El Balcón
“Se acabó el Estado-padre, sólo quedan estados-madres que no amenazan a nadie, sino que seducen
y amamantan; un sistema de matriarcado en política, ejercido por hombres que se comportan
como nanas, que han sido escogidos por sus capacidades lecheras, sus pechos simbólicos”.
Ikram Antaki. |
Luis Eduardo Enciso Canales.
Los mexicanos nos exhibimos, o por decirlo coloquialmente, nos balconeamos a nosotros mismos cada vez que se hacen estudios de medición sobre las condiciones de vida en México. En una evidente pretensión de lo que no somos, intentamos mostrarnos al mundo como avanzados y vanguardistas, construimos artificiosamente un nuevo contexto (no tan nuevo) en el que queremos demostrar que ya trascendimos nuestras crisis existenciales quedándonos en el refrito y el fusil de todo lo que otros hacen, en ese sentido somos “simis”, algo parecido pero más barato, que a la larga nos ha salido caro. En el fondo continuamos siendo los mismos, con nuestro mismos vicios y errores, pasamos de golpe y porrazo de ser un país en vías de desarrollo, a ser una especie de amasijo que da la apariencia de ser desarrollado pero sin haber vivido ningún proceso que nos llevara a remontar el subdesarrollo, es decir no hemos avanzado, sólo nos transformamos pero manteniendo la misma esencia, la diferencia entre ser y aparentar radica en el nivel de vida de sus ciudadanos, que a su vez debe reflejar un cambio en la forma de ser y pensar.
En 20 años la pobreza de ingresos se ha mantenido prácticamente inamovible, al pasar de 53.1% en 1992 a 51.6 por ciento en el año 2012. Una reducción de menos de dos puntos porcentuales. Esto significa que en términos absolutos en la actualidad existen 14.5 millones de nuevos pobres, más que al iniciar la década de los noventa. La medición del CONEVAL señala que existen 60.6 millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza de ingresos. Aunque somos la decimocuarta economía del mundo, las cifras no reflejan un cambio significativo. De acuerdo con el informe “Desigualdad Extrema en México: Concentración del Poder Económico y Político”, presentado por Oxfam México, la riqueza se encuentra concentrada “en un grupo selecto de personas que se han beneficiado del poco crecimiento económico del que ha gozado México en las últimas dos décadas”. Para la directora de Oxfam, Consuelo López-Zuriaga, se observa con preocupación la excesiva influencia de los poderes económicos privados en la política pública de nuestro país, siendo alarmante ver la interferencia que esto implica para el ejercicio de los derechos ciudadanos.
En nuestro país no hay cifras oficiales sobre la riqueza. Pero estimaciones no oficiales como el Global Wealth Report 2014 de Credit Suisse, por ejemplo, señala que el 10 por ciento más rico de México concentra 64.4 por ciento del total de la riqueza del país. Gerardo Esquivel, economista por la UNAM y el Colegio de México y autor del informe, indica que “México está dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo y es uno de los dos países más desiguales de la OCDE”, por lo que la desigualdad extrema en el país debe ser debatida por razones éticas, morales, económicas y políticas. Es necesario que la concepción de la política social en el país cambie, pues no ha funcionado y eso es más que evidente, ya que esta está basada únicamente en programas asistencialistas que sólo buscan mitigar la profundidad y extensión de la pobreza, el Estado debe enfocarse en una política social basada en un profundo cambio de paradigmas que verdaderamente ayude a la gente a cambiar de perspectiva, es decir una reeducación que provoque abandonar la cultura de la mendicidad.
El cambio de enfoque debe modificar nuestro pensamiento en cuanto al Estado: ya no uno que dé, sino uno que garantice. Pero no todo es competencia del gobierno en turno, la filosofa de origen sirio Ikram Antaki en su libro, El pueblo que no quería crecer, hace una radiografía del ser del mexicano, en donde se cuestiona dolorosamente, ¿cuáles y cuántos serán los accidentes que han pasado sobre esta tierra para lograr la corrupción de la virtud? La historia de Occidente se hace de día; la de México, de noche y en tinieblas. Es la nación que se niega a crecer, el país de las estructuras blandas. La autora ve y piensa que los mexicanos somos unos en la vida privada, de familia, y otros en la vida pública. Mexicanos hacia dentro de sí mismos y mexicanos hacia fuera, hacia los otros mexicanos. La mayor crítica es respecto de cómo hacemos el ejercicio social, de comunidad, de pueblo, de nación. Vislumbró un pueblo que gusta de la mentira, en ésta encuentra una lógica tan empobrecida que todo cabe en ella, afirma que a los mexicanos no nos gusta la colaboración, de allí que se brille más en la individualidad que en el conjunto.
En este mismo sentido el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla visualizó de igual manera que Antaki, un México que denominó Profundo, es decir el real, el que somos, y otro el México imaginario, el que pretendemos ser, Bonfil nos habla de un país que en realidad es discontinuo, considerablemente diverso, contradictorio en infinidad de sus aspectos, injusto e incongruente, caracterizado específicamente por la existencia y persistencia de grupos sociales y culturales con proyectos de vida particulares y frecuentemente antagónicos. Con muy pocos rasgos y a veces nulos puntos de encuentro para la realización de tareas comunes y menos todavía con sentimientos que pudieran hacernos pensar en destinos compartidos, particularmente por la subsistencia de los pueblos y las culturas que por facilitar la explicación denominamos indios. Quizás, pues, nuestros conflictos tienen que ver con la negación del origen del cual incluso nos avergonzamos, por eso propongo a los amables lectores que en lugar de hacerse propósitos de fin de año mejor comencemos por hacer el ejercicio de reflexionar, de pensar en lo que somos, para ello creo que resultaría bien adquirir un espejo.
@LuisEncisoCanales |