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el periodico de saltillo
Noviembre 2015
Edición No. 321


Mis sexenios (90)

José Guadalupe Robledo Guerrero.

Tercera y última etapa
del sexenio enriquista

A mediados de 2005, estaba en su máxima expresión la grosera corrupción que se había instaurado en la policía municipal de Saltillo durante los últimos años, precisamente en las “administraciones” de Óscar Pimentel González y Humberto Moreira Valdés.

Como era lógico, en el “año de Hidalgo” del sexenio enriquista, el director de la policía municipal, Segismundo Doguin Martínez, traía a sus hampones con placa policiaca extorsionando a cuanto ciudadano se les cruzaba en el camino.

Mientras los policías se daban vuelo extorsionando y agrediendo a los saltillenses, los otros delincuentes sin placa hacían su agosto robando, agrediendo y secuestrando a los ciudadanos con la protección de la policía, según aseguraban los afectados.

No había duda que Segismundo Doguin terminaría el trienio humbertista, porque el alcalde interino, Ismael Ramos Flores, era una extensión del mal gobierno municipal del entonces precandidato enriquista a la gubernatura, Humberto Moreira, a pesar de que los organismos de la inicitiva privada y múltiples ciudadanos tenían años exigiendo que se cesara al director de “Seguridad” Pública Municipal.

En cierta ocasión Humberto me había dicho que Segismundo Doguin no había sido nombrado por él, sino por alguien de más arriba que sin duda alguna era el gobernador Enrique Martínez. Lo cierto es que Doguin había mostrado una brutal incapacidad, o mejor dicho una evidente y ren- table protección a los delincuentes; además de nula honestidad.

Por esos días, mi hijo Alejandro que venía de una reunión con Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, otro de los precandidatos al gobierno de Coahuila, fue detenido arbitrariamente a dos cuadras de nuestro domicilio por policías municipales, la intención era extorsionarlo, el pretexto: que venía hablando por celular a las 2:30 de la madrugada, y se lo llevaron a la comandancia de la policía municipal, en donde lo robaron, gasearon, patearon y le inventaron que venía manejando en estado de ebriedad.

Por experiencia sabía que lo que le había pasado a mi hijo Alejandro era en respuesta a las constantes críticas que se le hacía en El Periódico... a la polícia municipal y a su director Segismundo Doguin, por eso publiqué una carta dirigida al gobernador Enrique Martínez en donde le daba a conocer la agresión que había sufrido mi hijo, no para que hiciera algo en contra de los delincuentes policiacos, sino para que quedara constancia que Enrique Martínez al igual que todos los gobernadores que conocí, nada hacen por terminar con los abusos e ilegales violaciones a los derechos de los coahuilenses.

En esa carta le decía al gobernador:
“Me dirijo a usted como última instancia en el Estado, y porque en alguna ocasión que yo me quejaba de otro ilícito perpetrado en contra de mis derechos constitucionales por parte del director de la policía municipal, Segismundo Doguin, el entonces alcalde de Saltillo, Humberto Moreira, me dijo que él no podía hacer nada con ese funcionario policiaco, pues se lo habían nombrado ‘desde arriba’, desde el Palacio de Gobierno”.

“Por otro lado, publico esta carta porque no quiero que le suceda lo mismo que a una anterior que le envíe a través de uno de sus cercanos colaboradores, el ingeniero Francisco Niebla Vargas, en donde le comentaba que uno de los dos sujetos que balearon mi automóvil en la puerta de mi casa, la madrugada del 11 de junio de 1995, se desempeña actualmente como juez penal: Alberto Campos Olivo”.

“Pero a pesar de que no hacía ninguna petición, mi carta no fue contestada oficialmente, ni fue removido de su cargo el sicario, que hoy sigue disfrazado de juez en la estructura judicial de su gobierno”.

“Esta vez deseo comentarle la cobarde agresión de que fue objeto mi hijo Alejandro por policías municipales, quien fue golpeado impunemente en el interior de la comandancia policiaca. La detención de mi hijo se hizo a las 2:30 de la madrugada el pasado sábado primero de julio, en la esquina de Paseo de los Maestros y Francisco Murguía, a dos cuadras del domicilio familiar. El pretexto fue que venía hablando por celular, pero el objetivo verdadero era extorsionarlo. A esto se ha dedicado la policía municipal desde hace años, y más ahora que es el año de Hidalgo”.

“Al no darles dinero ni aceptar el motivo por el que lo detuvieron, mi hijo fue acusado de andar ebrio, y fue amedrentado por cuatro patrullas que se dieron cita en el lugar, a donde acudí al llamado de mi hijo, y para que quedara claro que mentían en su acusación, Alejandro aceptó que los policías lo llevaran a la comandancia policiaca para hacerle un análisis”.

