Consejos para evitar el fracaso profesional
Por Guillermo Aguirre Farías.
Muchas empresas posponen la toma de decisiones importantes hasta después de las vacaciones para evitar que el "lapsus" del verano interrumpa el desarrollo de proyectos de cierto calado. Tras el retorno deciden contratar personal para hacer frente a los proyectos del año siguiente, y también prescindir de aquél que no considera necesario.
En ocasiones la valía profesional se tiene poco en cuenta a la hora de ‘cortar cabezas’, pero lo normal es despedir sólo a aquellas personas que no han sido capaces de desarrollar con éxito su trabajo.
¿Qué las ha hecho fracasar? Las razones son múltiples, un sólo motivo no es suficiente, siempre es la suma de varios errores o de un comportamiento que dificulta el trabajo del equipo.
Entre las causas profesionales más comunes cabe mencionar:
La falta de conocimientos esenciales para desarrollar el trabajo, que en su momento no se detectaron y que la persona ha ido ocultando delegando tareas a otros compañeros, hasta que al final éstos has expuesto la situación a sus superiores.
Poseer un perfil demasiado técnico, no delegar, no tener en cuenta los aspectos personales, los objetivos de empresa y el desarrollo de proyectos de futuro.
Tener una baja productividad. En algunas ocasiones, se debe a la incapacidad de la persona para trabajar a un ritmo alto y, en otras, a que organiza mal su tiempo de trabajo: destina más del necesario a tareas poco importantes en lugar de concentrar sus esfuerzos en las verdaderamente relevantes.
Caer en el exceso de paternalismo, algo muy frecuente en determinados cargos intermedios y directivos.
Sobrevalorarse. Hay profesionales que están convencidos de que son capaces de desarrollar con éxito cualquier tipo de trabajo y no valoran con objetividad las capacidades que realmente poseen y aquéllas de las que carecen.
Cuando la culpable es de la empresa
Aunque el principal responsable del fracaso profesional suele ser uno mismo, no siempre es así. A veces son las propias empresas las que impiden que la persona pueda demostrar que realmente es válida para desarrollar las tareas del puesto que ocupa.
Algunas empresas que tienen mal definidos tanto sus objetivos como sus puestos de trabajo. Contratan a personas para llevar a cabo unas determinadas funciones y al cabo de un par de meses les encargan tareas que no se corresponden con las que inicialmente se les indicaron, o bien las ubican directamente en un puesto que tiene poco que ver con sus conocimientos y experiencia.
En otros casos, lo que cambia no es el contenido del trabajo sino su ejecución. La empresa modifica sobre la marcha los objetivos y como consecuencia no hace más que dar órdenes y contraórdenes que desorientan a la persona y la obligan a retocar y repetir continuamente su trabajo.
Las razones del fracaso profesional también hay que buscarlas en un mal entendimiento con el equipo. Si los jefes o los compañeros ven en nosotros una amenaza, nos pondrán palos en las ruedas para que pidamos un cambio de departamento o nos marchemos de la empresa.
El temor de los demás a que un nuevo compañero mejor formado o con más experiencia ocupe su lugar es más frecuente de lo que parece.
Errores de principiante
La dificultad para encontrar un empleo hace que en ocasiones tengamos que rebajar nuestras expectativas, como única opción para conseguir un puesto de trabajo.
Aun así, nunca está de más buscar información sobre la empresa que se ha interesado por nosotros para comprobar que al menos nos vamos a sentir identificados con su filosofía de trabajo. Si no coincide con la nuestra aumentará el riesgo de que la relación laboral pueda romperse.
Deberemos tener en cuenta aspectos como el ritmo de trabajo, ya que puede variar si se cambia de sector; la dimensión de la empresa, pues la filosofía de una multinacional es muy distinta a la de una Pyme; y la improvisación: la imagen que tienen algunos recién titulados de que las empresas son organizaciones en las que todo está perfectamente planificado dista mucho de la realidad.
Falta de previsión
La carrera profesional, tanto si se opta por desarrollarla en una misma empresa como por ir cambiando de compañía, debe planificarse con tiempo, porque esa previsión es la clave para mantenerse y progresar en el mercado de trabajo.
Un error frecuente entre los profesionales de cierta edad, es no actualizar conocimientos y no analizar los cambios estratégicos de la empresa.
En épocas de vacas flacas, la empresa suele despedir a los directivos con sueldos más elevados, ya que no puede soportar cargas salariales muy altas, pero también a los cargos intermedios y al personal de base que no aporta valor añadido.
Los profesionales que amplían su formación, que actualizan conocimientos y desarrollan nuevas habilidades sociales, tienen más posibilidades de continuar en la empresa o en caso de ser despedidos encontrar otro empleo en poco tiempo.
La polivalencia, el compromiso, el trabajo en equipo, la capacidad de innovar y la creatividad, son algunos de los aspectos que más valoran las compañías en sus colaboradores, en algunos casos incluso por encima de la formación.
La iniciativa también es tenida muy en cuenta. En ocasiones hay que arriesgarse a tomar decisiones difíciles aunque exista el peligro de cometer algún error. Pasar totalmente inadvertido hace la ‘estancia’ en la empresa más fácil para el trabajador, pero es un arma de doble filo porque lo convierte en una persona prescindible, por lo que a la larga puede conducirlo al fracaso profesional. |