Mis sexenios (86)
José Guadalupe Robledo Guerrero.
Tercera y última etapa
del sexenio enriquista
Para el comienzo de marzo de 2005, según los analistas independientes a los aspirantes, la situación verdadera de los precandidatos al gobierno de Coahuila era la siguiente:
Jesús María Ramón Valdés tenía seis años en campaña, ya había tocado techo. No tenía la misma fuerza que la vez anterior cuando fue el candidato oficial de Rogelio Montemayor. No gastaba en la misma forma ni tenía el aparato gubernamental a su favor, al contrario, lo tenía en contra.Sus fortalezas eran: su libertad de movimientos y su relación con Roberto Madrazo, entonces Presidente del CEN del PRI, por eso se le veía como el candidato del Presidente nacional priista. Sus debilidades eran: su distanciamiento con Enrique Martínez, su nulo carisma, su relación con Madrazo y sus antecedentes negativos como empresario y político.
Mi compañero Arturo Rodríguez García en su columna para El Periódico de aquella época, nos dice quién es Jesús María Ramón y su familia: “El oficio de los Ramón es ya muy conocido: caciques. Durante décadas han ejercido un cacicazgo basado en la explotación de miles de personas en la fronteriza Ciudad Acuña. Desde los tiempos del patriarca familiar hasta hace unos 20 años, esta familia controló lo que fueran las actividades económicamente más rentables de esa frontera: La prostitución, el alcohol, el juego, y hay quienes afirman que hasta la droga”.
“Combinados sus negocios de diversión o placer con cierta producción ganadera , los Ramón se hicieron grandes propietarios de tierras en aquella zona fronteriza que hoy son ocupadas -no todas- por los parques industriales que albergan maquiladoras”.
“Jesús María Ramón se ha dedicado a construir naves industriales y rentarlas a empresas extranjeras que llegan demandando mano de obra barata y estímulos fiscales inmejorables. Por eso lejos de ser el empresario que se ha dedicado a atraer inversiones y a generar empleo, es en verdad el facilitador de la explotación de miles de obreras y obreros en Coahuila”.
Humberto Moreira Valdés había gastado carretadas de dinero para darse a conocer, pero había dejado muchos cabos sueltos. Sus fortalezas: puntea las encuestas y tiene carisma. Debilidades: cada día está más alejado del gobernador Enrique Martínez, es vulnerable a impugnaciones, auditorías y denuncias, su carácter y sus “asesores” lo llevan a librar batallas innecesarias y su estructura electoral del IEEA había sido arrasada en las disputas por los seccionales.
Raúl Sifuentes Guerrero se había consolidado como un factor de poder, metódicamente se hizo de seccionales y de lugares en el Consejo Político del PRI. Fortalezas: Controla la estructura, tiene algunos asesores inteligentes y su relación con Roberto Madrazo. Debilidades: Distanciado de Enrique Martínez, los candados del PRI, su perfil le hizo difícil levantar en las encuestas y su relación con Madrazo.
Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, Javier Guerrero García, Miguel Arizpe Jiménez carecen de estructura y de una base de seguidores. Aunque al momento sus perfiles son bajos, su cercanía con el gobernador lo hace verse como factibles candidatos. La iniciativa privada los ve con buenos ojos y garantizan lealtad hacia EMM. El marketing los haría populares en su momento.
Por su parte, según mi compañero periodista Jorge Arturo Estrada García, el gobernador Martínez había establecido una serie de requisitos para quien fuera su sucesor:
-Lealtad a toda prueba. Nada de neutrali- dades ni afinidades con Madrazo.
-Que no sea impugnable. El Trife no debía decidir el resultado de la elección.
-Que no tenga la cola tan larga que le impida hacer una campaña libre de sobresaltos.
-Que no esté peleado con el resto de los aspirantes. Coahuila no podía convertirse en campo de batalla, ni de cacería de brujas.
-Que pueda con el paquete. El estado demanda gente preparada para que no se detenga su desarrollo.
Asimismo, Jorge Arturo insistía que en la carrera gubernamental estaban participando los que EMM había decidido, con excepción del “convidado de piedra” Jesús María Ramón. Y aseguraba que todos jugaron el rol que Enrique Martínez les había asignado:
-Humberto Moreira, contener al que la buscó por la libre: Jesús María Ramón. Que no creciera ni se fuera solo.
-Raúl Sifuentes, contener al muchacho que se sintió con alas propias: Humberto Moreira.
-Javier Guerrero, recordarle a Raúl Sifuen- tes que es mejor permanecer en la mesa en la que se negocia.
-Miguel Arizpe, recuperar al PRI, darle nivel al partido y crear las condiciones para que el gobernador opere la sucesión.
