Un tal José
Ariel Colín Morales.
Serían cerca de la una, de un día nublado con entrecielos azules, rayos esquivos de sol y una total ausencia de cotorras volando y con una pizcachita de frío se presentó el mozalbete.
Magro alto y despeinado, nariz prominente y zapatos negros largos largos, un poco cacarizos pero presentables, los cuales me recordaron unos antes vistos en una litografía de Doré que retrataba a Alonso Quijano en una de sus tantas aventuras o desventuras, tratando de arreglar su mundo plano que ya no era plano y que no era más sostenido por cuatro tortugas gigantes como se quiera ver; pero no, este chico no era un “desfacedor de entuertos” ni descubridor de continentes era acaso un hombre en ciernes.
Muy serio y de forma tímida me preguntó por ella, al principio tartamudeando un poco, inseguro como contribuyente en un modulo del SAT en Hacienda; inseguro como marinero en puerto nuevo, de nuevos descubrimientos pero de viejas tierras; atizbando de lado, receloso, enfocando a lo lejos, fijándose en mi en voz bajita me dijo:
Mide como uno sesenta, de cabello lacio y obscuro, es delgada, de muy bonitas facciones, no es muy alta, vive aquí al lado y toma el camión allá enfrente, tal vez usted la ha visto pasar. Bueno tal vez no, porque de inmediato la reconocería acotó. Se llama Alejandra y estudia en la ciudad, no es de aquí, es de Acuña, estudia aquí como muchos otros, allí toma su camión la he visto con su mochila y su melancolía, no le habla a muchos porque en su tierra de donde es ella se quedaron sus recuerdos y sus risas.
Seguro si la ha visto! Insistió; es en las mañanas… bueno o tal vez ya no está, tal vez se regresó, partió, porque en esa casa viven muchos estudiantes de fueras y ella es de fueras! De otras costumbres de otras quimeras. Tal vez en una mañana de tantas, de un día común, de una mañana sin cotorras y sin frío, el humo de los camiones me hizo visible a sus ojos y me pudo ver materializado, con mis ojos llenos de “te quiero” y mi boca llena de deseo y eso la espantó; le magulló el deseo.
El chico en verdad estaba emocionado, se le salía el corazón a latidos, en directo le pregunté: ¿cómo te llamas? Sin fijar la vista, extasiado de ver el oasis de las entrañas de la casa, de los entuertos que no se aprecian sino sólo por los mismos internos me dijo con voz indiferente: José, quiero estudiar Artes Plásticas, estoy estudiando para ello, volviendo a mirar recordándome la fijación atávica que tiene el ser humano cuando ve el fuego en una fogata, grabado en la mente de cientos de miles de generaciones que lo han usado para su beneficio, fuego abuelo fuego seductor!
Viendo en él la mirada extraviada, conmovido le pregunté: ¿Por qué no le hablas, si tanto la has visto y tanto la conoces.. que te detiene? ¿Que porque no le hablo? No, no lo sé pero no! Con verla se me llena el gozo y con la esperanza de verla mañana se me llena el día y el alma! ¿Y si le digo algo que le moleste o no me hace caso? Prefiero verla y saber que diario toma su camión antes de las siete y que el orden del cosmos se desarrolla normalmente. Si le hablo y no me habla, el orden cósmico sacará de órbita a algún planeta o pasará una desgracia.
Si le hablo y no me habla... hay que forma de morir! Porque su ilusión me mantiene vivo. Rechinando los zapatos se movía como segundero de un reloj descompasado de melancolía de un lado a otro, tratando de calmar su ansiedad, desgastando su libido contra la cantera del piso y la suela de los catles ya no aguantaban muchos mas talles.
Se despidió amablemente, diciéndome que volvería, que buscaría un libro para regalárselo pero que tenía que ser especial, uno que hablara de amor y de vampiros, pero no esos vampiros fresas de las películas, de los vampiros que viven y aman para siempre, de esos él quería ser y que era ella a quien quería morder y tal vez la próxima vez lo intentaría.
Lo despedí quedándome con la duda en mi cabeza, si era un joven enamorado en busca de su amor; un vampiro enamorado mortalmente herido por el virus del amor o acaso un humano avampirado con ansias de morder… qué dilema!
Cada loco que te encuentras en la calle, cada cabecita loca que anda buscando atención y compasión para su mal y pensé hoy me tocó a mi! Pero siempre me toca a mi!! voy a comunicarme al antirrábico… ¿se pegará la rabia al dar la mano?... no sé, creo que no pero … traigo antojo de comer quiote ¿por qué será? |