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el periodico de saltillo
Noviembre 2015
Edición No. 321


Qué tan “Populista” puede llegar a ser la
Legalización de la Mariguana



El populismo es, lo que quizá no es. “Qui lo sa”. Posiblemente los “motos” que
buscan su legalización, puedan explicarlo algún día, por lo pronto, se cierne
su presencia hasta en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

 

Adolfo Olmedo Muñoz.

El populismo puede ser todo menos una doctrina, ni religiosa, ni política, o una tesis ideológica, y aunque el diccionario lo consigna como: “Régimen político que intenta buscar apoyo en las masas populares y que desea defender a éstas” (SIC) es sin embargo para muchos, algo así como la pérdida de la razón política; la locura por insatisfacción de caprichos de arrogancia; la eclosión de inconfesables pasiones de poder por el poder, de tener por carecer; de crecer por complejo de no ser más que un pequeño entre los insignificados del lumpen de la política.

En un sentido figurado podríamos decir que el populismo no tiene más madre que su propia orfandad ante un Estado fallido, fundido por la corrupción; abatido por la inseguridad y desvalido por las desigualdades económicas y sociales. Aun cuando no existieran, de facto, tales condiciones, sino que hayan sido previamente enclocadas por un irresponsable ejercicio de la libre expresión.

Y aun así, no tiene madre, pues bien podríamos hallarlos asidos a la teta de una izquierda trasnochada como a una derecha mezquina y amarga, según la ocasión. Se mueven, como las hetairas y los abogados, “cuando tienen al cliente encima”: Su clientelismo es contestatario, oposicionista, ácrata.

Sin embargo, debemos reconocer que el populismo no es nada nuevo. El viejo Imperio Romano, tuvo que echar mano de ese “mecanismo”, vía “pan y circo”. En nuestro país, en diferentes etapas de nuestra historia, desde el imbécil Antonio López de Santa Anna hasta rebuscadas fórmulas de la “apertura democrática” de un priista de controvertida memoria.

En el resto del continente latinoamericano, ni qué hablar: En Argentina, en Brasil… ha dejado legados importantes para el ejercicio de la actividad política, pues el populismo dura lo que dura la postura de enajenación social, pues si ese populismo combatiente resulta triunfante, las normas, los lineamientos, el deber ser, los derechos individuales y muchas veces la razón jurídica, les son molestos, por lo que endurecen su postura al grado de provocar una dictadura, que como nos muestra el devenir histórico, tarde a temprano gesta una nueva revolución “democratizadora”.

Como el populismo no es una doctrina política, ni tiene una ideología cierta y es más una estrategia, su desarrollo puede ser soterrado, encubierto incluso por destacados actores de la cultura que se subrogan la “vox populi” como moneda de uso para alcanzar también un beneficio, aunque sea tan solo el de la “fama pública” cotizable ante las élites de la propia sociedad hecha Estado. Una especie de “chantaje culterano”.

Ese puede ser el sustrato mezquino de un debate que ha puesto de pie a los medios de comunicación sobre un asunto que más parece una postura oportunista, la de un magistrado de la SCJN, Arturo Zaldívar, que un trato serio, científico, sobre el consumo generalizado de una droga, so pretexto de la defensa de un derecho a la libertad de consciencia.

Pamplinas, por no decir ma… más calificativos. El argumento de que cada persona debe poder tomar todas aquellas decisiones relativas a la vida propia y al desarrollo de la personalidad, me parece un sofisma de la peor calaña, aunque se curan en salud advirtiendo: “rindiendo cuentas a sí mismos y como mejor juzgue”, y aquello de que: “siempre y cuando al hacerlo así, no afecten derechos de terceros”.

No sabría entonces definir hasta qué punto sería legítimo permitir a un asesino serial, violar y matar a sus víctimas “rindiendo luego cuentas a sí mismo y como mejor juzgue”. Ello en aras de la defensa de una “libertad de consciencia”; ¡Hágame usted el “refabron cabor”!
No quisiera pasarme de “sospechosista”, pero todo lo anterior, aunado a la presencia irresponsablemente tolerada por Gobernación, de grupos de anarquistas, mercenarios disponibles ante cualquier pretexto para socavar un orden que a todo el país le ha costado mucho sostener, tiene un origen incierto pero no inocuo.

Los anarquistas podrán también sostener (con la complacencia del magistrado de la Suprema Corte Arturo Zaldívar) que tienen derecho a actuar como quieran, si luego “rinden cuentas a sus consciencias, como mejor lo juzguen”

¿La piel de cordero o la salea del diablo?, ¿quién realmente mece la cuna del nonato?; ¿Hay un solo nonato?; ¿Podemos sospe- char un cierto futurismo político?

Todos parecen asuntos aislados en el espectro de la política, pero desde el punto de vista sociológico, repre- sentan signos más que indu- bitables de la existencia de un cáncer en la estructura del Estado.

Es cierto, todos los para- digmas han cambiado: El absolutismo es absolutamen- te intolerable, lo cual, per se, puede constituir una afirma- ción, y puede subsistir algún tipo de absolutismo, o resur- gir, si se quiere ver así. El Estado, de acuerdo a las teorías organicistas de la sociología, constituye un ente “vivo”, que puede en su momento, actuar “como mejor juzgue” y hacer oídos sordos ante fenómenos de apariencia populista, con lo que “un magistrado, no haría verano”.

Pero puede también, y ese es el más grave peligro, quedar en un simple “dejar hacer y dejar pasar”; algo así como un (con el debido respeto a los cuida coches) “viene viene”, si no es que un simple espectador, y de- jar correr los acontecimien- tos, de los que no hay un futuro comprado.

Y aunque existe una definición enciclopédica, más que un régimen político constituye una corriente de acción política con matices oportunistas de populismo ateizante; un populismo dogmático; un populismo socializante, al menos hasta el momento en que se alcance el estatus “burgués”.

Conforme se acerque el 2018 veremos mimetizarse a organismos fantasmas, al amparo de una creciente participación de las llamadas redes sociales, que no dejan de ser harto aleatorias en el desarrollo de esta nación poco madura y poco cons- ciente de su historicidad política.

 
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