-Alejandro Gutiérrez, fortalecer relaciones de alto nivel con empresarios y algunas figuras nacionales.
Hasta ese momento -según Jorge Arturo-seguía en vigencia aquello de que para ser el candidato del PRI sólo había de dos sopas: ganarse a Enrique o ganarle a Enrique. Faltaban unas semanas para que el enigma quedara resuelto. Lo cierto es que el resultado de aquel proceso fue el origen de los pleitos políticos que hasta la fecha subsisten en Coahuila, aunque a decir verdad dichos pleitos no han pasado de ser puros chismes y brabuconadas de ambas partes, a la fecha (julio de 2015) ninguna de las dos bandas ha hecho algo contra el otro que atestigue un verdadero pleito político. Ningún corrupto, saqueador o delincuente, moreirista o enriquista, ha sido detenido para que responda por sus latrocinios en contra de Coahuila.
De todos modos, al año de Hidalgo del sexenio enriquista sólo le faltaban 7 meses para terminarse, pero seguían corriendo los comentarios sobre la grosera corrupción que, según decían los enterados que habían recobrado el habla, había privado durante los últimos cinco años.
En estos comentarios sobre la ineptitud y corrupción oficial aparecieron reiteradamente la mayor parte del gabinete enriquista: Ignacio Diego Muñoz, María de los Ángeles Errisúriz, Horacio del Bosque Dávila, Raúl Sifuentes Guerrero, Abraham Cepeda Izaguirre, Bertha Castellanos Muñoz, Jorge Viesca Martínez, Inés Garza Orta, Óscar Calderón Sánchez, y desde luego, se mencionaba la complicidad de decenas de funcionarios de segundo, tercero y cuarto nivel.
Puntualmente como un ritual no escrito, a meses de terminar el sexenio comenzaban a conocerse los negocios que los funcionarios enriquistas hicieron a la sombra del poder. Para estas fechas, los conocedores de la corrupción oficial ya no fueron discretos, al fin y al cabo el espectáculo electorero se nutre de la relación de quienes durante largos años se mantuvieron en silencio, lo cual no los exime de complicidad.
También el gobernador Enrique Martínez andaba en campaña: quería ser presidente de la república. Los cortesanos enriquistas se desvivían con EMM para estimularle su aspiración presidencial. Aún cuando la servidumbre no opina, los burócratas no cesaban en echarle porras.
Pusieron espectaculares que manifestaban la aspiración presidencial de EMM, por eso en esos días propuse que a la entrada de las carreteras había que poner letreros que dijeran: En Coahuila no hay gobierno, todos los funcionarios andan en campaña.
En el caso de los alcaldes enriquistas, el más cuestionado era Humberto Moreira, a quien se le acusaba de varios delitos, sobre todo los que tenían que ver con el manejo del dinero público, incluso se aseguraba que los dirigentes del PAN coahuilense tenían en su poder un grueso expediente de todos sus latrocinios, pero nunca lo ventilaron públicamente...
El 2 de abril de 2005, el mundo católico se cimbraría con la noticia de la muerte del Papa Juan Pablo II, cuyo nombre secular era Karol Jósef Wojtyla, y quien había sido Papa desde el 16 de octubre de 1978 hasta su fallecimiento, es decir fue el líder de la Iglesia Católica Apostólica y Romana durante 26 años.
La muerte de Juan Pablo II y la información parcial que se dijo sobre él, reafirma una vez más lo que Garry Willis dice en su libro El pecado papal: “Los católicos han perdido su sana y vieja costumbre de recordarse unos a otros cuán pecadores pueden ser los Papas”. Y esto se afirma, porque Karol Wojtyla incurrió en graves errores -pecados, dirían los religiosos- que no sólo le hicieron perder al catolicismo millones de feligreses en el mundo, sino también lo desprestigiaron como guía moral y espiritual de una parte importante de la humanidad.
El escenario de beatitud y santidad que los medios de comunicación occidentales montaron sobre su pontificado, impidió que se realizara un análisis social y religioso serio de sus 26 años de poder papal, que dicho sea de paso fue uno de los cuatro más largos de la milenaria historia católica, sólo superado por: Clemente III que fue pontífice 30 años, Pío IX que fue Papa 32 años, y Benedicto XIII que fue Papa 34 años.
La obsesión anticomunista de Wojtyla excluyó de la memoria católica a la tercera parte de la humanidad, pues alrededor de dos mil millones de seres humanos viven actualmente bajo regímenes socialistas, principalmente en Asia y África. Su creencia dogmática de que el único y verdadero Dios es el católico, mantuvo alejados del Vaticano a otros tres mil millones de humanos, cuyas religiones tienen pocas diferencias con el catolicismo, entre ellos los musulmanes, hindúes, protestantes y neocristianos de las sectas.
