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el periodico de saltillo
Noviembre 2015
Edición No. 321



La cultura a la vuelta de la planta (industrial)

JABA

No sería necesario enfatizarlo, Saltillo es un una ciudad, primeramente industrial, en segundo lugar comercial y en tercero, estéril. A partir de la década de los 70’s, un pueblo antiguo, de acento cultural, se convulsionó hasta ser lo que hoy representa: una ciudad donde se hace todo para los automóviles. A partir de esta aseveración, intentaré hacer un breve perfil de los hombres que habitan esta capital semidesértica.

Generalizando, existen en nuestro amado terruño, tres clases de personas productivas. La primera es “el industrial”. El ingeniero que gana bien y gasta bien. Un ser que vive la mayor parte del tiempo sincronizado a los tiempos de producción. Alguien poco interesado en procesos sociales, políticos o filosóficos; ¡no hay tiempo para pensar en eso!

Un ente que es motivado por el capital y el estatus quo. Sus formas de esparcimiento se avocan a reproducir el modelo de “buen ciudadano” que los países desarrollados han implantado en el resto, por medio de contenidos culturales (novelas, series de TV, tendencias de moda, etc…). Para lograrlo, es necesario contar con capacidad adquisitiva, pues es por medio del consumo que se consigue esta meta ilusoria.

Ahí es donde entra el segundo perfil del saltillense: el comercial. Es fácil notar un florecimiento en bares, restaurantes, boutiques y plazas comerciales. Es decir, este sector viene a cubrir las necesidades de realización del primer mencionado perfil. Su éxito o fracaso dependerá, en gran medida, de la aceptación o rechazo de la clase industrial, y por lo mismo, sus ofertas de servicio deberán ser tan sofisticadas o alineadas, como la tendencia del momento lo determine.

Hasta aquí todo pareciera miel sobre hojuelas: una sociedad que se “empodera” a partir de buenos empleos, con una gama de opciones de entretenimiento más o menos aceptables, para así redondear el ciclo económico local.

¿Pero qué pasa con el resto de penitentes con una vocación distinta a la comercial o industrial?

Es difícil delimitar este cúmulo de personas, pero bien, podemos hablar de deportistas, artesanos, hombres de oficio, intelectuales y artistas. Todos aquellos seres, productores del plano intelectual, conceptual, abstracto y estético.

En este panorama industrial-comercial, ¿dónde, usted, ciudadano, puede apreciar espacios de desarrollo cultural que estén a la par de los antes mencionados? Es ahí donde se pone estéril el panorama a para los desdichados con inclinaciones de éstas índoles.

¿Cómo desarrollar un pensamiento crítico si la Universidad Autónoma de Coahuila tiene todas las características de una universidad del Estado, sin contrapesos ideológicos? ¿O qué decir de los institutos, estatal y municipal, de cultura, donde salen y entran directores en medio de escándalos de corrupción? Como el caso de Iván Márquez, quien obtuvo una casa en su periodo a cargo del Instituto Municipal de Cultura (IMC), con un monto muy superior a sus ingresos.

El caso de Mario Ochoa, ex rector de la UAdeC, quien posee una mansión en Arteaga y diversas propiedades; o el ingeniero José Palacios, quien también fue destituido de su cargo al frente del IMC, luego de Iván Márquez; o la inexistente agenda de la Secretaría de Cultura…

Los soñadores que no tienen cabida en esta ciudad industrial-comercial están, a la fecha, destinados a vivir en esa zona estéril. Se ha impuesto una cultura apócrifa que poco representa o dignifica las ideas de los pensadores locales. No se honra el pensamiento local. Estas personas no cuentan con canales, ni espacios, ni presupuestos adecuados para hacer sus respectivas tareas.

Al hablar de soñadores, hago referencia a todos aquellos que se han dado a la tarea de la reflexión, de la confección de íconos identitarios, de la investigación y la sensibilización. Es decir, el gueto que tiene la función de mostrar a los demás lo que no está bien, lo que ha de ser cambiado, porque simplemente no funciona.

Lejos quedaron los años de efervescencia ideológica y cultural en Saltillo. Nuestros artistas, deportistas y académicos mueren de hambre afuera de los parques industriales. La nueva cultura es tan barata como el dinero sin propósito lo es, y la “Atenas de México” se ha convertido en una “micro Detroit” alojada en el subdesarrollo.

 
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