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el periodico de saltillo
Noviembre 2015
Edición No. 321


El poder a través de la historia

“La idiotez es la enfermedad más extraordinaria. No es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás.”

Salomón Atiyhe Estrada.

El poder enferma. Es un dicho muy socorrido por su fidelidad demostrada en la práctica. En la política es ampliamente visible cómo el poder otorgado a un individuo mediante el voto pareciera que conlleva el virus maldito de Nerón: Abusar del poder es ya una costumbre en nuestra joven e imperfecta democracia.

“El complejo de Napoleón” se le atribuye a los chaparros que opacados en su vida suelen transformarse cuando se les otorga algún poder sintiéndose emperadores; deriva también de esta actitud el llamado “Síndrome del ladrillo”, es decir, les dan un puesto o rango mayor y se marean, actuando de manera diferente a como eran antes de ser promovidos. Napoleón decía que la grandeza se media de la cabeza al cielo y no de los pies a la cabeza para anteponer su inteligencia a su baja estatura. Tratando de colgar un cuadro, Napoleón, se esforzaba sobre la pared; uno de sus guardias le dijo: “Permítame su Excelencia, yo soy más grande.” Napoleón le contestó: “Serás más alto, más no más grande.” El poder suele conceder muchas facilidades para transitar a la sinrazón, incluso a la locura.

“El virus de Nerón” se atribuye a Nerón Claudio César Druso Germánico, Emperador de Roma. Su gobierno funcionó bien mientras tuvo el asesoramiento de Séneca, luego actuó con gran crueldad. Causó la muerte de su madre y de sus esposas. Cuando el ejército y el senado se le rebelaron, se suicidó. Gobernó del 54 al 68.

Nerón iba una noche con sus amigos por las calles de Roma, cuando pasaba el senador Montano con su esposa, mujer de gran belleza. El Emperador y alguno de sus amigos se echaron sobre la mujer con intención de violarla. El senador la defendió y consiguió ahuyentarlos con ayuda de su guardia personal que le acompañaban. Después se enteró que en el grupo estaba Nerón, a quien no había reconocido. Entonces escribió al Emperador presentando sus excusas. Nerón leyó la carta y se echó a reír:

- Conque se ha atrevido a perseguirme y sigue con vida. Eso no lo puedo permitir.

Luego de lo cual dio órdenes secretas a sus guardias que, pocas horas después, asesinaban al senador.

Cuentan sus biógrafos que uno de los cortesanos del Emperador le dijo un día:

- Después de mi muerte, no me importaría que el mundo entero ardiera…

- Pues a mí, si a de arder el mundo, me gustaría verlo. (repuso Nerón)

Pocos días después, efectivamente ardía Roma. Muchos historiadores suponen que el autor de aquel crimen fue Nerón. Y mientras la ciudad ofrecía el triste espectáculo de las incontrolables llamas, el emperador, imperturbable, cantaba acompañado de su lira.

Fue tanto lo que este monstruo hizo, que perseguido por todos tuvo que huir y se refugió en la casa de un antiguo esclavo al que había concedido la libertad: Nerón le rogó que lo matara y éste no se atrevió. Por lo que Nerón pronunció una de las frases suyas que se hicieron famosas: “¿Es posible que no encuentre ni amigos que defiendan mi vida ni enemigos que me la quiten?”

Napoleón Bonaparte comprobó en el terreno de la verdad su grandeza, al pasar a la historia como uno de los más grandes militares. Nació en Córcega, cursó estudios militares en Francia y se graduó a los 16 años. General de Brigada a los 24 años durante la Revolución Francesa. Primer Cónsul de la República en 1799. Se coronó Emperador de Francia en 1804. Derrotó los ejércitos de numerosos países de Europa y extendió sus dominios por todo el Viejo Mundo. Situó a sus hermanos y familiares en los tronos de Europa. Derrocado en Waterloo, permaneció en la Isla de Santa Elena hasta el fin de sus días.

