Grandes personajes de la cultura mexicana Octavio Paz en su centenario
Todos aquellos pueblos que no honren y recuerden a sus intelectuales,
estarán condenados a vivir en la mediocridad. |
Salomón Atiyhe Estrada.
Resulta para mí, una alegría pergeñar estos párrafos acerca de la vida y obra de uno
de los escritores consagrados en el santoral de la cultura mexicana, como lo es el poeta y
ensayista, y a la vez, filósofo de la mexicanidad: Octavio Paz. Galardonado con el Premio
Nobel de Literatura en 1990.
Cuando el país se encuentra convulsionado por la Revolución Mexicana, Octavio Paz
nace en la ciudad de México el año de 1914, al igual que el poeta guanajuatense Efraín
Huerta, ambos conmemorados este año de su centenario. Paz, parte de su niñez la vive en
los Estados Unidos y en su vida adulta vive en Francia y en la India, debido a su actividad
como Diplomático mexicano, cargo al que renuncia en protesta por los acontecimientos de
Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Octavio Paz es el poeta mexicano más prestigiado y
controvertido de la segunda mitad del Siglo XX y muere con su siglo en la ciudad de México
un mes de abril de 1998. Fue un intelectual crítico de su época, ensayó sobre temas y personajes
de este Siglo y con la mirada en autores y acontecimientos del pasado.
El Laberinto de la soledad y El Arco y la lira son ensayos de gran profundidad. El
Laberinto de la soledad representa la identidad y el ser del mexicano; la búsqueda de una
filosofía mexicana auténtica. Estos libros fueron alabados en forma unánime.
Sus libros poéticos son “Libertad bajo palabra”, “Ladera Este” y “El Mono
Gramático”. La posición crítica de Octavio Paz, equilibrada entre la tradición y la ruptura,
se presenta para algunos autores como el arquetipo intelectual de este periodo. Octavio Paz
es el gran intelectual, sin par en su momento, en lengua española. A partir de su ensayo El
laberinto de la soledad que yo creo que todos los de mi generación lo leímos y como
maestros encargamos su lectura a nuestros alumnos, publicado al mediar el siglo, Octavio
Paz se convierte en una voz buscada y escuchada en México. Pero su obra no se inicia en los
años cincuenta del siglo XX, sino antes. En su juventud gravita alrededor de revistas literarias
como Barandal y Taller, y, en su madurez, en publicaciones como el suplemento cultural
Plural (del periódico Excélsior) y la revista Vuelta, de la que fue su fundador y director
hasta el final.
En El Laberinto de la Soledad se manifiesta una creciente madurez prosística de
Paz y una definición, casi total, de su discurso narrativo, a mí me prendió como la vacuna en
mis mozos años. En esos momentos Paz es ya un hombre que se acerca a los cuarenta años
de vida, con un caudal poético de varios libros y una trayectoria modesta, pero sólida, como
crítico. Aún se preguntan sobre el subtema “las máscaras con que el mexicano se resguarda”
y se utiliza la expresión: “Fuera máscaras”, en un México donde la política está en descrédito
y los jóvenes de este Siglo XXI esperan que los corruptos se quiten las máscaras con las que
cubren el rostro de la desvergüenza. Creo que eso mismo diría hoy ante la Reforma Energética.
Así como en El laberinto de la soledad el ser del mexicano es lo central de la
reflexión, en El arco y la lira y sus dos ensayos complementarios, la reflexión versa alrededor
de la poesía, el fenómeno poético y el poema.
El arco y la lira se publicó a mediados de la década de los cincuenta. A la escritura de
este libro le preceden dos estadías en sendos países orientales: la India y el Japón. Al primero
de ellos regresaría más tarde como embajador. Estas estancias, a decir del propio Paz en su
libro Vislumbres de la India, son ricas en experiencias de vida y de copiosas lecturas. Se
gestan en estos años los libros de poesía “Semillas para un
himno” y “Piedra de sol.”
Octavio Paz no duda en calificar sus años en la India
como memorables. Y lo son, pues durante ellos encuentra el
amor en Marie José y su creatividad se concreta en tres de
sus libros fundamentales de poesía y en cinco ensayos.
En 1963 comenzó a recibir premios. El primero, el
Premio Internacional de Poesía de Knokke le Zoute, de
Bélgica, que ya habían recibido Saint-John Perse y Jorge
Guillén.
Asimismo, es el momento en que se definen su imagen
de intelectual y humanista preocupado por las luchas sociales
y firme crítico de los llamados “regímenes totalitarios”.
Finalmente, será en los últimos años de los sesenta cuando
se inicia su peregrinar por las universidades mundiales,
particularmente las estadounidenses, impartiendo cátedras y
conferencias.
México está sediento de hombres de la talla de este
intelectual. Honor a quien honor merece. Cuidemos que el
olvido no nos robe su recuerdo. |