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el periodico de saltillo
Noviembre 2015
Edición No. 321



El álbum fotográfico

Alfredo Velázquez Valle.


Ya la conocía desde hacía no pocos ayeres. Sin embargo, la cercanía, esa que permite la convivencia diaria, ha resultado una aliada invaluable para (re) descubrir lo que ella ha sabido ser en medio de una vorágine de acontecimientos que lleva sobre su existencia la que en su tiempo fue la Dirección General de Educación Pública y que hoy es la SEDU.

Las siglas de esta institución gubernamental dirán muy poco si no se ahonda en los procesos de conformación de razones que terminan en lo último que debería importar: los nombres. Así es con ella, su nombre y apellidos, aunque inusuales, poco dicen de la persona que ha sido y continúa siendo a pesar de los avatares que implica el ser “profesora de tiempo completo”; el entrecomillado es porque ella, muy a pesar de los tiempos que hoy nos devoran, mantiene vivo el ethos del profesional de la educación, ese sobre el cual ya pocos reflexionan y mucho menos, se ocupan.

Así mismo, poco ha sido lo que ella ha relatado de su vida profesional que ya se antoja demasiado como para retenerlo en la memoria. Los trabajos y los días le han conformado el temple con el que se confrontan las adversidades y las ingratitudes de un sistema que ha sabido ser arto desafecto; también la han determinado los logros, las bondades que reportan el ser “profesora de tiempo completo”.

Quizá algún día ella quiera relatar en páginas lo que ahora nos relata entre prisas, interrupciones y quehaceres del trabajo cotidiano. Vivencias que no pocos escuchamos con el interés propio de los que nos desenvolvemos en el ámbito de la escuela; paradójicamente, la SEP despoblada de maestros se niega tozudamente a escuchar a los “profesores de tiempo completo” y ha prestado oídos a una numeralia desenfrenada, obsesiva. El número ha sustituido a la palabra.

Como el prisma con sus múltiples caras, así la maestra Selina Faz Chuck posee la riqueza de las mujeres que han sabido aprovechar la vida misma para enriquecerla con el aprendizaje sin fronteras que reporta el ser “profesora de tiempo completo”; porque un pedagogo jamás petrifica sus conocimientos y los enclaustra en un título que reposa conocimientos del ayer aprendido.

En ella, ha permanecido el inenarrable y batallador espíritu del investigador, del que pregunta, del que experimenta y que conserva, por sobre todo, la capacidad de asombro por lo que llega a través del inmenso mar océano del tiempo y el espacio.

Ese viejo-nuevo espíritu investigador y degustador de nuevas experiencias la ha llevado a aprender gastronomía, caligrafía, practicar la microhistoria y coleccionar retazos, cualesquiera que estos sean, de lo que a Piedras Negras (su patria adoptiva) atañe.

Es a este puerto donde he querido encallar las naves de las palabras que, provenientes del mar de ideas que bullen en mi cabeza, quieren expresar lo que para mí, como aficionado del quehacer histórico, es merecedor del comentario, de la congratulación y del infaltable “gracias”.

Hace ya tiempo que el Archivo Histórico de la S.E.D.U. ha quedado conformado en fondos; desde su creación en junio de 1989 este catalizador de historia educativa ha vivido procesos de transformaciones -no siempre afortunadas- que le han dado la forma y contendido actual.

Dentro de estos fondos se encuentra el dedicado a las fotografías que desde su creación (1898) la entonces Dirección General de Instrucción Primaria había venido enriqueciendo y preservando. Hoy, se les resguarda con esmero.

Pues bien, entre la profesora-investigadora que es Faz Chuck y el Archivo Histórico hay una relación que data ya de tiempo atrás.

Interesada por su tierra natal, como ya quedó dicho, ha dedicado no poco de su tiempo y sus recursos a compilar y respaldar aquellos de entre los más delicados documentos que nos hablan de la historia educativa del municipio fronterizo.

Las estadísticas de Piedras Negras (verdaderos catalizadores de información valiosísima sobre la escuela coahuilense porfiriana) que son sin duda alguna el material más valioso y propenso a la aniquilación por el tiempo ya vivido, ha sido fotografiado, con cámara de alta resolución, y de esta forma asegurada su información. Hasta el día de hoy, es la única persona que ha digitalizado (afortunadamente algo de la documentación estadística de dicha memoria histórica).

Ha hecho más y es quizá por lo que debería seguirse relatando lo que ella misma no hará.

Entre las obligaciones del trabajo y los ratos que ella ha dedicado a este objeto, ha quedado concluido un álbum fotográfico que invariable y nostálgicamente nos lleva al recuerdo de lo que eran antiguamente estos libros fotográficos familiares.

Además de quedar plenamente resguardadas estas fotografías de época, han quedado también, en el mejor de los marcos (contexto dirán los arquitectos) que hacen de la imagen el elemento central del ojo humano, que le observa y le interroga.

Este trabajo realizado en cartulina negra, papel calca, con esquineros de papel que cuidan los bordes de la fotografía, además de excluir el uso de pegamento del cual han llegado con no pocas cicatrices (además de perforaciones), y con los respectivos pies de página en una bella letra con manguillo, manuscrita y cursiva, y en pastas forradas en percalina termina por constituirse, a través de la imagen, en un placentero viaje donde el sentido de la vista recrea una época ya ida; aunque en casos como éste, aún no perdida del todo.

Por la dedicación, por el tiempo no remunerado, por la inversión hecha, por el amor con que le he visto trabajar este hermoso álbum fotográfico, no resta sino decir gracias maestra Selina Faz Chuck; de usted se aprende no solo del discurso pedagógico, de la práctica docente, de legislación y ejercicio sindical, de ortografía, de buena redacción, de sabrosos platillos, de cultura general; también se aprende a valorar las manualidades y a disfrutar de una hermosa caligrafía que también nos recuerda el estilo con que nuestros padres y abuelos escribían nuestros nombres.

 
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