En 1814 fue obligado a retirarse a la Isla de Elba, a la que llegó como soberano, después de abdicar como emperador de Francia en Fontainebleau. Pero no tardó en cansarse de la vida de la pequeña isla y organizó su vuelta a Francia. Hizo el viaje de retorno en un bergantín, dos fragatas y cuatro falúas. Iban con él un puñado de partidarios decididos, mil cuarenta hombres en total. A los veinte días de haber desembarcado, Napoleón hacía su entrada triunfal en París. El Constitucional, un diario de entonces, dio las noticias del regreso de Napoleón de la siguiente manera:

“El sanguinario ogro ha abandonado su guarida.”

Después de su desembarco en Francia, el libelo informaba: “El bandido de Córcega está en Francia.”

Cuando ya Napoleón, en su primera etapa hacia París, había llegado a Grenoble, el diario reportaba: “Bonaparte se encamina hacia París.”

Tres días más tarde se expresaba así: “Napoleón prosigue su avance triunfal.”

Cinco días después: “Mañana hará su entrada en París el Emperador de los franceses.”

Y al siguiente día, se refería a Napoleón de esta manera: “Su Majestad real e imperial ha llegado a la capital de sus estados.”
La corona le fue devuelta sin derramar una sola gota de sangre francesa.

Conforme aumentaba su poder la prensa mejoraba sus expresiones sobre él; me pregunto ¿cómo se expresaría la prensa que atentó en el 2006 contra Andrés Manuel López Obrador tildándolo de “peligro para México” si ganara las elecciones presidenciales en el 2018? El Poder es el Poder.

Nicolás Maquiavelo, con su libro “El Príncipe” fue el ideólogo de las monarquías, les enseñaba cómo conservar el Poder y cómo utilizarlo, mientras que Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), con su libro “El Contrato Social” fue el ideólogo de los republicanos, de los demócratas; aunque al parecer, los políticos actuales continúan consultando a Maquiavelo y al preferirlo demuestran que les interesa más el poder por el poder mismo y no para dar poder al pueblo.

Sin embargo, la Vida de Nicolás Maquiavelo nos enseña cómo utilizar la información para escalar puestos en la administración pública. En 1448, Nicolás Maquia- velo, de 29 años de edad, fue nombrado secretario de la Segunda Cancillería de Florencia, que manejaba los asuntos exteriores de la ciudad.

La selección fue inusual: Maquiavelo era de relativamente baja cuna, no tenía experiencia en política y carecía de un grado en leyes u otra calificación profesional. Pero tenía un contacto en el gobierno florentino, que lo conocía personal- mente y veía gran potencial en él. Y, en efecto, Maquiavelo descolló entre sus colegas en la Cancillería por su incansable energía, sus incisivos informes sobre asuntos políticos y sus excelentes consejos a embaja- dores y ministros.

Obtuvo prestigiosos encargos, viajando por Europa en misiones diplomáticas; se encontró con César Borgia, con objeto de indagar las intenciones de ese implacable estadista acerca de Florencia; fue a Francia para reunirse con el rey Luis XII; a Roma para conferenciar con el papa Julio II. Maquiavelo se quejaba con sus amigos de que él hacia todo el trabajo difícil, solo para ver a un poderoso ministro presen- tarse en último momento para terminar el trabajo y llevarse todo el crédito.

Muchos de sus superiores, decía, eran estúpidos y flojos, y ocupaban sus puestos en virtud de su cuna y relaciones. Él estaba desarrollando el arte de tratar con esos sujetos, le decía a sus amigos, buscando la manera de usarlos en vez de ser usados.

Las observaciones de Ma- quiavelo siguen vigentes en la actualidad ya que el poder no es usado para el bien común sino para enriquecerse a sí mismos. En la autocrítica que se realizó el PAN destaca el mal uso del poder como la causa que los llevó a perder y no ser ya el partido del cambio.

 
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