Jesús Pacheco Martínez,
Explorador del pensamiento
Salomón Atiyhe Estrada.
En nuestro barrio La Polvorera, de Torreón, Coahuila, todos nos conocíamos, grandes y chicos. Convivíamos de cualquier manera. Jesús nació en 1943, yo en 1946. Éramos de esa rara generación de los que nacieron con la bomba atómica; lectores de grandes escritores, inquietos, con ganas de explorar más de lo que está sucediendo. A veces coincidíamos en el Templo Bautista Horeb. Jesús, era un muchacho taciturno, callado, leptosomático con todas sus características, sin embargo, le gustaba practicar la oratoria. Era profundo en sus reflexiones a pesar de su corta edad.
El ambiente de la época con sus grandes contrastes en lo económico, en lo político y en lo ideológico, en esa década de los sesenta, de repentinos despertares en que ronda en la cabeza de todos los jóvenes del barrio salir de ahí y no saber a dónde ni para qué; el tema de la Revolución Cubana y sus grandes personajes; la Huelga Ferrocarrilera y Demetrio Vallejo eran parte de nuestros discursos en los concursos de oratoria. La izquierda representada en el Partido Comunista de Arnoldo Martínez Verdugo, en el PPS de Vicente Lombardo Toledano y en la Liga Comunista Espartaco creada por José Revuel- tas; todo esto con sus grandes discusiones de “Un proletariado sin cabeza” y “Una cabeza sin proletariado”, o “El Partido Comunista Mexicano ante su disyuntiva histórica de su inexistencia”, eran temas de debate entre los intelectuales laguneros, maestros y profesio- nistas, líderes obreros y campesinos, que de alguna manera ejercían influencia en la inquieta juventud.
Jesús era uno de esos jóvenes inquietos captados desde sus estudios de preparatoria, yo le había perdido la pista cuando ingresé a la Escuela Normal de Torreón, de turno nocturno, pero en 1964, me esperaba en la banqueta de mi casa a las once de la noche, hora en que salía de la escuela para platicar, los primeros temas fueron de sondeo y luego me sorprendió con la invitación a militar en la Liga Comunista Espartaco, acepté y fue aquello una serie de círculos de estudio para formar “cuadros profesionales”. Los principales contactos con el Distrito Federal eran amigos laguneros que estudiaban en Filosofía y Letras de la UNAM, por eso se convirtió en una prioridad migratoria para muchos compañeros que fueron a dar a la capital, entre ellos Jesús. La LCE fue una organización importante en la Comarca Lagunera.
Posteriormente, “la guerra sucia” filtraba a casi todos los organismos de izquierda y viendo que era más la intelectualización que la acción, un grupo fuerte nos escindimos, entre ellos figuraba Jesús, nos etiquetaban como radicales. Para qué hablar de más recuerdos que deben quedar en el baúl, lo anterior lo cito para reforzar la idea del compromiso de mi amigo Jesús con las causas sociales, en la lucha contra la injusticia,
“Chucho”, como le decían los allegados, egresó de Filosofía y Letras de la UNAM. Se hizo maestro en el Colegio de Ciencias y Humanidades, Plantel Sur. Alternando como analista político, escritor, poeta y luego creo un periódico digital “La Palabra” al cual me invitó a colaborar publicando algunos poemas míos y artículos. La distancia que media entre la amistad se alivianó algo con el Internet.
En diciembre del 2014, Jesús, Marlene (su esposa) y yo, almorzamos en un café de Torreón mientras los recuerdos brotaban libremente. Fuimos sobrevivientes de una época muy peligrosa para los jóvenes románticos o que pecaron del “infantilismo de izquierda” y no vemos límites a nuestros deseos y esperanzas. En aquel café Martins en Torreón en una mañana fría, fue como estar en un espacio sin tiempo. Lo sentí tranquilo, reflexivo, explorador del pensamiento, pasamos lista a los camaradas que se nos adelantaron: Arturo García Reyes (“El Chino”), Mario Hernández Mesta… y en ese mismo momento entró la llamada telefónica del celular avisando del deceso de Perdomo.
Jesús Pacheco vivió la vida como él la quiso vivir, aun cuando en esa vida existen otras muchas vidas desconocidas en otros escena- rios. Después de almorzar, saboreando el café, cualquier pregunta que le hiciera le provocaba un estado de introspección parecido a la meditación, una estadía espiritual en la que prácticamente se renuncia a lo material, como explicando sin palabras la austeridad intencio- nada que suele caracterizar a los filósofos.
Compartimos experiencias, puntos de vista de la trágica situación de nuestro país en donde la violencia es una parte más de la vida cotidiana, analizada y expuesta en su página “La Palabra” como un voto contraído hace 55 años, la fidelidad de un creyente de la justicia y la democracia como vía de escape para nuestro país.
En honor al recuerdo de luchas compartidas, ¡salve maestro!
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