“Allí en la comandancia le pusieron la falta que ellos argumentaban mentirosamente: conducir en estado de ebriedad. Luego le robaron el dinero que traía, lo gasearon y lo golpearon los ‘guardianes del orden’, incluso una de esas raras mujeres que andan disfrazadas de policías también lo pateó. Lo detuvieron entre dos, los demás lo golpearon en las costillas, el torso y las piernas, lo derribaron y en el piso lo siguieron pateando”.

“Este hecho no es único, es el pan diario. El día que detuvieron a mi hijo, se encontraban presos otros ciudadanos golpeados por la policía. Tampoco es la primera vez que alguien denuncia la corrupción y los abusos policiacos. Insistente- mente durante todo su gobierno, se han señalado hasta la saciedad estos ilegales y alevosos hechos. Basta ver la prensa para constatarlo”.

“No sé si fue usted o su secretario de ‘seguridad’ pública quien nombró al principal responsable de la corrupción y los abusos policiacos, pero creo que como gobernador tiene el poder -y la obligación- para dictaminar lo conducente, que no es otra cosa que devolverle a los saltillenses el estado de derecho”.

“Pongo a su disposición, por si usted se interesa, los nombres de los principales agresores de mi hijo con placa policiaca: Isaias Muñoz Pérez y María de la Luz Ibarra Frías, de la patrulla 30219, además Juan Antonio Dávila y José Refugio Rodríguez Castro”.

Hasta aquí la carta publicada, la cual tampoco fue contestada oficialmente, ni hubo alguna acción para corregir las ilegalidades policiacas. Así fue durante el gobierno enriquista, pero la memoria colectiva parece no recordarlo...

La corrupción en Coahuila a mediados de 2005 estaba a todo lo que daba. Eran los últimos meses de Enrique Martínez en el gobierno estatal. En la Contraloría Mayor de Hacienda, refugio de Ricardo Álvarez García, estaba pendiente que se informara en dónde y cómo había quedado el caso de las desviaciones de recursos de la Secretaría de Educación Pública por 1,600 millones de pesos.

Mientras el dinero público desaparecía de las dependencias municipales y estatales, el contralor Ricardo Álvarez se hacía pendejo disfrutando la nueva casa que se había mandado construir al norte de Saltillo, la cual -según los que la conocieron- era una vivienda digna de un millonario.

En esos días también la demagogia y la simulación estaban a la orden del día. Mientras Enrique Martínez declaraba que la educación había sido prioritaria en su gobierno, Coahuila ocupaba el 28 lugar (de 32 incluyendo el D. F.) en calidad educativa. Qué bueno que la educación fue prioritaria para EMM, si no ya no existieran ni las escuelas...

Poco antes de la elección del candidato priista al gobierno de Coahuila, mi amigo y compañero de páginas Jorge Arturo Estrada, escribía en El Periódico... su visión y sus conclusiones sobre los personajes involucrados en el proceso eleccionario, y decía:

“De arranque, el más fuerte aspirante a la gubernatura era Alejandro Gutiérrez. Lo tenía todo. Afecto de Enrique Martínez y Roberto Madrazo, estructura estatal, un cargo público (Senador) que le proporcionaba visibilidad y lucimiento, y la percepción de que él sería un finalista indiscutible”.

“Sin embargo, cayó en el juego de los demás. Cometió indiscreciones. Y lastimó a un amigo. El saldo no es el mejor. Era el delfín , pero aun tiene posibilidades”.

“Humberto Moreira es quien más a apostado y arriesgado. Él eligió la popularidad como su carta fuerte. Con escaso talento propio, y de la gente que lo rodea, con base en carretadas de dinero del erario, según afirman sus detractores, ha logrado ser el más conocido de los aspirantes y encabezar las encuestas... Humberto presume su fortaleza personal, habla de rupturas, y amenaza. Jugó a ganarle al gobernador”. Hasta aquí Jorge Arturo...

El 17 de julio de 2005, en las elecciones internas del PRI, finalmente ganaba el candidato oficial de Enrique Martínez, el Delfín del gobernador: Humberto Moreira Valdés.

En la contienda interna priista compitieron cuatro precandidatos: Humberto Moreira Valdés, Javier Guerrero García, Alejandro Gutiérrez Gutiérrez y Heriberto Ramos Salas.