Por otra parte, el apoyo de Juan Pablo II a dogmas que no tiene mayor fundamento que la “infalibilidad” de los Papas que los decretaron, han minado -en el mundo moderno- la creencia de millones de fieles. Tales son los casos del celibato sacerdotal, la oposición al aborto y a los métodos anticonceptivos de control natal, y la negativa a que las mujeres (la otra mitad de la humanidad) tengan acceso al sacerdocio.
Juan Pablo II tuvo una conducta anticristiana al proteger a los ladrones del Banco Ambrosiano, callar ante el asesinato de su predecesor Juan Pablo I, y presionar a que abandonaran su ministerio eclesiático los seguidores de la “Teología de la Liberación” como el teólogo brasileño Leonardo Boff, filósofo, escritor, profesor, ecologista y sacerdote franciscano.
Pero hubo cosas peores. Durante el pontificado de Karol Wojtyla se protegió a centenares de sacerdotes y jerarcas católicos (obispos, arzobispos y cardenales) pédófilos y pederastas que destruyeron la vida de miles de niños y niñas, supuestamente en aras de salvaguardar la imagen y evitar el escándalo a una iglesia católica en franco deterioro y total desprestigio. Por ejemplo, fue profusamente criticada la actitud papal de defender y proteger a Marcial Maciel dirigente “espiritual” de otros iguales a él: los Legionarios de Cristo, luego de que fue denunciado por algunas de sus víctimas como abusivo pederasta.
Asimismo fue gravemente cuestionada su actitud de guardar silencio ante las agresiones que sufrieron los países islámicos, como la invasión estadounidense a Irak que se hizo durante el papado de Wojtyla. Tampoco puede pasarse por alto, la proclividad por el poder terrenal (económico y político) de la jerarquía eclesiática en todos los países del mundo, permitida y alentada por Juan Pablo II.
De todos modos, y a pesar de las críticas en el mundo, el polaco Karol Jósef Wojtyla, conocido en el mundo como el Papa Juan Pablo II, fue beatificado el 1 de mayo de 2011 y canonizado el 27 de abril de 2014. Desde entonces se dice que Juan Pablo II es el santo de los pederastas, pedófilos, homosexuales y lesbianas, lo cual es un acto justiciero, pues los curas católicos durante siglos se han esforzado en crear estas desviaciones sexuales a través de la violación y “seducción” sexual de niños de ambos sexos...
A propósito de las iglesias evangélicas metidas en la política, en la edición de abril de 2005 de El Periódico..., mi compañero y amigo Arturo Rodríguez García escribía: “La noche del 26 de septiembre de 1999, las oficinas del PRI estatal estaban abarrotadas por el festejo del arrollador triunfo priista de Óscar Pimentel González. Entre el gentío, un personaje de baja estatura y abundante abdomen se abría paso bendiciendo a la muche- dumbre. Se trataba del pastor Óscar del Bosque quien, oficioso, se acercó al padre de Óscar Pimentel y le dijo: “Es un honor conocerlo, su hijo es hermano nuestro, asiste a mi congregación y somos pastores. Todos los hermanos votaron por mi tocayo, vengo de verificarlo”.
“Para entonces la filiación evangélica de Óscar Pimentel, conocido por ser un córporo recalcitrante, pasó a segundo término. Su mensaje fue sensiblero como gusta a los abundantes mochos saltilleros. Al terminar, junto a otro córporo, Fernando Todd, me dijo con socarrona sonrisa, asintiendo como si me diera una lección de astucia: “Esto es hoy... mañana comeré con los pastores evangélicos”. Volteó con Todd y dijo: “Aquellos nos ven muy bien.”
“El pastor Óscar del Bosque terminaría trabajando con Pimentel como una especie de asesor, tal vez interlocutor, en la secretaría del Ayuntamiento, chamba que posiblemente siga realizando, pues se sabe de la operación que ahora hace para Humberto Moreira”.
“Del Bosque surgió de un exitoso centro de alabanza donde poco se habla de doctrina, pero el espectáculo es inmejorable: grupos de rock que cantan cristiano. Hay un arca en donde se depositan las abundantes y generosas limosnas. Un buen negocio en la fe y en lo electoral”.
“Existen líderes religiosos sin escrúpulos que de ello se sirven para medrar, enriquecerse, y negociar con la fe, haciendo política redituable. Los estudios sobre violaciones, abusos sexuales, pederastia y paidofilia homosexual, demuestran que son igual de comunes entre sacerdotes católicos y ministros de culto protestante”.
Hasta aquí Arturo Rodríguez.
Lo cierto es que tanto Óscar Pimentel González como Humberto Moreira Valdés estaban involucrados en el negocio electoral de la fe...
(Continuará).
Tercera y última etapa del sexenio enriquista...
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