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el periodico de saltillo
Junio 2015
Edición No. 316


Mis sexenios (85)

José Guadalupe Robledo Guerrero.

La tercera y última etapa del sexenio enriquista

Para finales de 2004, Jorge Arturo Estrada García asegura en su columna de El Periódico... que: “Sólo hay dos formas de llegar a la candidatura: ganarle a Enrique o ganarse a Enrique. En este momento, noviembre de 2004, hay tres bloques bien definidos, los cercanos al gobernador: Alejandro Gutiérrez, Javier Guerrero y Miguel Arizpe. El segundo bloque lo forman ‘Los Siberianos’, aquellos que fueron marginados al frío político: Humberto Moreira y Raúl Sifuentes. El tercer bloque pertenece a Jesús María Ramón, el convidado de piedra, nadie lo invita pero está en todos lados”.

Según Jorge Arturo había seis precandidatos priistas al gobierno de Coahuila, lo cual se prestaba para el veleidoso juego cortesano. En ese entonces que los mercenarios, buscachambas y oportunistas acompañados de las lideresas de las colonias juraban y perjuraban su indeclinable lealtad al precandidato de su conveniencia, recordé una anécdota que viví allá por 1889-1990, y que muestra en todo su realismo la condición humana de estos especímenes.

En ese tiempo “gobernaba” en Coahuila el inefable “nalgas polveadas” -como le decía OFT- a Eliseo Mendoza Berrueto. Faltaban pocos meses para el “destape” de los candidatos del PRI a las presidencia municipales. Un amigo de juventud se desempeñaba como Secretario en el gabinete mendocista. Mis críticas periodísticas hacia el corrupto “gobierno” eliseísta, me habían acarreado la malquerencia de los cortesanos y efebos de Eliseo. Pero mi amigo era una excepción, eso creo.

Una tarde que caminaba por el costado del Palacio de Gobierno, oí una algarabía que salía del despacho de mi amigo. Por curiosidad entré al Palacio para ver a que se debían las porras y vivas hacia el Secretario. En ese momento mi amigo despedía en la puerta de su oficina al numeroso grupo que producía el relajo: eran las lideresas de las colonias marginadas.

Una vez que mi amigo despidió a sus interesadas “fans” me invitó a pasar a su oficina. Todavía con la euforia dibujada en su rostro y con voz de satisfacción me dijo: “Voy a ser candidato del PRI a la Presidencia de Saltillo, felicítame”. -¿Ya te lo dijo Eliseo? Le pregunté para confirmar la noticia. “No, contestó, pero me vinieron a dar su apoyo las lideresas, ¿Qué más quieres?” Con mi poco conocimiento sobre las cuestiones electoreras le dije: -No te creas de estas gentes. Andan recolectando dinero de los precandidatos. Que no te suban al columpio, pues el mismo apoyo que te dieron a tí se lo darán a todos. Tú conoces de estas cosas partidistas.

Sin razonar sobre mi escepticismo, me reprochó: “Lo que pasa es que tú no quieres que yo sea. Tú como mi amigo debes estar de mi lado...”. Antes de que continuara lo atajé: -Yo no soy el que decido. El que no quiere que seas Presidente Municipal de Saltillo es Eliseo. Y me despedí con una de mis frases favoritas: “El tiempo dirá quién tiene la razón”.

Meses después era “destapado” Abraham Cepeda Izaguirre como candidato del PRI a la Alcaldía saltillense, quien perdió la elección contra el panista de reciente ingreso, Rosendo Villarreal Dávila, como resultado de la concertace- sión que Eliseo hizo con sus patrones: Los dueños del GIS, los López del Bosque. Ante esto seguramente mi amigo agradeció mi escepticismo, diciendo: ¡Qué bueno que no fui! Aunque a decir verdad, Abraham Cepeda se ganó varios millones de pesos por legitimar el teatro.

¿Y las lideresas? En lo suyo, en la cargada institucional, rindiendo culto a su ‘disciplina partidista’, mostrando su total e incondicional sumisión a la “línea” del poderoso dedo del gran elector. Ninguna se acordaba en esos momentos, que meses antes habían “subido al avión” con su apoyo a varios precandidatos priistas, incluso a experimentados políticos.

Pero esto no es cosa del pasado. Se seguirá repitiendose con todos los precandidatos mientras el sistema de partidos, la compra de votos y las dádivas, sean el camino para llegar a los cargos de elección popular.

Independientemente de las veleidosidades políticas, a principios de 2005, a unos meses de la selección del candidato priista a la gubernatura del estado, los enterados insistían: que Humberto Moreira llevaba la ventaja en la intención al voto, por tal razón era creíble la versión de que si a Humberto no le favorecía la decisión del PRI, se lanzaría por otro partido, concretamente por el PRD en alianza con otros partiditos.

