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el periodico de saltillo
Septiembre 2014, edición #307


Coahuila: sin líderes y con muchos daños colaterales

Jorge Arturo Estrada García.

Hace casi una década, una partida de audaces se apoderó de la vida política de la entidad y trastocó la existencia de casi tres millones de coahuilenses. Los daños son enormes y tardarán décadas en sanar.

Este grupo, se dedicó sistemáticamente a ocupar cada espacio de poder en Coahuila y desplazar a cualquier tipo de competencia. Por las buenas o por las malas coparon las posiciones. Y fueron muy exitosos en ese sentido. Así, los tres poderes, los organismos descentralizados y ciudadanizados; sindicatos, partidos y los ayuntamientos fueron repartidos. También pasarán años para desalojarlos a todos.

Así como lograron que el poder del Palacio Rosa quedara entre hermanos, también se establecieron cargos transexenales para personajes impresentables: Javier Villarreal y Jesús Torres Charles. Ambos fueron claves para los males y ruinas que vivimos y que aún se arrastran.

Afortunadamente, la magnitud de sus fechorías los dejaron fuera de la vida política activa. Muchos funcionarios se enriquecieron con la
corrupción. Perdimos una guerra con miles de muertos inocentes, desaparecidos y entramos a una era de terror en las calles y barrios de nuestras ciudades. Las zonas urbanas están rodeadas de narcofosas y los penales sirvieron como guaridas de los delincuentes. Además quedamos endeudados por varias generaciones.

De esta forma, en este momento, la clase política de Coahuila completa está desprestigiada. Fueron muchas mentiras y engaños. Todavía se recurre a esto como fórmula para sostener situaciones adversas. Aunque finalmente todo ello acelera el descrédito.

Y aunque los coahuilenses están molestos. Ya somos una sociedad hastiada y apática. Los ciudadanos se refugian en sus asuntos particulares y abandonan los comunitarios. Coahuila está sin líderes. Hay una evidente ausencia de liderazgos sólidos y dignos de crédito.

Las pasadas elecciones dejaron varias lecturas. El grupo en el poder trabajó más y mejor para generar los escenarios óptimos para obtener triunfos. Ellos incluso esperaban de cuatro a seis derrotas. Sin embargo arrasaron.

La debilidad, incapacidad, soberbia y holgazanería de los panistas le facilitaron las cosas al PRI de David Aguillón. David, sí aprendió de sus derrotas. Y se reposicionó ante los ojos del Jefe Rubén. En contraste, Bernardo González puso todas sus energías en litigar por las plurinominales y se olvidó de apoyar a sus candidatos. Él no supo comprender los escenarios y carga con la monumental derrota.

En estos momentos, algunos grupos locales se reorganizan y se preparan para recuperar poderío ante la declinación del grupo gobernante
y los cambios en la escena política nacional. La política es de circunstancias. Los virreinatos desaparecieron. Y desde el centro se marcan las pautas y se llevan las riendas. Los excesos de los gobernadores trastocaron las correlaciones de fuerzas estatales y locales.

A la llegada de Enrique Peña Nieto los partidos políticos nacionales estaban listos para entrarle a las reformas. Lo primero era acabar con los cotos de poder y los virreyes.

Con el PRI Coahuila se ganaron las elecciones pero no crecieron en aceptación, captación de voluntades, ni respaldo popular. Se recuperaron votos duros al afinar la maquinaria y desplomarse la capacidad de los panistas para sacar a los ciudadanos de la apatía, y que acudan a las urnas.

La oposición está en shock. El PAN de Coahuila ya no da más. Perdió el rumbo, su dirigencia ha sido rebasada por las circunstancias. Guillermo Anaya nunca pudo consolidarse como un líder en la entidad. Su poder emanaba de Los Pinos y va en extinción rápidamente.

Carlos Orta y Bernardo González no llenan el perfil de capacidad y arrastre, ni entre los panistas ni mucho menos entre la población. Son
“cachavotos” y ya quedaron en evidencia. No son líderes.

Los empresarios de Coahuila no están a la altura. Muchos de ellos colaboraron e hicieron negocios con el moreirismo. Sólo algunos hicieron frente a los excesos y reaccionaron ante la corrupción y las oleadas de violencia que nos han azotado. Tampoco ahí hay líderes fuertes y respetados.

Ahora, Rosendo Villarreal retoma el liderazgo del PAN en Saltillo y rápidamente se expande al resto de la entidad. Con más de 70 años y con varios achaques encima, rápidamente se dio cuenta de la mediocridad de los dirigentes formales del partido y del estilo desapegado de Anaya.

Rosendo ha llenado al ayuntamiento de su sobrino Isidro con sus recomendados y sus problemas. Muchos de ellos, personajes con cuentas pendientes en su paso por la federación. Rosendo Villarreal también ha formado, con sus ayudantes, una “asociación de ciudadanos” para combatir el último tramo de la gestión de Rubén Moreira y tratar de ayudar al abrumado Isidro López. Sin embargo su visión es corta y su estrategia es muy limitada.

A la muerte de Javier López los empresarios de Saltillo quedaron descabezados. Enrique Martínez la jugó conservador y a lo político tras su salida del Palacio Rosa y los seis años del humbertismo y se autoexilió del estado. Mientras, Enrique Martínez Morales fue derrotado por fuego amigo. El empresariado quedó anulado.

