Sólo un “Lelo” lo podría dudar
Será más dañina la legalización de la marihuana que el crimen organizado
Adolfo Olmedo Muñoz
El Presidente Enrique Peña Nieto, seguramente nunca se imaginó que llegaría a la mitad de su mandato a enfrentar un asunto de trascendencia histórica, como es la posible legalización del uso, consumo, traslado y comercialización de la mariguana. La perniciosa cercanía geográfica y la desigual relación económica y política con los Estados Unidos de América amenaza con contagiar, una vez más, condiciones de inestabilidad en nuestro país.
Buena parte de los “defensores” de la despenalización del libre uso de la mariguana en nuestro país, se basan, como ejemplo, en los movimientos de legalización que se están librando en varios estados de la Unión Americana. Arguyen mediocremente, que México se verá perjudicado por la comercialización de la droga y que seremos más dependientes del enervante que, con el tiempo, será mucho más caro en nuestro país que en los Estados Unidos, por lo que, los consumidores nacionales dependerán del mercado estadounidense.
Hablan de cifras y aseveran escenarios de un absoluto sometimiento hacia sus intereses. Dan como un hecho que nuestro país no cuenta con la voluntad y la determinación suficiente para manejar un asunto que tarde o temprano dejará ver sus efectos nocivos para la sociedad, cualquiera que ésta sea.
El Presidente Peña Nieto, seguramente tenía otros planes para la segunda mitad de su mandato, con un control político más cierto y seguro para sus planes de desarrollo y es un hecho que no contaba con el oportunismo de un magistrado “Lelo”, cuya supina ingenuidad le da cabida, como algunos tratadistas del Siglo XVII, a la idea de que todos los individuos son buenos y que no hay por qué someterlos a limitación alguna.
“Laissez faire, laissez passer”; Un dejar hacer y un dejar pasar que ya, históricamente fue superado por el natural incubo de los sistemas totalitarios, luego de un período de anarquismo. Al tiempo vienen las revoluciones y con ellas nuevas democracias donde impera el poder de la ley y no la fuerza bruta. La sociedad mexicana aun no ha resuelto fenómenos sociales que le laceran, como el tabaquismo, el alcoholismo, la educación, los embarazos prematuros, la falta de educación, la inmoralidad, la corrupción, la impunidad
Y otros muchos males, pero sobre todo estos últimos, la corrupción y la impunidad que se aprecian en todos los niveles del ámbito privado, así como el social y oficial. No hay, me atrevo a asegurarlo, un solo mexicano que no haya cometido infracción alguna y que haya recurrido a la “transa”. Por eso nos parece pueril el argumento del Lelo de Larrea (Arturo Zaldívar Lelo de Larrea) quien argumentó, para la concesión del amparo de la justicia a un club de mariguanas, que lo hacía “en respeto a la “libertad de consciencia”.
Quizá olvidó el ahora destacado (por su publicidad mediática) jurista que también han existido muchos pensadores y destacados filósofos del derecho que han opinado, en sentido inverso, que el ser humano es malo por naturaleza, en el sentido de que busca por sobre cualquier situación, velar por sus propios intereses; es egoísta por naturaleza.
De ahí que surja la necesidad de crearse frenos y contrapesos para dar soberanía a un poder; O el de la fuerza, que configura entre otras formas de “gobierno” a la tiranía, o la dictadura, y por otro lado, el poder de la Ley, imperativo en una democracia.
Este, debe estar sustentado por hombres de principios que defiendan el interés general y no el de clubes de “pachecos” que por más numerosos que sean, constituyen una minoría en una sociedad que aun está muy lejos de considerarse acabada, configurada, civilizada.
No dudo en ningún momento de las posibles bondades de la mariguana para la medicina física y mental, pero su uso deberá ser tanto o más controlado que muchos medicamentos de los que hoy se requiere receta médica.
No se cuántos millones de palabras se podrían gastar en discusiones sobre las bondades o perjuicios que provocaría esta “legalización”, lo cierto es que, sin lugar a dudas contribuiría a incrementar, de forma peligrosa, el sentimiento de inseguridad que ya padece la sociedad mexicana.
No se trata entonces de una cuestión de antojo individualista, egoísta, sino de la salud pública; el bienestar social que es el fin último de cualquier teoría progresista de la administración pública, por la vía del ejercicio del derecho.
Peña Nieto tendrá que enfrentar más conflictos de los que seguramente se esperaba, y tendrá que aumentar su capacidad de negociación para que los grupos de poder, se coloquen alineados a su perspectiva, que dicho sea de paso, ha sido perfilada ya en diversas declaraciones oficiales.
El tema desde luego, cambia mucho el panorama, sobre todo político, pues “a río revuelto, ganancia de pescadores” y los partidos tratarán de llevar “agua a su molino” por la vía del chantaje o complicidad, desde las próximas elecciones que habrán de realizarse dentro de unos cuantos meses.
Salvo al expresidente Fox, creo que a muy pocos políticos les gustaría estar por ahora, en los zapatos de Peña Nieto. ¿Quién se atrevería a meter las manos al fuego para asegurar que los problemas con la delincuencia organizada se verán abatidos? ¿Quién puede asegurar que los problemas sociales no se incrementarán?; ¿Los “motos”?
Quizá, y sin ánimo de hacerle al pitonizo, podría decir que algún día se permitirá, bajo medidas de control, el uso de la mariguana para fines terapéuticos, pero para eso va a hacer falta mucha cautela y preparación en muchas disciplinas; sociales y científicas entre quienes tomen la responsabilidad de dar un paso de esa magnitud histórica.
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