El otro competidor era Jesús María Ramón, quien no tenía la simpatía del gobernador Enrique Martínez y su popularidad no se incrementaba, por tal motivo se le veía como perdedor. Por su parte, Chuy María Ramón -con su cara de enojado- le exigió a Enrique Martínez que sacara las manos del proceso de la sucesión. Esto era como pedirle a EMM que no gobernara. ¿Por qué no le pidió Chuy María Ramón a Montemayor que sacara las manos cuando él era el candidato oficial del gobernador?

Del resto de los precandidatos ni qué hablar, sus posibilidades dependían de la decisión del gobernador. Por lo tanto, para algunos analistas no había vuelta de hoja: el próximo gobernador sería Humberto Moreira Valdés.

También es cierto que para enero de 2005, Jorge Arturo Estrada insistía en señalar: “Humberto Moreira sin fortuna personal ha gastado a manos llenas dinero ajeno, ha dejado infinidad de cabos sueltos. Anda de escándalo en escándalo. Curiosamente todos relacionados con malos manejos financieros. Puntea las encuestas, pero sería el más vulnerable. Cada día es más débil. Hasta en su relación con Enrique Martínez. Es un ejemplo de mucha audacia y poca inteligencia”.

También es verdad que por estos días, el “perredista” Juan Pablo Rodríguez se quitó la máscara, y en un alarde de “izquierdismo” puro, es decir de oportunismo, declinó públicamente sus nulas posibilidades de convertirse en candidato del PRD al gobierno de Coahuila, en favor del precandidato montemayorista Jesús María Ramón. Lo cual volvió a demostrar que el dinero compra todo... hasta el apoyo de los sinvergüenzas.

Y para mostrar el momento que vivía la sucesión gubernamental, el recién nombrado Presidente del PRI coahuilense, Miguel Arizpe Jiménez, puso énfasis en la antidemocracia priista y a propósito de las encuestas y las incontrolables campañas de los aspirantes señaló que en el PRI, las presiones de los grupos y de la opinión pública no cuentan ni influyen en la elección del candidato priista.

Por esta época, a principios de diciembre de 2004, Alfredo Dávila Domínguez, Arturo Rodríguez García y yo, nos fuimos de aventura periodística-turística a Chiapas, a la frontera México-Guatemala. El objetivo, hasta cierto punto obsesivo de Alfredo Dávila, era penetrar el territorio de los Mara Salvatrucha.

De Tuxtla Gutiérrez nos fuimos por carretera hacia el sur del estado, y después de pasar varios retenes del ejército mexicano llegamos a Tapachula, en la frontera México-Guatemala. Allí vimos una ciudad llena de policías de todas las corporaciones mexicanas. La Mara Salvatrucha los tenía allí, supuestamente para evitar que estos pandilleros, los más violentos del continente, siguieran apoderándose de esta región fronteriza, en donde la criminalidad ha sentado sus reales.

Aunque los Maras se han extendido desde Los Ángeles hasta El Salvador, pasando por Guatemala, México, Estados Unidos y Canadá, la frontera México-Guatemala se ha convertido en un paraiso de la impunidad para estos pandilleros, en donde realizan todo tipo de delitos: tráfico de armas, drogas, indocumentados; además de robos, secuestros, asesinatos y prostitución.

Para observar este mundo sin ley, nos trasladamos a Frontera Hidalgo, Chiapas (a una hora de Tapachula). Allí presenciamos sin tapujos ni recato el tráfico ilegal de mercancías, personas y todo lo que pudiera introducirse en ambas fronteras a través del río Suchiate, y bajo la mirada de soldados y policías mexicanos, quienes también se benefician de los delitos.

El tráfico abierto que vimos se hace entre Hidalgo, México y Tecún Umán, Guatemala, un miserable pueblo rebosante de prostitución, alcohol y droga, en donde el contrabando de mercancías y el tráfico de todo lo traficable es el pan de cada día.

Ante los ojos de las autoridades mexicanas se realiza el intercambio de dólares y pesos por quetzales o viceversa, el tránsito sin documentos de todo tipo de mercancías, y por supuesto de personas.

Como si fuera una imagen de hace 300 años, un hombre gordo, con tipo de gangster, sucio, estaba a la orilla del río, derritiéndose de sudor con la selva a sus espaldas, en una mesa llena de billetes de tres países, cambiaba dinero sin temor a ser asaltado.

Por cinco quetzales (siete pesos mexicanos) atravesamos, sin documentos, la frontera México-Guatemala, cruzamos el contaminado río Suchiate, para llegar al paraiso de la ilegalidad: Tecún Umán. Allí, en las calles cercanas al río, en cada cuadra hay prostibulos al por mayor, cantinas y tejabanes donde venden cerveza, alcohol y hermosas mujeres de distintas nacionalidades. La mayoría que vimos no rebasaban los 14 años, se dedican a atender a la clientela y a vender sus cuerpos a menos de 100 pesos mexicanos, con el fin de reunir fondos para pagar su traslado al sueño americano: Estados Unidos.