La noche de ese domingo electoral, Alejandro Gutiérrez dejó constancia sobre la intervención pública del gobierno enriquista en las elecciones internas del PRI, denunciando que el Secretario de Gobierno, Horacio del Bosque Dávila, había operado políticamente el apoyo de la administración estatal para Humberto Moreira, y como si la intención fuera demostrarlo, ese mismo día Horacio del Bosque se separaba de la Secretaría de Gobierno para incorporarse a la campaña de Humberto Moreira.

Gracias a ello, Horacio del Bosque fue durante el sexenio humbertista diputado local plurinominal y presidente de la Junta de Gobierno del Congreso del Estado, y posteriomente secretario de Obras Públicas hasta su muerte el 7 de julio de 2010.

Una vez electo el candidato del PRI que sustituiría a Enrique Martínez en el gobierno de Coahuila, se iniciaría la campaña política de los contendientes para participar en el último acto de la comedia electorera: las elecciones que se efectuarían el 25 de septiembre de 2005. Ese día instalarían las urnas para que los coahuilenses fueran a “elegir” como gobernador de Coahuila al favorito de Enrique Martínez, y de paso a los presidentes municipales y a los diputados locales.

El candidato panista que contendería contra el Delfin enriquista sería Jorge Zermeño Infante. Para algunos ciudadanos la farsa electoral parecía que no contaba con el ánimo ciudadano, y que el abstencionismo -como siempre- impactaría la elección gubernamental.

Pero otros, por el contrario, pensaban que la votación se incrementaría por dos razones: Por un lado, los sectores panistas, empresariales y de la clase media y alta acudirían a las urnas creyendo que podrían ganarle al candidato del gobernador; y por otro lado, el priista Humberto Moreira y el panista Jorge Zermeño estaban obligados a comprar todos los votos que pudieran, para que su triunfo electoral fuera contundente, sin impugna- ciones ni dudas, salvo las acciones criticadas de siempre: el acarreo masivo, la compra de votos y el apoyo del poder al candidato oficial.

Lo cierto era que ambas fuerzas, la priista y la panista, involucradas hasta los tuétanos en el circo electorero montado por Enrique Martínez, seguían jugando a la democracia a la mexicana, comprando votos a través de los vividores que pastorean a la masa que persiste en continuar arrodillada frente a los que les dan dádivas y les compran su voto.

Para algunos ciudadanos pensantes, la elección interna del PRI con dados cargados, el silencio de los demás partidos ante la desviación de recursos públicos y las violaciones impunes de Humberto Moreira, hacían parecer que la cúpula partidista del PAN estaba de acuerdo con Enrique Martínez, y por supuesto con la llegada de su Delfín Humberto Moreira al gobierno de Coahuila.

Como en todas las últimas elecciones coahuilenses, el alboroto que hacen los partidos de “oposición”, denunciando a los contrarios y alabando a los de casa, no es coherente con las acciones que se realizan. Pero cada pueblo tiene el gobierno que se merece, pues los políticos corruptos, incapaces, simuladores, cínicos e ignorantes que tenemos son un claro reflejo de la sociedad.

Durante su campaña política, Humberto Moreira aseguró lo mismo que Enrique Martínez, que la educación sería prioridad en su gobierno, lo que demostraba su enorme cinismo, pues en la docena trágica de la educación coahuilense, Humberto y otro de sus iguales, Óscar Pimentel González fueron los principales responsables del brutal deterioro y el impune saqueo que realizaron en la secretaría de Educación Pública.

Para deslindarse de Enrique Martínez, durante su campaña Humberto Moreira declaró que no pertenecía a ningún grupo político. Pero se le olvidaba que durante el sexenio enriquista tuvo sus principales cargos políticos: secretario de Educación Pública y alcalde de Saltillo.

También se le olvidaba que Enrique Martínez le había permitido el saqueo de la SEP y del Ayuntamiento de Saltillo para que comprara voluntades y con el aplauso de los beneficiarios de las dádivas, se convirtiera en gobernador. EMM le regaló la gubernatura a HMV.

Aún así, Humberto se ostentaba como independiente de todos, en más de una ocasión declaró que ningún grupo empresarial lo apadrinaba, pero se le olvidó del apoyo que tenía de los lenones y los dueños de los giros negros, y que éstos son empresarios. La simulación y la mentira siempre fueron parte inherente de Humberto Moreira.

Por eso, en aquel tiempo yo me preguntaba en un escrito ¿Para qué tanta agresión a la inteligencia de los ciudadanos? ¿Para qué tanta simulación y cinismo? si con la corrupción e impunidad de Humberto, sabíamos que el gobernador Enrique Martínez lo haría su sucesor...

(Continuará).
Tercera y última etapa del sexenio enriquista...

 
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