Matrimonio homosexual, estrategia de Estado
Apolinar Rodríguez Rocha.
En ejercicio de mi derecho de Opinión sobre un tema social.
Ha de saberse, que en este hermoso Estado de Coahuila, ha sido aprobado el mal llamado matrimonio entre personas del mismo sexo. Al respecto, los legisladores han asegurado que ellos no han hecho más que regular una realidad social, reconocer estas uniones de hecho que se daban en la sociedad entre esta minoría social. La malicia de la mente jurídica indica sin embargo, que la intención subyacente del práctico legislador y el motivo de la Ley, no reside en lo expuesto en el discurso oficial sino en lo subyacente.
En verdad el homosexualismo, el lesbianismo y demás preferencias sexuales no es algo nuevo en la sociedad, la caja de Pandora se abrió posterior a los años 80 del siglo pasado, y su culmen con x personas, banderas del homosexualismo en el mundo; sin embargo, los medios informativos seguían desde entonces el desarrollo y expansión de una enfermedad de transmisión sexual mortífera, contagiosa, degenerativa y mortal conocida popularmente como “EL SIDA” o VIH. La información documentada en todo el mundo, durante media década, reflejaba como el grupo social más propenso, estadísticamente, a esta enfermedad a la minoría HOMOSEXUAL, atribuyendo esto a la forma antinatural de sus prácticas sexuales, por las razones que se encuentran en el medio informativo más extenso INTERNET, donde incluso dan cuenta de lo caro que resulta al Estado brindar medicamentos y atención médica a este sector de la población.
De tal suceso, resulta, que es bien probable que el Estado, siempre a la expectativa, requiriere un padrón de los practicantes de tal proceder, más las condiciones sociales obligaban a los practicantes a mantenerse en el anonimato y la clandestinidad por la discriminación y el estigma social, unos cuantos avezados pululaban por el mundo, sin orgullo más con libertad, una libertad que les otorgaba el no estar regulada su conducta por la Ley, que siendo como es un derecho la sexualidad, es una práctica íntima, que a nadie incumbe, sino a quien la practica, como medio de satisfacción de sus necesidades sexuales, quien más quien menos de formas naturales, antinaturales, artificiales e incluso delictuosas.
Una cualidad o característica era común a este grupo minoritario: la promiscuidad. Esto es, alejados de la regulación sus prácticas eran promiscuas sin opción legal a una estabilidad familiar, social y legal de pareja estable, esto trascendía a la realidad social multiplicando el número de personas infectadas. No es descabellado pensar que el Estado, preocupado por ello, haya resuelto terminar con la clandestinidad, a través de abrir la puerta a regulación legislativa de uniones de personas del mismo sexo, mas no con el conocido discurso de la benevolencia al grupo minoritario, sino del sesudo proceso de crear el padrón de homosexuales a través de su registro en matrimonios.
Esto es, para un homosexual una acta de matrimonio significa de hecho revelar su homosexualismo, del cual el Estado tendrá buen cuidado de hacer público a través del mas público y humano registro: el Registro Civil. Engatusados con el discurso político de la benevolencia del matrimonio homosexual, los grupos minoritarios a que se refiere, celebraban con pompas y globos el reconocimiento del llamado matrimonio, más lo que celebraban no es el reconocimiento sino la oferta Estatal de premiar con el reconocimiento su confesión de preferencias sexuales. Admitieron esa ley, con la oferta de acceder a prestaciones sociales, que el gobierno mexicano no ha podido cumplir a la generalidad de la población.
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