Mis sexenios (89)
José Guadalupe Robledo Guerrero.
La tercera y última etapa
del sexenio enriquista
Para imaginarnos cómo era el ambiente oportunista (comprado con dinero y puestos) que prevalecía en Coahuila durante la precampaña de los aspirantes priistas al gobierno del Estado, recordaré una anécdota de uno de los tantos cortesanos del sistema, lacayo de los poderosos en turno y empedernido aviador, Sergio Guadalupe Reséndiz Boone:
A mediados de junio de 2005, concerté una cita con el regidor Jorge Rosales Saade, para conocer los pormenores de la demanda penal por peculado electoral que habían interpuesto los panistas en contra de Humberto Moreira.
Llegué temprano a la cita, y mientras esperaba la hora de la entrevista me senté en la plaza de la Presidencia Municipal a disfrutar el sol mañanero y el fresco clima de la mañana.
Allí me encontraba reflexionando sobre la divinidad solar, cuando de improviso me abordó el regidor priista Sergio Guadalupe Reséndiz Boone, quien me entregó uno de los libros que había editado el ayuntamiento saltillense, y sin agua va me soltó una andanada de su acostumbrada palabrería hueca, acrítica y publicitaria en favor de su jefe y mecenas en turno: Humberto Moreira Valdés.
Haciendo gala de mi paciencia monacal me receté 15 minutos de panfletaria propaganda, que sin ninguna consideración me vomitó en la cara el “profesor” Reséndiz Boone, comisionado Ad Vitam por el magisterio coahuilense, quien para esos días ya era un consumado lacayo humbertista.
En esos interminables minutos supe lo que pueden lograr los sustanciales bonos monetarios que reciben los que sin pudor se pliegan a las órdenes de quienes tienen el poder de repartir dinero y chambas. Supe también hasta dónde puede llegar la falta de dignidad de los profesionales del halago, la lambisconería y el servilismo. Reséndiz Boone me hizo ver tanta estulticia.
Sergio Reséndiz, sin hacer pausas intentó convencerme de que Humberto Moreira era el Mesías que aun están esperando los judíos. Pero Reséndiz no se midió, sin compasión me eructó el mismo rollo que les receta a las gentes que por un bote de pintura, una despensa de 50 pesos o un tinaco, venden su voto. ¿Tan jodido me vería?
Según el vividor de Reséndiz, Coahuila sin Humberto iría a la catástrofe. Y como todos los humbertistas descerebrados, Reséndiz exaltó el inigualable trabajo del alcalde Moreira.Y defendiendo lo indefendible, el lamepatas destacó las míticas cualidades que según él tenía su mecenas Humberto Moreira: ¡honestidad!, ¡capacidad!, ¡lealtad!, ¡transparencia!, etc., etc.
Hasta ahí llegó mi paciencia franciscana. Cuando escuché tantas pendejadas, mi Alter Ego salió de su trance espiritual para defender mi inteligencia, mi otro yo dejó de hacer yoga y contestó indignado: ¡Por favor Reséndiz! no te confundas, conozco a Humberto.
Le recordé que Humberto Moreira tenía una denuncia penal por peculado electoral, por los excesos y desviaciones que le encontró el Congreso en las cuentas públicas de 2003, y que faltaba revisar las de 2004 y el primer semestre de 2005. Le pedí algo imposible para los lacayos: “Ve el despilfarro de los recursos del municipio de Saltillo que Humberto ha derrochado desde que es alcalde. Investiga cómo se gastó -y sigue gastando- millonadas de pesos del presupuesto de la Secretaría de Educación”.
Le pregunté: ¿Cómo es posible que alguien que se dice profesor apoye al que desmadró la educación pública de Coahuila, y al que es señalado por su voracidad y malos manejos en todos los cargos públicos que ha ocupado? ¿Qué ha hecho Humberto Moreira para mejorar el transporte público, la cultura, la salud, la seguridad pública y el desempleo?
Lo cuestioné: ¿Cómo es posible que le rindas pleitesía a la corrupción, intolerancia, demagogia, simulación, incapacidad y cinismo de Humberto Moreira? y le proporcioné muchos otros datos que decían ignorar los lacayos humbertistas, pero la verdad es que se hacían pendejos.
Luego de mi contestación, la respuesta de Sergio Guadalupe Reséndiz Boone fue de antología: “Tiene razón -me dijo- pero hay que darle tiempo a que corrija sus errores”.
En ese momento confirmé el por qué la política es un mugrero. Huí del lugar esbozando una sonrisa de conmiseración y lástima, porque estoy convencido que la pendejez es contagiosa, de lo contrario no fueran tantos...
