Coahuila: sin líderes y con muchos daños colaterales
Jorge Arturo Estrada García.
Hace casi una década, una partida de
audaces se apoderó de la vida política de la entidad
y trastocó la existencia de casi tres millones de
coahuilenses. Los daños son enormes y tardarán
décadas en sanar.
Este grupo, se dedicó sistemáticamente a
ocupar cada espacio de poder en Coahuila y
desplazar a cualquier tipo de competencia. Por las
buenas o por las malas coparon las posiciones. Y
fueron muy exitosos en ese sentido. Así, los tres
poderes, los organismos descentralizados y
ciudadanizados; sindicatos, partidos y los
ayuntamientos fueron repartidos. También pasarán
años para desalojarlos a todos.
Así como lograron que el poder del Palacio
Rosa quedara entre hermanos, también se
establecieron cargos transexenales para personajes
impresentables: Javier Villarreal y Jesús Torres
Charles. Ambos fueron claves para los males y
ruinas que vivimos y que aún se arrastran.
Afortunadamente, la magnitud de sus
fechorías los dejaron fuera de la vida política activa.
Muchos funcionarios se enriquecieron con la
corrupción. Perdimos una guerra con miles de
muertos inocentes, desaparecidos y entramos a
una era de terror en las calles y barrios de nuestras
ciudades. Las zonas urbanas están rodeadas de
narcofosas y los penales sirvieron como guaridas
de los delincuentes. Además quedamos endeudados
por varias generaciones.
De esta forma, en este momento, la clase
política de Coahuila completa está desprestigiada.
Fueron muchas mentiras y engaños. Todavía se
recurre a esto como fórmula para sostener
situaciones adversas. Aunque finalmente todo ello
acelera el descrédito.
Y aunque los coahuilenses están molestos.
Ya somos una sociedad hastiada y apática. Los
ciudadanos se refugian en sus asuntos particulares
y abandonan los comunitarios. Coahuila está sin
líderes. Hay una evidente ausencia de liderazgos
sólidos y dignos de crédito.
Las pasadas elecciones dejaron varias
lecturas. El grupo en el poder trabajó más y mejor
para generar los escenarios óptimos para obtener
triunfos. Ellos incluso esperaban de cuatro a seis
derrotas. Sin embargo arrasaron.
La debilidad, incapacidad, soberbia y
holgazanería de los panistas le facilitaron las cosas
al PRI de David Aguillón. David, sí aprendió de
sus derrotas. Y se reposicionó ante los ojos del
Jefe Rubén. En contraste, Bernardo González puso
todas sus energías en litigar por las plurinominales
y se olvidó de apoyar a sus candidatos. Él no supo
comprender los escenarios y carga con la
monumental derrota.
En estos momentos, algunos grupos locales
se reorganizan y se preparan para recuperar
poderío ante la declinación del grupo gobernante
y los cambios en la escena política nacional.
La política es de circunstancias. Los
virreinatos desaparecieron. Y desde el centro se marcan las pautas y se llevan las riendas. Los
excesos de los gobernadores trastocaron las
correlaciones de fuerzas estatales y locales.
A la
llegada de Enrique Peña Nieto los partidos políticos
nacionales estaban listos para entrarle a las
reformas. Lo primero era acabar con los cotos de
poder y los virreyes.
Con el PRI Coahuila se ganaron las
elecciones pero no crecieron en aceptación,
captación de voluntades, ni respaldo popular. Se
recuperaron votos duros al afinar la maquinaria y
desplomarse la capacidad de los panistas para
sacar a los ciudadanos de la apatía, y que acudan
a las urnas.
La oposición está en shock. El PAN de
Coahuila ya no da más. Perdió el rumbo, su
dirigencia ha sido rebasada por las circunstancias.
Guillermo Anaya nunca pudo consolidarse como
un líder en la entidad. Su poder emanaba de Los
Pinos y va en extinción rápidamente.
Carlos Orta y Bernardo González no llenan
el perfil de capacidad y arrastre, ni entre los
panistas ni mucho menos entre la población. Son
“cachavotos” y ya quedaron en evidencia. No
son líderes.
Los empresarios de Coahuila no están a la
altura. Muchos de ellos colaboraron e hicieron
negocios con el moreirismo. Sólo algunos hicieron
frente a los excesos y reaccionaron ante la
corrupción y las oleadas de violencia que nos han
azotado. Tampoco ahí hay líderes fuertes y
respetados.
Ahora, Rosendo Villarreal retoma el
liderazgo del PAN en Saltillo y rápidamente se
expande al resto de la entidad. Con más de 70
años y con varios achaques encima, rápidamente
se dio cuenta de la mediocridad de los dirigentes
formales del partido y del estilo desapegado de
Anaya.
Rosendo ha llenado al ayuntamiento de su
sobrino Isidro con sus recomendados y sus
problemas. Muchos de ellos, personajes con
cuentas pendientes en su paso por la federación.
Rosendo Villarreal también ha formado, con sus
ayudantes, una “asociación de ciudadanos” para
combatir el último tramo de la gestión de Rubén
Moreira y tratar de ayudar al abrumado Isidro
López. Sin embargo su visión es corta y su
estrategia es muy limitada.
A la muerte de Javier López los empresarios
de Saltillo quedaron descabezados. Enrique
Martínez la jugó conservador y a lo político tras su salida del Palacio Rosa y
los seis años del humbertismo y se autoexilió del estado. Mientras, Enrique
Martínez Morales fue derrotado por fuego amigo. El empresariado quedó
anulado.
