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el periodico de saltillo
Julio 2015
Edición No. 317





La muerte de dos famosos despierta controversias a pesar del tiempo ido


“Debemos perdonar a quien obró mal… perocuando haya muerto”
(Parafraseando a Mark Twain).

 

Jesús M. Moreno Mejía.

Porfirio Díaz

José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, murió hace 100 años exiliado en París, Francia; en tanto que Jacobo Ben David Zabludovsky Karavesky, por su parte, dejó de existir el jueves 2 de julio del presente año.

El primero de ellos, militar y Presidente de México durante 35 largos años, y por lo tanto calificado como dictador por haberse perpetuado en el poder con mano dura en contra de quienes se oponían a sus mandatos o quienes clamaban justicia social, fueran obreros o campesinos; finalmente se vio forzado a renunciar y salir del país.

Sin embargo, Porfirio Díaz también es calificado como un autócrata modernizador de la época posterior a la Reforma, pues logró que el país diera sus primeros pasos en la industria, el comercio y las comunicaciones modernas, dejando en segundo término a la agricultura y ganadería, poniendolas en manos de terratenientes y hacendados, quienes secundaban los métodos opresores del jefe del ejecutivo federal en contra de los que realmente trabajaban la tierra, como si fuera esclavos del patrón.

Pero como dice José Crespo, del Colegio de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y doctor en historia por la Universidad Iberoamericana (UIA) en reciente artículo editorial: “Si se evalúa a Porfirio Días a partir de valores morales o abstractos, saldrá mal parado. Es lo que hacen las interpretaciones oficialistas de la historia, a partir además del régimen bajo el cual se escribe. Es natural que el régimen priista, surgido de la caída del Porfiriato, ubicara a Díaz en el averno histórico. Pero desde una perspectiva estrictamente sociológica y politóloga, no saldría tan mal evaluado”.

Añade Crespo: “Para vincular la modernización social con el desarrollo político (y económico) en una perspectiva comparativa… en países donde prevalecían fuertes grupos conservadores (clero y nobleza), para poder avanzar era menester primero, centralizar el poder político en un actor comprometido con ese proceso. Sólo así se lograría neutralizar el esfuerzo de los tradicionalistas contra dichos esfuerzos modernizadores… como ocurrió en varias sociedades europeas”.

“Ese fue el panorama mexicano de casi todo el siglo XIX; la pugna entre liberales (modernizadores) y conservadores (tradicionalis- tas) se tradujo en un largo período de anarquía e inestabilidad. Para avanzar en la modernización social y económica era menester concentrar primero el poder político en una dictadura modernizadora, que quitara primero el poder a los tradicionalistas y diera impulso eficaz a las primeras etapas modernizadoras”, precisa Crespo en su artículo, para concluir con lo siguiente:

“Esa fue la función que cumplió Porfirio Díaz, si bien hubo de simular y mantener un formato democrático por dos razones: 1.- los gobiernos de Juárez y Díaz eran herederos del triunfo histórico de los liberales, cuyo modelo político era por supuesto la democracia, que había que preservar al menos en la forma; 2.- la democracia -aunque no lo fuera en la práctica- era también un requisito exigido por Estados Unidos de América para reconocer a los gobiernos mexicanos”.

“Con todo, Díaz entendió las circunstancias del país y decidió posponer la democracia en aras del impulso inicial de la modernización social y económica de manera eficaz y con estabilidad política. Ese era, por cierto, el camino trazado también por Juárez -el “dictador de bronce”, como le decía Justo Sierra-, hasta que el modelo se agotó; pero Porfirio no lo supo entender. Ese fue su verdadero error histórico”.

A 100 años de su fallecimiento, ahora hay quienes pretenden reivindicarlo con honores, en gran parte inmerecidos. Simplemente reconocer que logró dar los primeros pasos para la modernización del México explotado por los grupos conservadores, sin que a la fecha se haya logrado una auténtica democratización que en teoría se esperaba tras la caída de Díaz.

Jacobo Zabludovsky

Por lo que hace a Jacobo Ben David Zabludovsky Kraveski, leyenda del periodismo moderno, fallecido el jueves 2 de julio del presente año a causa de un derrame cerebral, es otro personaje controversial del que mucho se ha discutido en pro y en contra de su vida como comunicador.

Con su muerte se revive la dinámica de la relación que existió entre Jacobo y la empresa Televisa, considerando que tuvo un singular poder para el manejo del público televidente durante largos años, pues lo mismo era respetado y admirado por gobernantes que por la gente sencilla, por considerarlo un ícono de la información.

Fue una figura clave en el periodismo moderno, pues lo mismo se interrelacionaba con quienes lo seguían a través de la TV, la radio y la prensa escrita. Fue el cronista de la devastación causada por el terremoto del 19 de septiembre de 1985; el más destacado entrevistador de figuras de la talla de Ernesto “Che” Guevara, de Salvador Dalí, entre otros célebres personajes de nivel mundial y nacional.

Pero las críticas sobre su labor informativa también fueron negativas, pues fue un aliado del presidente Luis Echeverría al orquestar este la salida de Julio Scherer García del periódico “Excélsior”, cuando Jacobo condujo el programa 24 horas de Televisa, donde estuvo del lunes 7 de septiembre de 1970 al lunes 9 de enero de 1989.

La revista “Proceso”, que fundó Scherer García a raíz de la salida de “Excélsior” ha sido quien mayormente le ha señalado a Jacobo su papel de aliado al sistema político con un grito virtual: “¡8 de julio (de 1976) no se olvida!”.

Pero como el sistema político sabe hasta cuándo y dónde debe llegar un aliado, Zabludovsky fue apartado de Televisa de manera poco elegante o mal agradecida, tal vez esperando que el comunicador “desapareciera” como comunicador, pero renació a través de los micrófonos de Radio Centro, e incluso trató de “lavar” la imagen poco profesional que tuvo frente las cámaras de “24 horas”.

Como todo ser humano, Jacobo tuvo sus luces y sus sombras, como también las tuvo Porfirio Díaz hace una centuria, pero ya muertos deben olvidarse los rencores de tiempos idos, así hayan ocurrido 100 ó 40 años en cada caso. ¿O usted qué opina amable lector?

¡Hasta la próxima!

 



 
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