Empantanado en la ilegalidad, la incertidumbre, el derroche de recursos de origen desconocido, la ingobernabilidad y la lucha por la permanencia en el poder, el proceso de la elección interna del PRI parecía estar en un callejón sin salida.
Sin considerar los excesos de Humberto Moreira, los cinco restantes aspirantes priistas: Jesús María Ramón, Alejandro Gutiérrez, Raúl Sifuentes, Javier Guerrero y Miguel Arizpe, hicieron todo en su momento por conseguir el apoyo del gobernador Martínez, o en el mejor de los casos su imparcialidad en el proceso, tal como siempre lo exigió Jesús María y posteriormente Alejandro y Raúl. Pero ninguno consiguió nada, ni siquiera la atención del oído de Enrique Martínez.
Luego de fracasar ante la sordera del gobernador decidieron irse por la libre. Jesús María Ramón abandonó la contienda priista y anunció su posible candidatura por la Unidad Democrática de Coahuila (UDC), pero no renunció al PRI. Lo último que se supo es que había dejado colgados a los udecistas y no se registró como su candidato.
Por su parte, Raúl Sifuentes se puso a pelear legalmente contra el “candado” priista que le impedía registrarse como precandidato en la elección interna de su partido. Esta lucha logró retrasar la convocatoria del PRI. Luego cuando el TRIFE dio su fallo a favor de los “candados” priistas, la impugnación fue la siguiente etapa de la lucha sifuentista. Y en ese terreno estaba para principios de julio de 2005.
Alejandro Gutiérrez también echó a andar otra estrategia, y a finales de junio dio a conocer su diagnóstico sobre la situación coahuilense, en donde basó su propuesta a la ciudadanía de solución a los graves problemas de Coahuila, que entre otros eran: desempleo, inseguridad pública, uso ineficiente de los recursos públicos, pobreza extrema, inaccesibilidad de los pobres a la salud pública, despilfarro, etc., etc.
A pesar de que Alejandro aclaró que su diagnóstico no era una confrontación con Enrique Martínez, su declaración fue tomada no sólo como rompimiento con el gobernador, sino como un informe negativo de la administración enriquista, debido a que con su diagnóstico de Coahuila, Alejandro delineó la forma en que sería su participación en la contienda priista: “No soy el candidato de la ‘línea’ ni aceptaría serlo... Me inscribiré desde el principio y seguiré hasta el final... No declinaré a favor de nadie... Convocaré a la sociedad civil para que salga a votar, y si vota yo seré el gobernador... Sé lo que puedo hacer por Coahuila y los coahuilenses... Hay una necesidad de cambiar la actitud y la forma de gobernar”.
Con esta declaración, a la que los medios minimizaron, Alejandro Gutiérrez se había puesto al frente de la disidencia y las inconformidades de los sectores pensantes y de grandes núcleos de todas las clases sociales. En esos momentos, se llegó a creer que el rumbo lógico de los acontecimientos vislumbraba una alianza de Alejandro Gutiérrez con Jesús María Ramón y Raúl Sifuentes. Incluso se aseguraba que esa alianza ya era un hecho.
Por otro lado se afirmaba que en el bando contrario estaría el cuestionado Humberto Moreira y el que se consideraba su patiño, Javier Guerrero; y como es su estilo, Miguel Arizpe estaría de mirón. Humberto presumía que él era el candidato del gobernador Enrique Martínez y que contaba con el apoyo de Elba Esther Gordillo, mientras tanto Javier decía que lo apoyaba Beatriz Paredes y que era el “caballo negro” del gobernador.
Para pincipios de julio de 2005, el escenario interno del PRI cobraba certidumbre, pues los coahuilenses ya sabían quién era el candidato del “dedazo” enriquista, y quiénes eran los que lucharían por derrotar al gobernador y a su elegido. Esta situación respondía al análisis de nuestro compañero de El Periódico..., Jorge Arturo Estrada García, quien desde antes había afirmado que el próximo gobernador sería el que se ganara a Enrique o el que le ganara a Enrique...
Por aquel entonces como un ejercicio burlón, publiqué en El Periódico... un texto titulado “Compromisos de precampaña de Humberto Moreira”, en donde incluí lo que consideraba las verdaderas propuestas del humbertismo, lo que pensaba que iba ser el gobierno de HMV. A continuación reproduzco estas propuestas:
--Terminaré por darle en la madre a la educación pública, para qué estudiar si hay la alternativa de vender drogas o prostituirse.
--Haré crecer el desempleo en Coahuila, porque la ociosidad es la madre de todas las libertades del “mundo libre”.
--Incrementaré la inseguridad pública para distribuir la riqueza: que los desempleados roben y secuestren a los que tengan empleo.
