Nuevos escenarios para la política
“Una nación sin elecciones libres es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos.”
Octavio Paz. |
Luis Fernando Hernández González.
Las lecciones y experiencias que ha dejado el pasado proceso electoral en México del 7 de junio, no acaban por madurar en la mente de candidatos, dirigentes de organizaciones, partidos políticos y por qué no decirlo, en la ciudadanía en general, que ve cómo los comportamientos de amplios sectores ciudadanos, en donde las diversas campañas en sus distintos matices no acaban por convencer el actuar de los partidos políticos bajo procedimientos específicos y criterios que conllevan un rechazo programático a todo aquello que la misma sociedad ya percibe como estrategias vacuas y acciones frívolas enteramente soportadas bajo modelos de comportamiento mecánicos, cuadrados e infuncionales para lo que desea la población de la política y de la renovación permanente de la misma.
Agregado a ello, en este pasado ejercicio, se dio muestra por parte de algunos partidos y candidatos, una total carencia de compromiso público y vocación de servicio por identificarse con una verdadera inspiración de gestión al desarrollo social que demandan los distintos sectores y segmentos que integran la población de México, de cada entidad y por supuesto, de las mismas regiones comunitarias, en donde tanto hombres como mujeres, jóvenes y adultos no visualizan ni intuyen aquellas expectativas que brinden en la funcionalidad política, elementos que mejoren escenarios de vida para el público elector o la creación de certidumbres para un futuro inmediato en el desenvolvimiento de la población.
Recordemos que la política debe de tener un alto contenido de esperanza, factibilidad y concreción de proyectos, programas, objetivos y metas por alcanzar, lo mismo en el terreno del desarrollo social y humano, como de igual manera en los planes y programas generadores de infraestructura que dé impulso al desarrollo económico con el soporte y construcción de macro proyectos que eleven la calidad de vida de los pueblos y comunidades en general, si esto no ofrece la política como fuente generadora de compromiso y bienestar, al no hacerlo se convierte en práctica insubstancial traducido a modelo de servidumbre y utilidad de sectores y grupos con los cuales se crea un divorcio entre política y sociedad.
Para la sociedad mexicana y el ciudadano elector, los procesos políticos de competencia procesal acaban por convertirse en ejercicios desprovistos de creatividad y de ausencia imaginativa que conlleva a la elevación de una responsabilidad social no solo de los políticos y partidos, sino también de los ciudadanos mismos que desean verse considerados como los efectivos mandantes sobre toda cuestión pública y ordenamiento gubernamental, sea este administrativo, organizativo, legislativo o judicial, el ciudadano de ahora busca en su respeto también ser considerado, apreciado y escuchado en su sentir de vida dentro de la comunidad a la cual pertenece, proponiendo y votando para generar autoridad.
Entendemos pues como surge en otras latitudes tanto mundiales como nacionales, distintas conductas participativas que buscan capitalizar el disgusto social y la carencia de expectativas que les ofertan partidos políticos y criterios de actuación encuadrados en una práctica tradicional; lo vemos en las elecciones inmediatas de España con sus procesos autonómicos y municipales en este 2015, cuando se llega el momento de construcción de alianzas entre partidos tradicionales con aquellos que buscan hacer coalición para preservar fuerza e imagen con los nuevos de plataforma social, cuya base y conducta son enteramente ciudadanizados. Los resultados de las votaciones de las pasadas elecciones no sólo van a afectar a la configuración de gobiernos en los distintos ayuntamientos y comunidades. También va a repercutir directamente en el dinero que percibirán los partidos a partir de ahora en concepto de subvenciones autonómicas.
Aquí en México, los resultados del proceso electoral de junio anterior no deben pasar inadvertidos y mucho menos caer en el menosprecio de lo sucedido, toda vez que partidos y candidatos en lugares específicos como Nuevo León, Zapopan, Jalisco, Morelia, Michoacán o bien Culiacán, Sinaloa, con sus estrategias, fuerza y presupuesto institucional, no lograron motivar el aprecio de los ciudadanos y por consecuencia los electores optaron por fórmulas electorales independientes, que se elevaron con el triunfo de ciudadanos, cuya presencia participativa surgió de una efervescencia sentimental de rechazo por los métodos y modelos tradicionales tanto de selección de candidatos, como de carencia de propuestas innovadoras de orden y de respuestas que contuvieran los signos del abuso público y la corrupción de funcionarios en esas entidades.
De ahí el porqué debemos de considerar que los ciudadanos se convierten en personas vigilantes del quehacer público y de la actuación gubernamental, situación que aquilatan en el momento de emitir su dictamen cuando así lo realizan con toda energía mediante el sufragio popular el día de la elección. |