El éxodo sirio: la crisis humanitaria
más grande del siglo
Carlos Alfredo Dávila Aguilar.
Hace apenas cinco años, Siria era un país estable, con una vida pública y social pacífica en términos generales. El encarnizado y caótico conflicto armado que hoy vive el país no es el remanente histórico de viejos antagonismos sociales o étnicos, sino el resultado terrible de la política intervencionista de los países de la OTAN, encabezados por Estados Unidos, y seguidos entusiastamente por el Reino Unido, Francia, España, Italia y otros.
Después de invadir militarmente a Libia y derrocar por la fuerza al gobierno de Mohamar al Gadafi en 2011, y ya entrados en calor por el “éxito” conseguido en Libia, el club de la OTAN puso sus miras en el régimen de Bashar Al Assad en Siria. Su ubicación en el Medio Oriente, sus recursos naturales, y su cercanía política con Rusia e Irán, hacen de Siria un país estratégico para la geopolítica internacional contemporánea.
La metodología fue a grandes rasgos la misma: denunciar los abusos autoritarios y crímenes de Estado del régimen en contra de su población (mismos que no se denuncian en el caso de países alineados, como México), y financiar con dinero y armamento a los “combatientes rebeldes”, es decir, grupos paramilitares. Sin embargo, el régimen Sirio aguantó las primeras embestidas de la coalición internacional en su contra, y con el tiempo, estos grupos se han salido de control.
El surgimiento del llamado “Estado Islámico” en el interior de Siria y las fronteras con Iraq y Turquía responde, en grandes rasgos, a esta estrategia, y al complejo panorama político del Medio Oriente.
Hoy, 4 años más tarde, Siria es un país en llamas, y la crisis ha rebasado por mucho cualquier parámetro previsto. Al día de hoy, se cuenta más de 4 millones de refugiados salidos del país desde 2011. Cuatro millones de personas, de un país cuya población en 2012 era de 22 millones. Tan sólo en este año, se prevé que el grado de decrecimiento de la población ronde el 9.5%.
La mayoría intenta cruzar a las fronteras de países vecinos como Líbano, y los Emiratos Árabes Unidos, pero otra gran parte está emprendiendo un verdadero éxodo en oleadas inmensas, hacia Europa. Las imágenes son dramáticas, hormigueros inmensos de seres humanos abarrotándose en las estaciones de tren para lograr subir a los vagones, personas luchando por meter a sus hijos en barcos y lanchas sin perderlos entre la multitud y hostigamiento de las policías de los países de tránsito.
La gran mayoría llega a los países balcánicos después de haber cruzado el mediterráneo en condiciones deplorables, para intentar llegar a países como Alemania, Austria, el Reino Unido y Hungría, cuyos sistemas de control migratorio están puestos en jaque. Algunos no llegan ni siquiera a atravesar el mar, incluidos niños, como se evidenció por la tristemente célebre imagen del cadáver de un niño en la costa turca que circuló por todo tipo de medios de comunicación en los últimos días.
Pero las oleadas de personas no paran. Millares de personas emprenden el viaje todos los días hacia los países de la Unión Europea, y la gravedad de la situación ha llevado a un debate entre los países miembros de la Unión Europea sobre la adopción de cuotas equitativas para repartir el número de refugiados entre todos los países de la unión.
El desenlace final de esta crisis está aún por verse, por lo pronto queda un país desgarrado por la intervención injusta y torpe de las potencias de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), miles de personas que han tenido que dejarlo todo para viajar distancias enormes en busca de un futuro incierto, familias separadas, y miles de muertos en el camino.
|