La laguna vibró en un solo grito: ¡campeones!
Salomón Atiyhe Estrada.
Un grito que estremeció a la noche. Un grito al unísono que rompió el silencio nervioso y enfermizo de los laguneros enteleridos por el miedo ante el embate de Los Gallos Blancos de Querétaro con sus tres goles en el primer tiempo. Un Mega grito en la Mega Plaza de Torreón apenas el árbitro pitó el final del partido. Carne trémula de 30 mil gargantas dejó salir el vibrante grito de lo más profundo de su ser.
Más de 30 mil bocas desencajadas de sus rostros dirigidas al cielo gritaron de júbilo ante un campeonato inesperado, volátil, escurridizo, sin antecedente…al cielo gritaron, porque sólo de ahí podía venir la respuesta a los rezos de una afición solidaria. Bocas abiertas de par en par soltaron una estampida de estridentes gritos retando al silencio y cuyo eco aún retumba en los cañones de la Sierra de las Noas, entre los arroyos que se comunican con el lecho seco del Padre Nazas para entrelazarse con los gritos de los hermanos duranguenses y llegar a Saltillo trepidante como si se tratara de un sismo.
Era como ese grito visceral que se escuchó en 1910 con el estallido de la Revolución Mexicana, primitivo, la liberación del reprimido impulso de agresión que sentimos contra todos los que nos fallan y nos engañan y que normalmente acallamos.
Sí, gritamos en las calles, en la casa, en las plazas, rompimos la civilidad y dejamos exteriorizarse a nuestra locura mantenida a raya por nuestros mecanismos de defensa. El triunfo del equipo de futbol Santos Laguna, la quinta Copa, llegó cuando no tenemos más, ninguna cosa por la cual romper la estructura del orden corporal; ese Grito no representa solamente un ambiente emotivo, es una liberación de la fuerza reprimida ante la inseguridad y los abusos de políticos oportunistas; es un cuestionamiento a una serie de preceptos sociales, romper las barreras de una educación alienante que desde niños nos repiten ‘no grites’, aprende a dominar tus impulsos, solicita las cosas con cordialidad, con tono respetuoso… “El Grito es una irrupción que violenta la cortesía social, un gesto de rebeldía que trasgrede la cotidianidad de la palabra. Cuando la construcción comunicativa no basta, aparece el grito, con su flujo emotivo que trastoca la homogeneidad de la vida.”
El futbol, como otros deportes o espectáculos, permiten y provocan esa precipitación volcánica vomitada por las gargantas humanas ante el triunfo de su equipo o ante una pena mal marcada. La potencia gesticular de los gritones captada por las cámaras fotográficas nos muestra el rostro de la alegría y las facciones de la angustia, por eso nos reconocemos en ese grito al unísono de todos los laguneros, independientemente del silencio de los ‘intelectuales’ que quieren castigar con el látigo de la indiferencia a un pueblo que ama y sufre, fanático por naturaleza, ruidoso y pachanguero, solidario y amoroso, al cual los seres pensantes y ‘ajenos’ a todo tipo de alienación le exigen que grite también contra el mal gobierno: ‘no confundir las jorras con las paridas’, dice el refrán popular. ¿Por qué? Porque ese grito de los laguneros ante el triunfo de los Guerreros no fue solamente de júbilo, sino que representa toda la carga vivencial que nos arrastra en su cauce, la incapacidad ante la violencia del mundo, la pérdida de identidad por la asfixiante globalización y esa educación individualizante que provoca la indiferencia ante nuestros semejantes.
El Grito de triunfo de los laguneros se rebela contra todo eso, invita a la sociabilización, a la unidad como sólo el deporte lo puede hacer. Esperemos que ese Grito no sea perecedero o irracional y caótico, que posea la cualidad de construirse de manera reflexiva. Que invite a la unidad de un pueblo que merece más, que puede ser más grande de lo que es.
Que vengan más triunfos, Guerreros del Santos, que vengan más gritos desaforados, más alegrías para recuperarnos de la oscura suerte con su mala racha, más festejos y desfiles por las calles, más niños felices, más esposas con grititos nocturnos, más y más miles de laguneros festejando unidos sin tener que lamentar infortunios, más gritos que eduquen a convivir en armonía, más unidad.
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