada.
Ah la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad en la punta de los dedos,
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un
hombre, como yo, escapado apenas de la violencia amorosa.
Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente
a mis ojos, una fecha sangrienta y abatida.
¡Por la muchacha ebria, amigos míos!
Efraín Huerta, es uno de los intelectuales mexicanos
que ejercieron una influencia fecunda en el pensar de muchos
de mi generación y en la forma de escribir, en mi caso. Léanlo,
procuren su obra, sus libros y disfrútenlo en su centenario. |