“Jimmy” y el Movimiento Pro Dignificación de la UAC
David Guillén Patiño.
Es una soleada tarde. El mitin programado está a punto de iniciar en la explanada de la rectoría, distante apenas dos cuadras del periódico. El edificio de arcos ha sido tomado.
Tan pronto arribo, me doy a la tarea de localizar a alguno de los líderes de la muchedumbre, con el propósito de conocer la evolución de la lucha estudiantil hasta ese momento.
En eso, atisbo su llegada por el bulevar Venustiano Carranza, metido en un pantalón de mezclilla y un saco de pana café oscuro. Erguido, se planta en medio de la explanada, desde donde dirige las actividades del nutrido grupo. Es el “Jimmy”.
Mirada elevada, rostro adusto, sus instrucciones son verticales. Por momentos, hasta un simple ademán basta para hacer que su equipo se movilice.
Muy pronto, el joven de la media melena desaliñada logra que una sección del tumulto se redistribuya en torno a la rectoría, bajo cuyos arcos ya resuenan agudas consignas.
Los demás quedan “en reserva” para lo que se necesite. Aún no queda claro si irán a una marcha o apoyarán a “los otros compañeros” que desde días atrás mantienen paralizados varios planteles de la Universidad Autónoma de Coahuila. Es 1984.
“La lucha”, denominada “Movimiento Pro Dignificación de la UAC”, a saber, “un parteaguas en la historia de la Universidad”, como bien lo describe Jesús Salas Jáuregui, uno de sus principales protagonistas, se encuentra ese día en su punto más álgido.
Sin dejar de vigilar los movimientos de los muchachos, muchos de ellos laguneros, y aún de pie en la plancha, parsimonioso, Jaime Martínez Veloz me indaga en corto: “¿Cómo ves, Guillén?”. Nadie imagina que la gesta universitaria estaba a unos días de culminar.
Primero, fueron las movilizaciones por la absorción de un grupo de escuelas (1971-1973); después, el movimiento por la autonomía, en 1973-1975; más tarde, la movilización sindical, la cual tuvo lugar entre 1975 y 1977.
La fase que ahora se vivía, de 1983 a 1984, la cuarta de este proceso de cambios, terminaría por darle forma a la máxima casa de estudios en Coahuila. Se estaba en busca de un régimen que permitiera, principalmente, acercar la ahora UAdeC "a los intereses sociales”.
Ello se da en el marco del proceso de elección de rector para el periodo 1984-1987, en el que participan Valeriano Valdés, candidato de Villegas Rico (rector saliente), así mismo, Armando Fuentes Aguirre, apoyado por los grupos enemigos de Villegas, y Jaime Martínez Veloz (“Jimmy”), postulante independiente.
El desarrollo de este exitoso movimiento, con sus vicisitudes, matices y anécdotas personales, es largo de contar, por lo que sugiero la atenta lectura al texto publicado por Martínez Veloz en 2011, titulado “Universidad Autónoma de Coahuila: Crónica de una Utopía”.
Es pertinente señalar que para cuando conocí a Jimmy, en este suceso que marcó a la entidad, ya había corrido mucha tinta en la prensa escrita, y fluido mucha saliva en la estación de radio XEKS, de Jesús López Castro. En este movimiento también jugaron un papel clave El Heraldo de Saltillo y El Sol del Norte.
Diríamos que me tocó una pequeña parte en la labor de escribir el colofón de este hito en la historia de la UAdeC, mismo que habían empezado a abordar periodistas como Conrado Charles, Ángel Sánchez y José Guadalupe Robledo, entre otros.
Días después, me veo otra vez en compañía de Jaime Martínez Veloz, en su auto compacto, tratando de interceptar el arribo, a Saltillo, de una turba de “porros” de la UAC, provenientes de la Unidad Laguna. Su propósito: atacar las instala- ciones de Vanguardia, a manera de amedrenta-miento, a fin de que cesen sus denuncias, documentadas, en torno a la Universidad.
Fue en las inmediaciones del ejido Padres Santos, por la carretera a Torreón, donde nos percatamos del acercamiento de tres camiones de pasajeros, atestados de estudiantes, algunos de ellos armados.
Pedí a Jimmy que acercara su vehículo a las unidades, a fin de fotografiarlas, a lo cual accedió, no obstante las amenazas que los muchachos nos proferían, mostrándonos a través de las ventanillas los rifles que portaban, entre otros artefactos.
