Las verdades

Arcelia Ayup Silveti.

Es difícil imaginar todas las aristas que pueden guardar una idea, una sola idea. La semana pasada, en una de las materias de mi maestría, un maestro escribió un concepto sobre el cual debíamos de interpretar y traslaparlo a un texto de Walter Benjamin. Leí la idea una y cien veces sin lograr entenderla del todo. Durante la clase, nos pidió exponer nuestras propias ideas, mientras leía lo que mis compañeros entendieron, me sorprendí porque no se acercaba en nada a lo poco que yo había interpretado.

Volví a leer la idea inicial y las de mis compañeros sin saber cómo habían llegado a esa interpretación, casi todas eran diferentes. Esperé todo el tiempo la contradicción del maestro, la cual nunca llegó. Asintió cada una de las opiniones, por muy lejanas que me hubieran parecido al concepto original. Lo anterior me remitió a pensar en la sentencia que “cada quien tiene su verdad”.

Me ha pasado lo mismo con algunas personas. Es decir, en un grupo de amigas, con base en una misma experiencia, cada quien tomamos lecturas diametralmente opuestas. Eso me remitió al texto de Benjamin sobre carácter y destino. El primero se forma de acuerdo a nuestras experiencias, información, genética y temple. El destino es externo a las leyes de la naturaleza, es azaroso y se forja con cada acción que realicemos.

El carácter pues, es determinante en nuestro actuar diario y es el apoyo para tomar decisiones y opiniones sobre determinados conceptos o situaciones. Si el tema a tratar -por ejemplo- es el divorcio de una amiga, la divorciada y la soltera opinarán que deje al marido, mientras la que lleva un matrimonio sólido la conminará a repensarlo, y a conservar su relación. Cada una emite sus juicios de manera sincera, con la intención de ayudar a su amiga, brindar un consejo y solucionar el problema. Pero, al hacerlo es inevitable despojarse de su carácter, de sus propias experiencias y de lo que a cada quien le ha dado buenos resultados. Nuestra visión y sentimientos se basan también en el carácter. Sin lugar a dudas, todos tenemos nuestras verdades.

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