--Hermanaré a Coahuila con Sodoma y Gomorra.
--Utilizaré el erario público para el culto a mi persona, con el fin de globalizar el desmadre de Coahuila.
--Impediré a los pobres el acceso a la salud pública, entre más pobres mueran habrá menos pobreza.
--Fortaleceré la cultura de la cumbia y de los corridos prohibidos. ¡Muera la inteligencia y la cultura pensante!
.-Acabaré con la crítica periodística y la libertad de expresión, para que los críticos no cambien el destino moreirista de Coahuila.
--Combatiré la inteligencia, el talento, la capacidad y la honestidad, porque son un pésimo ejemplo para mi gobierno.
--Perseguiré a los disidentes y críticos. Nadie podrá pensar lo que yo no les permita.
--Llenaré el Estado de expendios de vino, tienditas de narcomenudeo, tables dance, prostíbulos, antros, cantinas, burdeles y fumaderos de opio, para hacer realidad la felicidaad terrenal del pueblo y de la sociedad civil.
--Permitiré la venta de drogas en las escuelas de todos los niveles, para que la niñez y la juventud empiecen a adaptarse.
--Dejaré que la policía extorsione a los ciudadanos, para que eleven sustancialmente su calidad de vida.
--Crearé el peor sistema de transporte urbano, para que los ciudadanos hagan ejercicio.
--Desviaré los recursos públicos a donde me dé la gana, para eso voy a ser el gobernador.
Ciudadano, no desconfíes de los compromisos de Humberto Moreira. Su historial como “servidor público” muestran su congruencia. Vota por Humberto Moreira y Coahuila será otro. Coahuilense, imagínate a nuestro Estado como paraíso de la drogadicción, la prostitución, el desempleo y la corrupción.
Narcotraficantes, lenones y pandilleros ¡Uníos! Coahuila es nuestro.
¡Vamos por más! Hay un gran botín que nos espera.
Hasta aquí el texto burlón, desafortunadamente no me equivoqué. Así fue el gobierno del candidato de Enrique Martínez...
Finalmente, algo que se creía increíble sucedió: Ismael Ramos Flores, principal cómplice de los desvíos y malos manejos del erario municipal, fue impuesto como Alcalde Interino en sustitución de Humberto Moreira que pidió licencia para irse a la precampaña para gobernador de Coahuila.
Su influyente jefe en turno, Humberto Moreira, consiguió la anuencia del gobernador Martínez, para que en los próximos cinco meses continuara maquillando las cuentas públicas y de paso, siguiera despilfarrando los dineros del ayuntamiento saltillense en promocionar la imagen del “profesor” que se fue como precandidato oficial a la gubernatura de Coahuila.
Sin haberse resuelto la denuncia penal por peculado electoral en contra de Humberto, y sin haberse revisado las cuentas públicas de la alcaldía saltillense correspondientes al año 2004 y el primer semestre de 2005, Ismael Ramos se convirtió en alcalde interino.
Para entonces Ismael Ramos ya tenía una carrera burocrática (¿o delictiva?) como él mismo presumió, tenía 20 años en el “servicio público” ligado a las chambas de la Presidencia Municipal de Saltillo, trabajando para panistas y priistas, y sirviendo de cómplice a cada pandilla por igual.
Para nadie era un secreto que Ismael Ramos fue el principal cómplice de las raterías, desvíos y despilfarros de los dos últimos alcaldes priistas de Saltillo: Óscar Pimentel González y Humberto Moreira Valdés, a quienes sirvió como director de Egresos y Tesorero respectivamente.
Por ese motivo, afirmaban los conocedores, Ismael Ramos era uno de los dos “servidores públicos” más solicitados por la corrupción institucionalizada. El otro de sus iguales era Jorge Torres López, quien también en los trienios municipales de Pimentel y Humberto, se destacó por su complicidad en el mal manejo de los recursos públicos como Tesorero y Contralor municipal respectivamente.
Pero qué podíamos esperar de Ismael Ramos, quien trata de imitar a su padre (Lito Ramos) contando malos chistes y siendo el bufón de los poderosos en turno. Además, Ismael proviene del establo de otro corrupto: Carlos de la Peña Ramos “El Cabal”, ex alcalde de triste memoria y muchas raterías. Y por si fuera poco es cuñado de otro de sus semejantes: Jesús Ochoa Galindo, y pertenece al grupo de “Los chicos Tec”, cuyos integrantes hacen lo indecible e impublicable por tener una buena chamba, como “El Coleóptero” José María Fraustro Siller...
(Continuará).
La tercera y última etapa del sexenio enriquista... |