Tan pronto capté las imágenes, retornamos a Saltillo, rebasando a toda velocidad a los camiones. Había que escribir cuanto antes dichas incidencias y entregar el material fotográfico para la edición del día siguiente. Jaime, por su parte, fue a alertar a su gente, bajo la creencia, equivocada, de que los esbirros iban a abortar la toma de instalaciones.
Los “porros” no tardaron mucho tiempo en llegar a Saltillo. Los camiones se estacionaron frente al Café “Tena”, para, minutos después, perpetrarse el ataque a la compañía editora de Armando Castilla Sánchez. Ante el caos generado por los jóvenes, fue imposible redactar la nota respectiva, en tanto, los rollos fotográficos que entregué “se perdieron”.
Pasa el tiempo, y veo al carismático Jimmy proponiendo al Gobierno del Estado un programa de carácter asistencial, que luego él mismo dirige, una vez instalado en unas improvisadas oficinas ubicadas en Abasolo y Manuel Pérez Treviño.
A partir de ahí, inicia una larga carrera política, dejando tras de sí el referido Movimiento Pro Dignificación y la dirección de la Facultad de Arquitectura de la UAdeC.
En Tijuana, pronto se ve involucrado indirectamente en el magnicidio del candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta, de quien fue colaborador en el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol). Pero el torreonense sale bien librado.
En 1996, es articulista de La Jornada y otros medios de comunicación, participa en la Comisión para la Concordia y Pacificación (Cocopa), de la que fue miembro en cuatro periodos, firmando los Acuerdos de Paz de San Andrés Larráinzar.
Fue dos veces diputado federal: primero, por la LVI Legislatura (de 1994 a 1997) y, después, por la LVIII (2000-2003). También fue diputado local en la XVI Legislatura del Congreso de Baja California.
En dos ocasiones se postuló como candidato a presidente municipal de Tijuana: en 2001 por el PRI, y en 2007 por el PRD, como candidato externo. A partir de 2013, encabeza la Comisión para el Diálogo con los Pueblos Indígenas de México, antes Comisión para el Diálogo y la Negociación en Chiapas.
Mi encuentro personal más reciente con Jimmy tuvo lugar en 1999, en Vanguardia, donde, a invitación del propio matutino, narró ciertos aspectos de su labor pacificadora, tras el alzamiento, el 1 de enero de 1994, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Yo me encontraba ahí promoviendo a Juan Antonio García Villa en su calidad de candidato a gobernador de Coahuila, por la novedosa alianza: PAN, PRD, PVEM y PT.
“Acabo de llegar de Chiapas”, me comentó en privado Martínez Veloz. Enseguida, extrajo de su mochila de cuero un montón de fotografías, inéditas, que él personalmente, aseguró, le había tomado al Subcomandante Marcos en su propia “guarida”, hasta entonces desconocida. Emocio- nado, me obsequió algunas, bajo la condición de que no las publicara.
La pasión con la que esa vez me describió el grado de agitación que en esos días se vivía en el sureste mexicano era prácticamente la misma que le vi cuando llevaba a buen puerto la lucha dignificadora de la Universidad Autónoma de Coahuila.
Prevalece el mismo espíritu de lucha social, tanto en él, como en todos aquellos que participaron en ese movimiento, entre los cuales también figuran Mario Valencia, Cruz Ruiz Negrete y el extinto Fernando Monsiváis, a quien le tocó la parte del sacrificio de esa intensa campaña.
Recientemente, la entonces estudiante de Arquitectura, “Ide Bond”, en tono nostálgico, me confió respecto de esos aciagos días, lo siguiente: “Mis recuerdos son muchos, buenos y malos, buenos porque hice lo que en creí era justo. Siempre me ha molestado lo injusto”.
“Ver a mis amigos convencidos de que nuestra causa era justa me motivaba, y cuando muchos íbamos tras un mismo fin, reflexionaba en mis adentros: ¿cómo podemos estar equivocados todos?”.
“Lo malo -recuerda también- fue que perdí un amigo, porque Fernando Monsiváis fue mi amigo, y su familia aún lo es, y seguimos en contacto; en ese momento que lo vi caído me di cuenta de lo real y delicado de lo que hacíamos, dolió mucho decirle adiós”.
Estoy cierto de que, al igual que yo, Jimmy comparte el sentir de Bond: “Y lo único que nos llevamos con nosotros son las vivencias, los recuerdos se quedan”. Me pregunto cuál será ahora el siguiente derrotero.
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