La revolución robada:
literatura de ficción o realidad
Salomón Atiyhe Estrada.
El México postrevolucionario entró demasiado tarde al mundo del capitalismo, se encontró con una Norteamérica expansionista que ya había pasado del monopolio al trust, a los consorcios, a los cárteles, donde el corporativismo había convertido al coloso del norte en una sociedad plutocrática, imperialista; donde sólo era posible enfrentarlo con una revolución socialista. Llegamos con retardo a la competencia capitalista, la época de la libre concurrencia había terminado en todos los campos. Nuestro destino, dentro del orden capitalista, fue el de una simple colonia. A México le robaron su revolución de 1910 por falta de una ideología unificada.
El colmo, los términos izquierda, vanguardia, renovación, nuevo espíritu, nueva generación, nueva sensibilidad, nueva esperanza… todos han envejecido, hoy resultan ya demasiado genéricos y bajo esos rótulos algunos partidos políticos del país siguen pasando pensamientos de contrabando para retomar una identidad al margen de la aduana del pueblo. Por lo mismo, hablar de una “oposición al sistema”, no tiene ningún sentido decisivo, resulta ridículo, aquí cabe un entrecomillado del ensayista José Carlos Mariátegui: “descartemos, inexorablemente, todas esas caricaturas y simulacros de ideologías y hagamos las cuentas, seria y francamente, con la realidad.”
No puede perdurar la revolución mexicana en el decir, si antes no se revolucionó el hacer. En las letras literarias se ensayaron demasiadas poses de rebeldes francotiradores y ahora se hace en el Facebook, que es otra forma de entretenimiento bohemio o de esnobismo intelectual. Se continúan escribiendo libros sobre la revolución mexicana, sobre Francisco Villa, ensayos que espulgan en un intento por encontrar ¿qué fue lo que falló? En el 20 de noviembre los discursos revolucionarios con una retórica abigarrada de adjetivos calificativos se disparan al igual que los aviones militares que surcan el aire o los contingentes que marchan al compás del desfile con escolapios que desconocen totalmente aquella gesta heroica que después nos robaron los gringos.
Cuba, fue el país latinoamericano que advirtió que la revolución no es un ejercicio retórico sino una pelea real contra el imperialismo en la que no son los hombres de letras los que marcan el compás. En esta fecha memorable del 20 de noviembre, en que los parlantes intelectuales se desviven hablando de ello en la televisión y llenan páginas enteras en los diarios y revistas, como un ritual que se recicla, conviene cavilar en las palabras de Fidel Castro a los intelectuales, donde afirma: “La revolución debe tratar de ganar para sus ideas a la mayor parte del pueblo; la revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo; a contar, no sólo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos que aunque no sean revolucionarios, es decir, que aunque no tengan una actitud revolucionaria ante la vida, estén con ella.
La revolución sólo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios. Y la revolución tiene que tener una política para esa parte del pueblo; la revolución tiene que tener una actitud para esa parte de los intelectuales y los escritores.
La revolución tiene que comprender esa realidad y, por lo tanto, debe actuar de manera que todo ese sector de artistas y de intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios encuentre dentro de la revolución un campo dónde trabajar y crear y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tenga una oportunidad y libertad para expresarse dentro de la revolución. Esto significa que dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada.”
Ante la revolución socialista cubana, los escritores de todo el mundo se sintieron llamados a una urgente toma de conciencia que atañe a los apasionados denunciadores de la injusticia y a los flamantes ensayistas, cuentistas y novelistas latinoamericanos como Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Carlos Fuentes…
La revolución agraria mexicana de 1910, con el grito de Emiliano Zapata, “Tierra y libertad” expandió sus ecos por todo el continente y engendró una rica expresión literaria de carácter libertario y antiimperialista. No hace falta acumular nombres ni citas para justificar estas afirmaciones; hablamos de historia contemporánea, la que comenzó a hacerse con las primeras rebeliones contra el imperialismo y en defensa de la libre determinación de las naciones, de su derecho a la libertad y la cultura.
Por lo mismo es creíble, la malévola visión adivinatoria de los estadounidenses y su participación furtiva en el gobierno mexicano para que se diera el feroz y traicionero asesinato de Emiliano Zapata. Desde ahí comenzaron a robarse el contenido de la revolución mexicana, con la injerencia “diplomática” sembrando el virus de la auto colonización en la mente de los militares y políticos mexicanos hasta los días presentes en que la Casa Blanca y Los Pinos se sirven mutuamente, se estrechan y confunden de continuo en irrompible unidad de servil maridaje.
Pero aun en la participación de los intelectuales mexicanos en su hablar cotidianamente de la realidad del país, la evasión denuncia un desajuste entre escritor y su medio social, merced a una autocen-sura impuesta y esto es una manera de colonizarse a sí mismos, a sabiendas que la bastarda democracia gestada por el partido en el poder no garantiza la continuidad de la revolución mexicana.
Confirman lo antes dicho el sometimiento de los medios masivos de comunicación al régimen, el no actuar virilmen- te contra la corrupción y la inseguridad, más que intentar desarrollar el país lo mantie-nen en la cuerda floja.
La actitud de los intelectuales mexicanos, de los escritores y artistas no es la de una marcha unida, discipli- nada, militante de los creado- res que se saben integrantes de un ejército en camino hacia la batalla decisiva por la liberación definitiva de Méxi- co, que han advertido que la revolución no ha terminado, se estancó, se bajó del caballo, se la robaron los gringos, que es una anciana centenaria embo- tada con la mariguana recrea- tiva que ve en las pantallas televisivas todos los días.
¿Quién podrá lograr la libertad de la Revolución Mexicana? ¿Quién la rescata- rá de las manos de los gringos? No existe una ideología unificadora en México, el mentado pluralismo es nuestro peor enemigo, la partidocracia es un sistema cómplice del imperialismo.
Urge que los escritores, periodistas, comentaristas de TV, ensayistas, escritores, artistas e intelectuales de toda laya se pongan las pilas y recobren conciencia social, en su propia casa: México. |