Veneno Puro
*Los Papas Cuestionados
*¿Reformador o de Paso?
*¿Pero Cuándo Trabajan?
Por Rafael Loret de Mola.
Al Papa Pío XII le señalaron, discretamente porque en su época cuestionar al Papa era caer en el estigma, sus relaciones con Hitler cuando fue Nuncio en Alemania y después también; es fama que bendijo a los ejércitos fascistas, los de Mussolini, antes de iniciar las batallas iniciales de la Segunda Guerra Mundial y la comunidad judaica le acusó de no haber intervenido con mayor firmeza cuando conoció los horrores nazis en los campos de concentración. Muchos años después, Juan Pablo II visitó Auschwitz, la mayor de las prisiones en donde se consumó el Holocausto, como si se tratase de un acto de contrición por los pecados eclesiásticos de la época: sólo unos cuantos sacerdotes, con riesgo de sus propias vidas, se atrevieron a guarecer a los inocentes perseguidos.
Con el Papa Francisco –el argentino y jesuita Jorge Mario Bergoglio-, parece que existe una tendencia temprana a descalificarlo por ciertas sospechas sobre su cercanía con la dictadura, en concreto con el jefe de la Junta Militar, entre 1976 y 1981, Jorge Rafael Videla Redondo. La peor de las acusaciones insiste en que el jesuita no reaccionó ante la desaparición –y muerte, obviamente- de dos de sus hermanos de Orden, Orlando Yorio y Francisco Jalics. El segundo, por su nombre de pila, pudo haber sido inspirador para Bergoglio a la hora de imponerse su propia denominación como Pontífice. Por supuesto, el nuevo Obispo de Roma niega los señalamientos y aduce que, de acuerdo a ese tiempo, actuó con prudencia y energía... hasta donde le fue posible.
Juan Pablo II, el Magno, con quien tuve el enorme privilegio de conversar en dos ocasiones inolvidables para mí, tampoco se libró de la maledicencia. Este columnista ha insistido, pese a la admiración que profeso al ahora Beato, en sus tres graves fallas con relación a México: su extremada tibieza en torno del crimen contra el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo cuyos sucesores –en especial el ya retirado Juan Sandoval Iñiguez, quien sí votó en el Cónclave reciente-, no admiten las versiones oficiales armadas con los pies, esto es para darle salida rápida a un magnicidio que acaso prendió, desde entonces, la chispa de la violencia en abril de 1993 y luego vendría el año de la barbarie; la segunda fue la extremada tolerancia y protección al pederasta Marcial Maciel –muy hábil para los manejos financieros en una época en que la Santa Sede se había desangrado por las interrelaciones entre el Obispo Paul Marcinkus, gerente del Banco del Vaticano, y la mafia italiana a través del Banco Ambrosiano-; y, por último, el talante de las negociaciones con Carlos Salinas para posibilitar las reformas al artículo 130 de la Constitución, reanudándose las relaciones diplomáticas entre México y el estado Vaticano acaso con la factura del crimen contra el Cardenal Posadas de por medio.
Cada vez que se ha producido una crisis en el seno de la Iglesia, sobre todo cuando los sucesores de San Pedro son severamente cuestionados, los altos prelados defensores aducen que se trata de una nueva campaña del Mossad –la agencia de inteligencia de Israel- para cobrarse así pasadas afrentas y el hecho de haber señalado a esta comunidad como la verdadera responsable de los sucesos del Monte Calvario, sin medir que, en aquel tiempo, también Jesús provenía de Galilea en donde se profesaba el judaísmo. De allí, por supuesto, el encono entre quienes no reconocen a Cristo como el verdadero redentor y siguen esperando la llegada del Salvador, si bien aceptan que el hijo de Dios debe ser considerado uno de los grandes maestros místicos de la historia; no niegan su existencia, entonces, sino su condición.