Después de vivir una serie de experiencias y recolectar información de esa kafkiana región, retornamos a Tuxtla Gutiérrez sin ninguna foto debido a que el río Suchiate cobró nuestra osadía, inhabilitando nuestra cámara fotográfica y los celulares. Pero nos salió barata nuestra aventura en la región de los Maras.

Luego vagamos por Chiapas: Tuxtla Gutiérrez, Chiapa de Corzo, El Sumidero, San Cristóbal de las Casas, Ocosingo, Toniná, Palenque, en donde disfrutamos sus ríos, cascadas, zonas arqueológicas, calles coloniales, gastronomía, artesanías y costumbres. Desde entonces Chiapas está entre nuestros estados preferidos.

Ya en los estertores del gobierno enriquista (enero de 2005), en la guerra de todos contra todos que se desata en los procesos electorales, apareció el nombre de José Ignacio Flores Guerrero entonces Tesorero del Congreso local y reconocido como uno de los enriquistas deshonestos.

José Ignacio presumía su gran amistad y cercanía con el gobernador Enrique Martínez, incluso aseguraba ser el principal socio en los negocios del gobernante, de allí que siempre está presente en las áreas redituables de las dependencias manejadas por su amigo y socio.

Flores Guerrero quien para sus amigos es “Bebe Nacho”, por su costumbre cotidiana de ingerir bebidas alcohólicas, tiene la fama de corrupto y ladrón, con un pasado lleno de traiciones y de eso podrá dar cuenta otro enriquista, el entonces director del Deporte en Coahuila, Carlos Ayala Espinoza.

Como contador privado egresado de la academia Coahuila, José Ignacio ha ocupado cargos importantes por la recomendación de sus amigos y socios que a todas sus responsabilidades políticas y administrativas se lo llevan. según dicen, para los negocios a la sombra del poder.

Según la denuncia: “José Ignacio Flores fue auditor en el sexenio de Eulalio Gutiérrez; luego funcionario del Infonavit en donde obtuvo gratuitamente dos propiedades. Una en la colonia Latinoamericana de Saltillo obsequiada por una costructora de Torreón, y otra en la Aurora que le regaló la empresa constructora Server, propiedad de los hermanos Sergio y Virgilio Verduzco Rosán, en pago por sus gestiones en la dependencia fe- deral”.

“Se tienen registros que en seis meses que estuvo en la tesorería municipal de Saltillo, en el interinato de Mario Eulalio Gutiérrez, a través del PAI (Programa de Acción Inmediata) Flores Guerrero desvió más de cinco millones de pesos”.

“Pero nada se compara con lo de ahora. El corrupto José Ignacio Flores, desde la tesorería del Congreso Estatal, promovió la construcción del nuevo edificio del Congreso, la remodelación del viejo y la construcción de una plaza pública que se llamará ‘Corredor o Plaza Legislativa’, y aún cuando no han salido a la luz pública sus ganacias, obtenidas, entre los diputados se habla de una suma millonaria”.

“En cuanto a sus ingresos ‘laborales’, Flores Guerrero gana en promedio 150 mil pesos al mes, ya que tiene las mismas canongías de los diputados. Además con el dinero de la tesorería del Congreso paga la servidumbre de sus casas, los choferes de él y su familia, el agua, el gas, la luz, la despensa y otros gastos familiares, sin faltar sus acostumbradas borracheras diarias”.

Sin embargo, el “peorcito” de todos los enriquistas señalados como corruptos y ladrones es Ignacio Diego Muñoz, que en ese entonces cobraba como Secretario de Planeación y Desarrollo.

“Con un negro pasado, Diego Muñoz llegó al actual gobierno con una gran fortuna ‘malhabida’ lograda en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari... sin embargo ha sido en la presente administración cuando logró graduarse con honores en peculado y corrupción, ya que utilizando su cargo ha incrementado su riqueza sustancialmente”.

“Antes del actual sexenio Ignacio Diego no tenía los terrenos que ahora posee en Ciudad Acuña, Coahuila, predios que colindan con la presa La Amistad... Diego Muñoz tiene además el mejor campo de golf del norte de Coahuila, ubicado entre Piedras Negras y el municipio de Nava que tampoco tenía, y recientemente estrenó una residencia valuada en poco más de cinco millones de pesos, en el Nogalar del Campestre en Saltillo, destacando la fachada del predio por tratarse de una réplica del museo ‘Marco’ de Monterrey”.

Otros que aparecen en la lista de los funcionarios corruptos enriquistas fueron: Inés Garza Orta, Amado Chapa, Gerardo Almaráz, Luis Antonio Valdez Espinoza, Mario González Rodríguez, Félix Flores Castro.y Abraham Cepeda Izaguirre. Luego volveremos con ellos...

(Continuará).
La tercera y última etapa
del sexenio enriquista...

 

 

 
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