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el periodico de saltillo
Septiembre 2015
Edición No. 319


Mis sexenios (88)

José Guadalupe Robledo Guerrero.

Tercera y última etapa
del sexenio enriquista

Poco antes de que se eligiera al candidato priista para la gubernatura de Coahuila, en los círculos políticos del Estado se hablaba sobre la evidente situación de que al gobernador Enrique Martínez las cosas de la sucesión no le habían salido como era su proyecto, el que fundamentalmente se basaba en lo siguiente: 1.- Escoger a su sucesor sin ninguna interferencia, pues no había Presidente de la República priista. 2.- Imponerle el gabinete, los alcaldes, diputados, rectores y demás funcionarios de primer nivel. 3.- Proveerle de planes y programas de gobierno. 4.- Darle instrucciones para que le cuidara las espaldas. 5.- Conseguir impunidad para sus amigos ladrones que se sirvieron con la cuchara grande durante su sexenio.

En pocas palabras, Enrique Martínez quería seguir gobernando transexenalmente, algo que está demostrado, es demasiado peligroso en nuestro sistema político, sobre todo para quien intenta hacerlo, porque una vez teniendo el poder, los otrora lacayos y cortesanos ya no obedecen y denigran al que se fue.

Esta situación no prevista en los planes de salida del gobernador, provocó que Enrique Martínez ya no quisiera hablar con los medios de la política estatal, y que en las pocas apariciones con la prensa se mostrara irascible con las “impertinentes” preguntas de los reporteros, y que sus únicas declaraciones eran para deslindarse del desmadre político que traía Humberto Moreira y de las acusaciones de favoritismo que le endilgó Jesús María Ramón, y que todos veían.

Lo cierto era que Enrique Martínez le permitió a Humberto Moreira que hiciera lo que quisiera sin marcos de referencia, reglas, códigos ni acotaciones. Por eso algunos sectores empresariales y el resto de los precandidatos priistas pusieron el acento en el evidente favoritismo de Martínez y Martínez hacia el cuestionado alcalde saltillense. Debido a ello, la crítica en las catacumbas subió la mira hasta enfocarla al inquilino del Palacio de Gobierno.

También es verdad que con todas las baterías en contra, durante su precampaña Humberto Moreira desafió, chantajeó y sometió a sus intereses a su protector y benefactor: Enrique Martínez. Humberto obsesionado con la gubernatura ya no escuchaba razones ni obedecía al gobernador, tampoco estaba dispuesto a frenar las ilegalidades, el despilfarro y la corrupción, y se empeñó en la confrontación. En sus planes no descartaba la violencia “si me quieren quitar la candidatura del PRI”. Humberto estaba seguro, según decían sus panegiristas, que ganaría las elecciones como candidato por el PRI o por cualquier otro partido. Y allí estaba el PRD de la inefable Mary Telma Gujardo Villarreal listo para alquilarle la franquicia del negocio perredista.

Semanas antes de aquellos tormentosos días, repentinamente renunció como Regidor del ayuntamiento saltillense, Carlos Flores Viscaíno (yerno de Isidro López del Bosque). En ese momento nadie le dio interés al asunto, pero cuando salieron a la luz pública los despilfarros y manoteos de los humbertistas, se conocieron los motivos de tal renuncia.

Se dijo que el gobernador Martínez quería dejar como sustituto de Humberto Moreira en la alcaldía a Flores Viscaíno, con el supuesto fin de que enfrentara el vendaval que se originaron cuando se conocieron los desvíos presupuestales y la corrupción de Humberto y los humbertistas. Finalmente, ¿quién se atrevería a cuestionar, a hacerle cargos o a enlodar al pariente político del cacique empresarial.

Pero como el diablo más sabe por viejo que por diablo, el suegro llamó a su yerno y le dijo que renunciara a su cargo, que no expusiera a su familia aceptando quedarse al frente del lodazal humbertista. Y así lo hizo.

Pero lo más grave de todo es lo que sugirió un vocero de la iniciativa local, y después otros más, cuando externó su preocupación de que en los grandes recursos que se estaban gastando en las campañas políticas, principalmente en la humbertista, “podía estar metido el dinero del narcotráfico”...

Por esos días, a principios de junio de 2005, para conocer su versión sobre los hechos, entrevisté a Raúl Sifuentes Guerrero, días después que renunció como secretario de Gobierno para convertirse en uno más de los precandidatos priistas para la gubernatura coahuilense, aún cuando había quienes insistían en que el “candado” priista (haber tenido un puesto de elección popular) le impediría a Raúl conseguir la candidatura gubernamental del PRI.

En aquella entrevista, Raúl Sifuentes dio respuesta a mis preguntas en tono evasivo, ya como precandidato nunca declaró nada que lo confrontara con ninguno de sus adversarios, ni con su principal enemigo: Humberto Moreira.