En el caso del Papa Bergoglio, de ascendencia italiana por lo que es muy probable el apoyo de los cardenales italianos en la hora del Cónclave –más tomando en cuenta que el argentino fue el segundo más votado durante la elección del Papa Ratzinger y cedió sus cuarenta votos a la causa de éste reduciendo las incomodidades del encierro obligado-, se da una curiosa duplicidad: por una parte, pertenece a la Compañía de Jesús, fundada por el vasco Fray Ignacio de Loyola –nacido Iñigo López de Loyola, en Azpeita, en 1491, y canonizado en mayo de 1622 por Gregorio XV-, con aires siempre vanguardistas por lo que rivaliza, por ejemplo, con el Opus Dei, de ultra derecha; y, por la otra, ha sido fehaciente opositor del gobierno de su país, en especial de Cristinita Fernández y del marido de ésta, Néstor Kirchner, ya fallecido, en cuanto a las reformas sobre el aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo, tan de moda en las naciones que se proclaman modernas por ceder ante las presiones de estos grupos que buscan no sólo la igualdad –a la que no nos oponemos-, sino un conjunto de beneficios que los vindiquen tras centurias de persecuciones.
El Obispo de Roma, por tanto, se sitúa en la mitad exacta entre la tendencia reformista de los jesuitas y el ala más conservadora de la Iglesia que pretende dejar las cosas como están, incluso en lo referente a la discriminación de las mujeres quienes, hasta ahora, no pueden ejercer como ministras de culto, una cerrazón contraria a las líneas de nuestra era con fervor hacia la necesaria y justa igualdad de géneros. No son desafíos sencillos de superar si consideramos que alrededor del Papa Francisco existen Cardenales reacios a la menor modificación de los dogmas. Sobre este punto, la renuncia de Benedicto XVI, hecha efectiva el último día de febrero pasado, rompió con la condición de infalibilidad qu8e se concedía –hasta su muerte- a quienes ocupaban en “trono de San Pedro” y con ello vuelven más vulnerable, y limitada, cuando menos hasta este momento, la actuación de los Vicarios de Cristo.
Quienes han conocido de cerca al Papa Bergoglio insisten en que no es hombre que se deja manipular. Incluso, en la fotografía conocida de éste con el dictador Videla se observa claramente al prelado con la mirada hacia la pared, mientras Videla le invita a sentarse con la mano diestra. El rostro desencajado del entonces Obispo –fue ordenado sacerdote después de los treinta años de edad, un tanto tardíamente-, refleja el malestar del mismo ante el militar abominable. Es, sin lugar a dudas, un buen testimonio a favor del Pontífice.
Hay voces, igualmente, especulativas a todas luces, insistentes en que la llegada de Bergoglio al Papado, por cuanto cedió sus votos a Ratzinger en 2005, debió concertarse desde entonces; esto es, un periodo de transición corto –digamos tres años a lo más aunque se prolongara, en los hechos a más de siete años-, para luego ceder el bastón de mando al argentino. Tal sería una parodia que, de haberse dado, no tocaría a la mayor parte de los Cardenales, más del sesenta por cierto, designados por Ratzinger. Este hecho tira por la borda los ataques respecto a una especie de “entendimiento cordial” entre Benedicto XVI, en el retiro, y su sucesor.
De hecho, el Papa al mando aparece entre dos fuegos: los enemigos tradicionales de la Iglesia Católica –con gran parte de la comunidad judía de por medio, dominadora del cine bélico y de las historias de terror y ausencia de apoyo por parte de altos jerarcas eclesiásticos-, y los que forman parte de la ultra derecha dentro de la grey, temerosos de medidas “audaces” por parte del primer Pontífice latinoamericano de la historia. No es tarea sencilla, ni mucho menos, salir de semejante embrollo considerando además la cercanía de Ratzinger con buena parte de los Cardenales aunque se encuentre en retiro y dedicado, como dijo, a la oración; pero continúa siendo Papa Emérito y esta circunstancia, desconocida hasta ahora, previsiblemente contamine algunas de las decisiones que Bergoglio pretenda tomar al corto plazo.
Pese a todo, Francisco –no hay necesidad de ponerle número por tratarse del primero con este nombre-, parece moldeado para los tiempos actuales siempre y cuando sea capaz, desde ahora, de vencer las resistencias de los conservadores. ¿Podrá y querrá hacerlo? Falta muy poco para saberlo si se anima a venir a nuestro país para hablarnos de la “mexicanización” y su temible evolución.