Los alfiles del empresariado de Saltillo en la vida política: el llamado grupo Saltillo, no cuajaron como políticos. Y ya han sido usados reiteradamente como tapaderas, cómplices y están muy desprestigiados. Uno de ellos hasta es considerado prófugo por la justicia estadounidense.

Así Jorge Torres, Miguel Arizpe, Jorge Verástegui, Ismael Ramos, Chema Fraustro, Jesús Ochoa Galindo tienen llenos de esqueletos los clósets. “No falta ni un peso en Coahuila”, aseguran.

Algunos otros son usados para ganar en distritos electorales clasemedieros y luego apaleados por conservadores: Jorge Alanís, José Luis
Moreno y Manolo Jiménez, su formación macielista de los Legionarios de Cristo los persigue, aseguran.

Como un caso curioso, hasta los parientes sanguíneos y políticos de los López son usados como patiños del moreirismo: Jorge Torres López, Jorge Alanís, Javier Díaz y José Luis Moreno, por nombrar a algunos.

También Ernesto López de Nigris, Isidro López y Juan Carlos López Villarreal trabajaron con Humberto Moreira. El primero de ellos hasta encabezó una colecta para el programa de Cero Marginación, entre los empresarios coahuilenses. Por supuesto que ese dinero lo gastó en total oscuridad el encargado de ese programa: Javier Villarreal, el testigo protegido que canta en una celda de Texas. Isidro se encargó de hacerse pato con el proyecto de la zona logística y recinto fiscal de Ramos Arizpe, que nunca se realizó. Y Juan Carlos de aplaudir a Humberto desde el edificio nuevo y regalado de la Coparmex.

Los López parecen dispuestos rescatar a los coahuilenses del moreirismo. Sus planes están ya en marcha. Lo cierto es que la guerra está desatada. Los bandos están definidos. Y los misiles cruzan los aires frecuentemente.

Mientras, el progreso perdió dinamismo en Coahuila y estamos estancados. Todo esto es consecuencia de aquello. Humberto heredó corrupción, megadeuda y una entidad en las manos de la delincuencia. Sin dinero y sin seguridad el desarrollo social y económico se detiene. Las marcas de la guerra perdida son profundas. Los monumentos físicos serán demolidos, “dan mal aspecto”. Las decenas de casas arrasadas y los miles de levantados, asesinados, ejecutados y desaparecidos impunemente, son testigos mudos de la magnitud de la violencia que se vivió. Y sin que ninguno de los 3 mil policías al mando de Torres Charles acudiera en su auxilio.

Los jefes del Gabinete de Seguridad, los secretarios de gobierno desde Homero Ramos Gloria, Heriberto Fuentes, Armando Luna y David Aguillón también fueron omisos e incapaces ante la muerte y los balazos que llenaron cada rincón de Coahuila.

Muchos de los funcionarios estatales son impresentables. Tan lamentables como las ruinas. Ellos fueron actores omisos de las masacres. Tampoco denunciaron la corrupción y excesos de Humberto Moreira y Javier Villarreal que nos llevaron a la ruina financiera. No hay defensa que valga. Ni siquiera la del gobernador y sus afectos personales por ellos.

Pese a todos los discursos oficiales, la terca realidad se impone en Piedras Negras y la región norte. Desde asesinatos hasta una megacumbre de capos siguen afectando la seguridad de la región. Y es precisamente por aquellos lugares que el proyecto más ambicioso del rubenismo se llevará a efecto: la explotación del gas Shale.

Tradicionalmente las zonas petroleras se convierten en lugares que asemejan al viejo oeste norteamericano. Así pasó en Veracruz, Tabasco y Campeche. Aunque ahora se agrega un elemento adicional con la presencia de la delincuencia organizada.

Toda la región será tachoneada de cuarteles del Ejército y la Marina. Y seguramente, los inversionistas extranjeros, traerán a sus propios cuerpos de seguridad para cuidar sus activos. Así cientos de mercenarios excombatientes de Irak, Afganistán, etc. completarán la escena. Gas Shale, delincuencia, riesgos ecológicos, militares, mercenarios y Coahuila: sin líderes y con muchos daños colaterales... muchísimo dinero conformarán el explosivo contexto. ¿Surgirán también potenciales Pepes, policías comunitarias, autodefensas, interventores federales?

El doctor Rogelio Montemayor ya aporta escenografía y experiencia.

El clúster minero petrolero, por lo pronto, no existe mas que en el membrete. Es una asociación civil y no un agrupamiento real de una cadena productiva en activo. Pero es la apuesta mayor del gobernador.

Rubén Moreira se acerca a su tercer informe de gobierno. La segunda mitad de su sexenio está cada vez más cerca. Hay emasiados cabos sueltos y muy pocos colaboradores que aporten resultados y prestigio. Es momento de trazar la ruta del cierre y la salida con lucimiento. Él, el gobernador, debe convertirse en un activo para su partido a nivel nacional y no en un zombie político como su hermano.

La lucha por el poder en Coahuila está en marcha, aunque hay líderes muy chaparros.


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