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el periodico de saltillo
Octubre 2015
Edición No. 320


Catujanos I

Rufino Rodríguez Garza.

Para completar y revisar 3 sitios más de Mesa de Catujanos, salimos un miércoles del pasado mes de julio del presente año.

La Mesa de Catujanos está en el municipio de Candela. Candela como pueblo está a 100 kms. al oriente de Monclova y la Mesa se sitúa a 20 kms. de la cabecera municipal. La mesa es una fortaleza natural, primero fue usada por los nativos y después por los españoles en su lucha contra los indios de la región.

El nombre de Catujanos se debe precisamente a unos indios que allí habitaban a la llegada de los europeos allá por el siglo XVI.

El Cronista de Candela, el querido profesor Pedro Tijerina Ortegón, él, y más de uno de sus familiares, han sido alcaldes de tan pintoresco municipio. A don Pedro se le debe la introducción de la electricidad, pues se agenció un generador en Estados Unidos y gracias a ésta inversión el pueblo contó con la energía eléctrica para la luz, los radios y otros enseres propios de los hogares candelences.

Gracias a las gestiones de don Pedro se consiguieron los permisos y el guía. De Saltillo salimos a las cuatro de la mañana y para las 7 estábamos desayunando en el restaurante junto al ayuntamiento y colindando con la casa del cronista. Partimos hacia la Mesa al filo de las 8, y media hora después, empezamos a cargar las mochilas con las cámaras, el agua y algo de alimentos. Ya nos estaba esperando una persona de la hacienda con los burros para poder llegar a la cima, rápido y no tan cansados. Cabe aclarar que a éste lugar sólo se puede llegar caminando (a pié o en burro), o por aire como lo hacen los dueños de la referida hacienda. Los dueños son descendientes directos de Santiago Vidaurry... “quien fungió como gobernador de Nuevo León y anexó éste estado con Coahuila”.

Es una hacienda ganadera donde se cría ganado con fines comerciales. El actual dueño es el señor Alberto Milmo Garza, tataranieto del polémico personaje.

Candela también tuvo otro nombre: Cármen Romero Rubio, esposa de Don Porfirio Díaz Mori.

Es la segunda ocasión que voy a tan importante lugar, no sólo por su historia del siglo XIX y parte de principios del siglo XX, sino porque es una zona arqueológica de primer nivel en el arte rupestre de Coahuila y de México.

El compañero José Flores Ventura y el que ésto escribe fuimos a la Mesa. El cronista del municipio y mejor amigo, don Pedro Tijerina Ortegón, ya nos estaba esperando con el desayuno en el único restaurante del pueblo. También el guía Manuel Roque Cázares, muy puntual, acompañado de un envase con agua y lonche.

A la hora de partir hacia la Mesa de Catujanos don Pedro pidió que subiéramos una hielera en la cual nos puso hielo, cerveza y envases con agua. Recordemos que en la canícula el calor sube a más de 40 grados.

Llegamos al pie de la empinada cuesta, y empezamos a subir, pero al poco andar se oyeron cencerros que nos indicaban el encuentro con los bu- rros que nos facilitarían el ascenso más descansado y más rápido. El guía, Ventura y yo trepamos y en los otros animales cargamos las mochilas, cámaras, el agua y algo para comer. Ya arriba nos encaminamos a la hacienda y gracias a la amistad del guía con el encargado del rancho nos facilitó una cuatrimoto que nos ahorró un buen tiempo. Es importante comentar que la moto pasa por una pista siempre muy bien cuidada para el aterrizaje de los aviones de los dueños que periódicamente hacen el viaje desde Monterrey a descansar y a ver la marcha de tan importante hacienda.

Se dejó la moto, cargamos las mochilas, pasamos una cerca y caminamos por el acantilado, hasta llegar a una borrosa señal, que sirve para bajar al frentón con las pinturas.

El abrigo rocoso es grande, pasa de 70 metros de frente y en 6 a 8 metros de fondo y la altura varía desde unos centímetros hasta 5 metros.

En este frentón podemos observar unos tableros policromos de figuras geométricas, dibujos abstractos, motivos naturistas y figuras astronómicas, cuentas a base de puntos o rayas cortas y vandalismo.

Con la ayuda del guía contamos una serie de pequeñas rayas verticales las cuales sumaron 587, seguramente una cuenta relacionada con calendarios lunares.

Al llegar a este lejano sitio nos extrañó ver un esqueleto de un borrego cimarrón. Los cazadores furtivos o con permiso sólo les interesa el trofeo, es decir la cabeza, lo demás lo tiran, es desperdicio para ellos. En las laderas se pudieron observar unos 30 borregos cimarrones que por lo retirado no se les pudo retratar.

Ya en el sitio y sabiendo que nos llevaríamos tiempo en el registro fotográfico, video y dibujos, nos pusimos cómodos y procedimos de izquierda a derecha como marcan los cánones científicos.

Como ha habido derrumbes, algunas pinturas están ocultas o de plano imposibles de ver. Para esto hay que hacer malabares para sacar provecho de tan importantes pinturas, como meterse en algunos huecos o entrar de espaldas a tan incómodos lugares. En el caso de las pinturas en las paredes allí no hay dificultad, pues se aprovecha la luz ambiental o como hace el compañero Ventura al usar un reflector para dirigir la luz a las pinturas que se encuentran apartadas, y donde se requiere de este apoyo.

La vocación de estos sitios es eminentemente chamánico pues las pinturas así nos lo demuestran. En la próxima colaboración hablaremos de los motivos allí pintados, describiendo, si no todos, cuando menos los más representativos.



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