publicación Online
 
 
el periodico de saltillo
Agosto 2015
Edición No. 318



EPN en un estadio vacío rumbo a 2018


Carlos Alfredo Dávila Aguilar.

El pasado 3 de agosto, Enrique Peña Nieto envió desde Monterrey una imagen verdaderamente penosa al resto del país y al mundo: el Presidente inaugurando un nuevo estadio de futbol vacío.

Salvo por la toma de protesta de Felipe Calderón en 2006, nunca antes un titular del ejecutivo mexicano había dado un espectáculo tan patético, una muestra tan cruda y palpable de debilidad política. Y es que los niveles de aceptación del mexiquense están en el punto más bajo de toda su administración: según una encuesta de popularidad actualizada cada 4 meses por el diario Reforma, cuya última actualización fue publicada los últimos días de julio, la desaprobación hacia el presidente suma un 64%, siete punto porcentuales más respecto a la encuesta anterior.

¿Es este un presidente capaz de ganar unas elecciones?


Al mismo tiempo, como no queriendo, hemos llegado ya a la mitad del tercer año del sexenio, y la carrera hacia 2018 comienza a perfilarse en un horizonte extraño. Normalmente para estas alturas, ya queda más o menos claro quién o quiénes podrían ser los aspirantes a la candidatura presidencial en cada uno de los principales partidos políticos. Esta vez resulta todo lo contrario.

Si uno piensa en cada uno de los principales partidos políticos del país, cada uno presenta más dudas serias que nombres fuertes.

Apenas un par de días después del desafortunado evento del estadio de Monterrey, de nuevo el grupo Reforma publica una encuesta, esta vez sobre la intención de voto para el 2018. De los resultados que arroja, destaca un abultado 42% de intención de voto hacia López Obrador, muy por encima de cualquier otro “candidateable” en la encuesta.

Repasemos brevemente la situación de los tres principales partidos del país con miras a 2018:

En el PAN se juega la elección del presidente nacional entre un desabrido Ricardo Anaya, y un más interesante Javier Corral. Sin embargo es de esperarse que Corral pierda contra el primero. Fuera de estos dos, suenan nombres como Rafael Moreno Valle, gobernador de Puebla, o el de Margarita Zavala, donde ninguno destaca claramente por un liderazgo notable o un mejor posicionamiento frente a los demás.

El PRD, como de costumbre dividido, se ha desprestigiado notablemente entre los electores de izquierda por su apoyo a las reformas de Peña Nieto, y no tiene una figura fuerte que presentar. Mancera está en niveles de aceptación bajísimos. Ebrard salió del partido en febrero. Con la reciente salida de Carlos Navarrete, podríamos ver un acercamiento hacia López Obrador y Morena, pero nadie apostaría cualquier cosa de valor por una reconciliación duradera de las izquierdas.

Por último, el PRI tiene un panorama más complejo. Por un lado el secretario de gobernación, normalmente un “presidenciable” natural, tiene una figura ya muy desgastada en Osorio Chong. El gobernador del Estado de México (es decir, gobernador de 25 millones de mexicanos), Eruviel Ávila con una imagen también desgastada, pero recursos importantes, no goza aún de la posición de ungido del partido. Y por último, Manlio Fabio Beltrones, probablemente el priísta más poderoso del país después del presidente, goza de una fuerza enorme dentro del PRI, pero su imagen sería difícil materia prima para una campaña exitosa.

Por supuesto que cuando hay capacidad operativa para mover a la gente a votar, la imagen pierde algo de importancia. Pero, un presidente teniendo que inaugurar un estadio vacío, hace dudar de esa capacidad operativa del PRI. Más aún, los resultados de las recientes elecciones para gobernador en Nuevo León, donde ni el control del gobierno estatal, ni los acuerdos con la televisora local fueron suficientes para ganar el Estado, ponen dicha capacidad en serio entredicho.

Pero para el actual gobierno, haber subido 7 puntos porcentuales de desaprobación no es tan malo si uno piensa en los acontecimientos de los últimos meses: la fuga del “Chapo”, la devaluación histórica del peso, el fracaso de la ronda 1 de PEMEX y las concesiones otorgadas a Carlos Salinas, el aumento en la pobreza en dos millones de personas reportado hace algunas semanas por el CONEVAL, el asesinato de un niño en el operativo militar de Ostula contra policías comunitarios, por enumerar algunos.

Existe un descontento generalizado en el país que se manifestará en su momento. Ni los resultados de las últimas elecciones intermedias, ni la ausencia de protestas multitudinarias en la Ciudad de México son síntomas de lo contrario. Y ese descontento abre posibilidades interesantes para 2018.

En este panorama cabe preguntarse si un líder de izquierda que ya ha perdido dos contiendas presidenciales, que ha sido acusado de populista y de radical en los medios de comunicación durante los últimos 10 años, ¿realmente podría ganar la presidencia? Es difícil saberlo con 2 años por delante.

En Brasil se preguntaban lo mismo respecto de un líder populista de izquierda, un obrero que no terminó la educación primaria, acusado constantemente de “radical” que había perdido dos presidenciales, justo antes de las elecciones de 2003, cuando Lula Da Silva ganó la presidencia de Brasil en su tercer intento.

 

 
© 2014 El Periódico de Saltillo contacto@elperiodicodesaltillo.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
carton noviembre 09 Noviembre 09 Rufino