Crónicas de un saltillense agringado
La realidad se puede romper
Por: Héctor Alejandro Calles Valdez.
—La realidad se puede romper Luisito. Pero es cosa de practicarle muy duro. ¿Ahí en tu escuela tienen computadoras verdad?
—Si hay Don Fernando, en el centro de computación, pero también puedo ir a un café internet. ¿Para qué quiere la computadora?
—Bueno, la realidad también se puede romper usando la computadora. Mira, primero necesitas buscar un juego de esos de, de… crucigramas. No, no, de esos no. Quiero decir, de los de laberintos, de esos que vienen en forma de cuadro y se hacen con puras líneas, que lo empiezas en un lado y con una raya tienes que ir dándole hasta hallar la salida.
--¡Ah, sí! Ya sé de cuales dice. Exclamó Luis entusiasmado. — ¿Y qué es lo que tengo que hacer para la práctica?
—Primero déjame te explico bien la teoría que vamos a trabajar: La luz ¿Qué hace la luz? Pues rebota en las cosas. Al rebotar produce que tú le veas forma y color a todo. A eso le llamamos “la realidad”. La realidad es lo que tú percibes con tus cinco sentidos y lo que usas para conocer esa realidad se le llama “el pensamiento”. Cuando no hay luz y no puedes ver nada, estás en “el lado oscuro”. Cuando no hay pensamiento estás en el lado “silencioso”. Cuando cierras los ojos, la luz no desaparece, porque sigues viendo luces imaginarias, aunque no haya ruido sigues escuchando sonidos porque tu mente los crea. Es igual con el pensamiento. El pensamiento nunca desaparece, solamente disminuye. Y la práctica se trata de entrar parcialmente en el lado oscuro de la realidad, es decir donde está oculta la forma con la que se crean las cosas.
—¿O sea que el lado oscuro no es la maldad Don Fernando?
—Sí lo es, pero a la vez no lo es. Más bien se trata de un truco muy astuto para que nadie indeseable entre ahí. Es como el gran espantapájaros que asusta a todos los metiches.
—¿Y entonces el diablo existe o no existe Don Fernando? Preguntó Luis con los ojos muy abiertos.
—Sí existe y a la vez no existe. El diablo es el celoso guardián del lado oscuro. Está ahí para perderte, para distraerte, para engañarte, para que nunca te liberes y tiene muchos disfraces, muchos nombres. Pero él solo se vale de las cosas que hay en tu propio pensamiento para sacarte de balance Tú haces el resto solito.
—Ya me dio miedo Don Fernando, y luego ¿Qué tal si me topo con el diablo por andar de buscón?
—No Luisito, en todo caso, te vas a topar contigo mismo. Por eso el ejercicio de romper la realidad. Una vez que se te cae la máscara, también se viene abajo el miedo interno. El lado oscuro es como, por decirlo así, “el cuarto donde está oculta la máquina que produce la realidad”, por eso nadie debe entrar ahí, porque si la descubres se acaba la realidad, se acaba el truco, se acaba la novela. Pero, a ver Luisito, dime ¿Tú por qué crees que inventaron la brujería? ¿Por qué algún loco inventó que a la media noche, de cada año bisiesto, usando conjuros muy extraños, con recetas que llevan cosas como patas de ranas, colas de escorpión, ojos de renacuajos, alas de murciélago y tonteras así se logran los resultados de la brujería?
—Mmmm, no pos no sabría decirle Don Fernando.
—¡Pues para hacerlo parecer tan complicado, tan horroroso, tan imposible que nadie lo intente! En pocas palabras, es un engaño usado para que no te des cuenta que no necesitas nada de eso para romper la realidad.
—Ahhhhh ya le entendí. No pues sí Don Fernando, con razón lo hacen ver tan misterioso.
—Bueno, pero ya nos salimos del tema. Necesitamos que cuando tengas tiempo vayas al café internet y busques los laberintos. Y cuando los abras, no los revises, solo empieza a resolverlos lo más rápido que puedas con las flechitas de tu teclado, tan rápido, pero tan rápido, que tus manos y tus ojos se muevan muchísimo más rápido que tu pensamiento. Por eso lo vas a resolver, porque vas a bajar el pensamiento al mínimo y al hacerlo entrarás ligeramente al lado oscuro, al lado silencioso, ahí donde está la máquina que hace la realidad.
—Oiga Don Fernando, tengo una duda que le estado queriendo preguntar.
—Sí, dime Luisito.
—No se vaya a enojar, pero, ¿Esos cuernotes que tiene en la cabeza, son porque lo engaña su mujer o de qué son?
“La realidad se puede romper”
Un cuento corto de Héctor A. Calles.
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