Los alfiles del empresariado de Saltillo en la vida política: el llamado
grupo Saltillo, no cuajaron como políticos. Y ya han sido usados reiteradamente
como tapaderas, cómplices y están muy desprestigiados. Uno de ellos hasta
es considerado prófugo por la justicia estadounidense.
Así Jorge Torres, Miguel Arizpe, Jorge Verástegui, Ismael Ramos,
Chema Fraustro, Jesús Ochoa Galindo tienen llenos de esqueletos los clósets.
“No falta ni un peso en Coahuila”, aseguran.
Algunos otros son usados para ganar en distritos electorales
clasemedieros y luego apaleados por conservadores: Jorge Alanís, José Luis
Moreno y Manolo Jiménez, su formación macielista de los Legionarios de
Cristo los persigue, aseguran.
Como un caso curioso, hasta los parientes sanguíneos y políticos de
los López son usados como patiños del moreirismo: Jorge Torres López, Jorge
Alanís, Javier Díaz y José Luis Moreno, por nombrar a algunos.
También Ernesto López de Nigris, Isidro López y Juan Carlos López
Villarreal trabajaron con Humberto Moreira. El primero de ellos hasta encabezó
una colecta para el programa de Cero Marginación, entre los empresarios
coahuilenses. Por supuesto que ese dinero lo gastó en total oscuridad el
encargado de ese programa: Javier Villarreal, el testigo protegido que canta
en una celda de Texas. Isidro se encargó de hacerse pato con el proyecto de
la zona logística y recinto fiscal de Ramos Arizpe, que nunca se realizó. Y
Juan Carlos de aplaudir a Humberto desde el edificio nuevo y regalado de la
Coparmex.
Los López parecen dispuestos rescatar a los coahuilenses del
moreirismo. Sus planes están ya en marcha. Lo cierto es que la guerra está
desatada. Los bandos están definidos. Y los misiles cruzan los aires
frecuentemente.
Mientras, el progreso perdió dinamismo en Coahuila y estamos
estancados. Todo esto es consecuencia de aquello. Humberto heredó
corrupción, megadeuda y una entidad en las manos de la delincuencia. Sin
dinero y sin seguridad el desarrollo social y económico se detiene.
Las marcas de la guerra perdida son profundas. Los monumentos
físicos serán demolidos, “dan mal aspecto”. Las decenas de casas arrasadas
y los miles de levantados, asesinados, ejecutados y desaparecidos
impunemente, son testigos mudos de la magnitud de la violencia que se vivió.
Y sin que ninguno de los 3 mil policías al mando de Torres Charles acudiera
en su auxilio.
Los jefes del Gabinete de Seguridad, los secretarios de gobierno desde
Homero Ramos Gloria, Heriberto Fuentes, Armando Luna y David Aguillón
también fueron omisos e incapaces ante la muerte y los balazos que llenaron
cada rincón de Coahuila.
Muchos de los funcionarios estatales son impresentables. Tan
lamentables como las ruinas. Ellos fueron actores omisos de las masacres.
Tampoco denunciaron la corrupción y excesos de Humberto Moreira y Javier
Villarreal que nos llevaron a la ruina financiera. No hay defensa que valga.
Ni siquiera la del gobernador y sus afectos personales por ellos.
Pese a todos los discursos oficiales, la terca realidad se impone en
Piedras Negras y la región norte. Desde asesinatos hasta una megacumbre
de capos siguen afectando la seguridad de la región. Y es precisamente por
aquellos lugares que el proyecto más ambicioso del rubenismo se llevará a
efecto: la explotación del gas Shale.
Tradicionalmente las zonas petroleras se convierten en lugares que
asemejan al viejo oeste norteamericano. Así pasó en Veracruz, Tabasco y
Campeche. Aunque ahora se agrega un elemento adicional con la presencia
de la delincuencia organizada.
Toda la región será tachoneada de cuarteles del Ejército y la Marina.
Y seguramente, los inversionistas extranjeros, traerán a sus propios cuerpos
de seguridad para cuidar sus activos. Así cientos de mercenarios
excombatientes de Irak, Afganistán, etc. completarán la escena.
Gas Shale, delincuencia, riesgos ecológicos, militares, mercenarios y
Coahuila: sin líderes y con muchos daños colaterales...
muchísimo dinero conformarán el explosivo contexto. ¿Surgirán también
potenciales Pepes, policías comunitarias, autodefensas, interventores
federales?
El doctor Rogelio Montemayor ya aporta escenografía y experiencia.
El clúster minero petrolero, por lo pronto, no existe mas que en el membrete.
Es una asociación civil y no un agrupamiento real de una cadena productiva
en activo. Pero es la apuesta mayor del gobernador.
Rubén Moreira se acerca a su tercer informe de gobierno. La segunda
mitad de su sexenio está cada vez más cerca. Hay emasiados cabos sueltos
y muy pocos colaboradores que aporten resultados y prestigio. Es momento
de trazar la ruta del cierre y la salida con lucimiento. Él, el gobernador, debe
convertirse en un activo para su partido a nivel nacional y no en un zombie
político como su hermano.
La lucha por el poder en Coahuila está en marcha, aunque hay líderes
muy chaparros.
jjjeee_04@yahoo.com
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