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el periodico de saltillo
Junio 2015
Edición No. 316


Elecciones 2015


“Ejercemos la crítica para librar a las masas del engaño.”
Lenin


Alfredo Velázquez Valle.

Las elecciones federales que se avecinan para la selección de diputados (500), algunas gubernaturas (9) y otras muchas alcaldías (más de 1,000), son un ejercicio de rutina pero necesario para el mantenimiento de las condiciones generales que han permitido al sistema del país, en conjunto, sobrevivir y proyectarse a futuro; aunque esté cada vez más reducido por las incertidumbres que aquejan a un mundo cada vez menos cierto en los paradigmas que le sustentan.

Los partidos políticos que se acompañan en este “ejercicio democrático” tienen en conjunto, una visión mucho muy reducida de los problemas que aquejan a la nación; las soluciones ofertadas en la palestra mediática, por consecuencia, son del mismo tenor.

Estas organizaciones burocráticas y corrompidas, además de ser sostenidas con dinero del erario público, cuestionan sobre todo, la manera de llevar los asuntos administrativos y policíacos de la nación y nada más; se evidencian ante la “opinión pública” los lastres, los vicios, las corruptelas y el desorden con falta de visión que los políticos en turno han llevado en su ejercicio público del poder.

Palabras más, ideas menos, las soluciones a estas irregularidades rondan por los mismos argumentos: probidad personal de los candidatos, arengas moralinas, actos de fe, desgarradura de vestimentas, ejercicio del látigo justiciero y/o alegato de la legalidad republicana.

Pero ¿Qué hay detrás de este escandaloso escenario donde los protagonistas interpretan el guión ciclado del oponente, del opositor, del mesías redentor o del incorruptible impartidor de castigos y justicias?

El engaño de fondo (de tal forma está en el propio programa oficial de cada entidad partidista) radica en que estos partidos políticos –y parte integrante de los llamados “Aparatos Ideológicos del Estado”-, jamás han salido de la órbita de dominación del Estado; antes bien, sirven como reproductores de las relaciones establecidas por el propio sistema capitalista de producción apuntalando las estructuras que dan vida a la estratificación económica y social y por ende a las injusticias, las pobrezas, las miserias, las enajenaciones y, por supuesto, la explotación del hombre por el hombre, esencia misma del capitalismo y principio de la producción para el consumo y la acumulación con egoísmo.

Es evidente, con solo adentrarnos en los principios fundacionales así como con las agendas de trabajo de estas organizaciones, que lo que buscan al pretender allegarse la legitimidad de sus objetivos a través de discursos huecos e insustanciales, es la cuota de poder necesaria para por un lado negociar sus prebendas muy terrenas, por cierto, y, por otra parte, fungir como “oposición” dentro de la legalidad “institucional” que bien marcada tiene las condiciones para el “ejercicio democrático”. Es decir, perpetuar mediante su específico papel de oposición “condicionada” la tarea de aparato ideológico al servicio de las relaciones de producción imperantes, cuyos representantes personales y beneficiarios directos y únicos son el denominado uno por ciento de la población nacional y de cuyos privilegios otros aparatos de Estado se encargan también de asegurar por otros medios no ideológicos y sí de coerción e incluso mucho más efectivos en tiempos de borrasca e ímpetu revolucionario: las policías, los ejércitos, los comandos de la muerte, los psiquiátricos y otras muy variadas formas de torcer la voluntad y la libertad de decisión individual y colectiva que hoy es poco menos que ilusión, pura falsa conciencia.

Por último, el Instituto Nacional Electoral como órgano que sanciona el juego “democrático”, lleva sobre sus espaldas la nada envidiable tarea de imponer más que legitimar ante la nación, este brutal engaño al pueblo de México.

Su insistente llamado a las urnas a una población que ha aprendido a pensarse como sujeto histórico y no como objeto a-histórico, no es más que la misma insistencia porque la intoxicación mediática (Televisa-TV Azteca) cumpla su verdadera intención: embrutecer conciencias, conjurar verdades y desarmar voluntades.

El proceso electoral de esta dictadura burguesa no es la única, ni tampoco la mejor forma de ejercicio democrático; los pueblos de Latino América tienen en su rica historia de luchas contra tiranías externas e internas un extenso catálogo de no solo ideas sino experiencias vivas para la transformación social en beneficio de los más, “de los nadie” como bien dijera el inolvidable Eduardo Galeano.

 

 
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