Mirador
No dudamos, dadas las condiciones actuales, que el Papa Francisco sea capaz de convocar a un nuevo Concilio Ecuménico para modernizar a la Iglesia, rezagada en muchos puntos como la discriminación a la mujer y la segregación de aquellos católicos que encuentran la felicidad en sus segundos matrimonios después de haber roto con los primeros, sea por inexperiencia o por el nuevo rol de las mujeres en el mundo contemporáneo. La regla cabría en una situación de sumisión que las damas d hoy están muy lejos de alcanzar por cuestiones de cultura y dignidad. Es increíble, entonces, que no puedan ser ministras de culto, una demanda por demás justa y razonable.
Bergoglio sabe de estas cosas. Y es en situaciones como ésta en donde deberá probar cuáles serán las líneas a seguir por su Pontificado aun cuando no se estime demasiado largo: fíjense, cuenta ahora con setenta y ocho años de edad, uno más del límite impuesto a los Obispos y Cardenales para ejercer sus funciones. De hecho, el Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, emérito de la diócesis de Jalisco, apenas tuvo el tiempo justo para entrar al Cónclave: cumple ochenta años precisamente el 23 de marzo –efeméride del magnicidio contra Colosio-, y de haberse retrasado el mismo no hubiera tenido derecho a voto.
Y el Papa Francisco está a cuatro años de distancia para que se hubiera situado en una condición similar aunque se le observa fuerte y carismático. Pero sólo le distancia de Ratzinger nueve años, lo que hace probable un periodo corto. Sin embargo, uno de los grandes reformadores, quien convocó, para sorpresa de muchos Cardenales, el Concilio Ecuménico Vaticano Segundo, trascendente por infinidad de razones y que modificó no pocos arcaicismos, fue el Papa Juan XXIII, el bondadoso como se le conoce, y quien sólo pudo mantenerse como líder de la Iglesia cuatro años agobiado por un cáncer del que él ya tenía conocimiento al momento de ser electo.
El punto final lo pone otro símil: Francisco, el nuevo Obispo de Roma, sólo tiene un pulmón y, por ende, le aquejan las enfermedades respiratorias. El pronóstico no puede ser, por tanto, a largo plazo. El tiempo lo tiene en contra y él lo sabe.
Por las Alcobas
El Papa Bergoglio comenzó su periplo por el mundo visitando Brasil y su natal Argentina. Juan Pablo II hizo lo propio con República Dominicana y México, lo que nos acercó a él de manera muy estrecha. Precisamente, en enero de 1979, el joven Wojtyla –tenía “sólo” cincuenta y ocho años cuando fue designado Papa-, cuando recorría el trayecto entre la ciudad de México y Puebla –en donde presidió la Conferencia Episcopal Latinoamericana-, y observaba las vallas de multitudes que le aclamaban, volteó hacia el entonces Delegado Apostólico, Girolamo Prigione Pozzi, y le preguntó en voz baja:
--Todo esto está muy bien; ¿pero a qué hora trabajan los mexicanos?
Prigione sólo sonrió.
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LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL DEL PAPA FRANCISCO NO PUEDE IR EN CONTRA DE LA MODERNIZACIÓN DE LAS SOCIEDADES PERO TAMPOCO A FAVOR DE LAS MODAS LIGERAS Y ANTINATURALES. SITUARSE EN EL PUNTO EXACTO ENTRE AMBOS EXTREMOS ES UNO DE LOS MAYORES RETOS DE SU PONTIFICADO. TIENE CARISMA Y FUERZA INTERIOR PARA ELLO; SALUD QUEBRANTADA Y EDAD MUY AVANZADA. EL TRABAJO DEBE COMENZAR RÁPIDA Y EFICAZMENTE ANTE LOS TREMENDOS CONFLICTOS INTERNOS DE UNA IGLESIA VAPULEADA POR LOS ESCÁNDALOS. QUE ASÍ SEA... PERO YA PASARON DOS AÑOS.
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