Cuando le pregunté si eran seis los precandidatos al gobierno de Coahuila, Raúl Sifuentes insistió que no eran seis “Porque algunos quieren generarse una alianza, y participan con la intención de evitar que otros avancen en ciertos sectores. Hay algunos que están participando para negociar otra cosa. Hay gente que son comparsas”.

Acerca de las encuestas que ponían a Humberto como puntero, dijo:”Hay encuestas que son panfletarias, que sirven como instrumento de propaganda y que no reflejan el escenario preciso”.

Sobre las acusaciones de despilfarro, corrupción e ilegalidades que se la hacían a Humberto Moreira, atinó a decir: “He escuchado todas esas especies, incluso más. He escuchado comentarios acompañados aparentemente de evidencias; sin embargo creo que para eso están los tribunales y las instancias adecuadas, para que resuelvan lo que en derecho proceda”.

Tocante al incumplimiento de Humberto Moreira de separarse de su cargo de alcalde antes del 31 de mayo de 2005, señaló: “El delegado de mi partido (entonces el PRI) acordó que con la separación de los cargos antes que terminara mayo, mandáramos un mensaje a la población que evitara toda sospecha de que se están utilizando (en las campañas) recursos públicos”.

“Se me ocurren muchos motivos por los que Humberto Moreira no quiera separarse del cargo, pero estoy de acuerdo con el motivo que el imaginario colectivo le atribuye como causa, y es el de mantenerse vinculado a un esquema de propaganda y difusión muy amplia a partir de la Presidencia Municipal”

En referencia a que Jesús María Ramón, había señalado que los favoritos del gobernador Martínez y Martínez eran Humberto Moreira y Javier Guerrero, contundentemente Raúl Sifuentes lo negó: “Eso no es cierto, pero me queda claro que algunos aspirantes no tienen más recursos que decir que ellos son los favoritos del gobernador, que son los candidatos del gobernador, porque si pierden esta característica nada tienen que hacer en la competencia electoral. Por eso presumo que hay comparsas”.

Acerca del “candado” que le impedía participar, Raúl dijo: “Esto que se dice es otra herramienta publicitaria que sirve para lo mismo que las encuestas. El ‘candado’ les sirve para debilitar la base de apoyo entre mis amigos, para que mis afines empiecen a dudar y a mudar a otros proyectos, pero no lo han logrado, porque el artículo 15 de la Ley Electoral dice que los partidos sólo pueden solicitar como requisitos adicionales a los establecidos en esta ley, para que un ciudadano pueda ser postulado como candidato: Los que se refieren a cantidades y apoyo de los dirigentes para registrarse, y años de militancia”.

Sin embargo, Raúl fue claro al señalar: “Es evidente que tengo una mayor cercanía y afinidad con Alejandro Gutiérrez y con Jesús María Ramón, pero también tengo una extraodinaria relación con Miguel Arizpe. Debo reconocer que la relación política con Javier Guerrero y Humberto Moreira es más distante que la que tengo con los otros”...

Por aquellos confusos días, un amigo chilango muy enterado de las grillas palaciegas, me comentó que en una reciente entrevista entre Enrique Martínez y Roberto Madrazo, éste le preguntó al gobernador qué le había hecho Alejandro Gutiérrez para que no lo apoyara en su aspiración. Martínez argumentó que no era él quien no lo quería apoyar, sino las encuestas, pues Alejandro había desatendido la actividad política en el Estado, por eso andaba abajo en las encuestas. Ante tal argumento, Madrazo le recordó: “Pero si delante de mí tú mismo le dijiste a Alejandro que no se apareciera tanto en Coahuila, que no hiciera campaña, que se mantuviera quieto e institucional”.

De ésto y más me dí cuenta, porque desde antes que comenzara el proceso de precampaña de los aspirantes a gobernador, yo me reunía cuando menos una vez por semana con Alejandro Gutiérrez, entonces Senador de la República.

Seis años antes, Alejandro había declinado su precandidatura en favor de Enrique Martínez y Martínez y lo apoyó con sus “activos políticos” para que éste fuera el candidato, y al parecer hubo un acuerdo no escrito de que en las siguientes elecciones gubernamentales, Enrique Martínez, que sería el gobernador, apoyaría a Alejandro Gutiérrez para que él fuera su sucesor.

Durante la precampaña, cada vez que me reunía con Alejandro Gutiérrez, yo le hacía dos preguntas a Alejandro: ¿Viste al gobernador? ¿Quién los acompañaba en sus entrevistas? Según sus respuestas, generalmente se veían en la casa o en el rancho de Enrique Martínez, montaban a caballo, tomaban unos tragos o comían.

Recuerdo que del que más se hacía acompañar el gobernador cuando se veía con Alejandro era de José María Fraustro Siller, según Alejandro porque Chema simpatizaba con él, y desde luego tendría un cargo importante si lograba la gubernatura de Coahuila. Sólo faltaba la decisión de Enrique Martínez.

Un buen día, poco antes de la elección del candidato priista, Alejandro me confió que había visto a EMM, pero que Chema Fraustro ya no los había acompañado en las últimas entrevistas. En ese momento le dije a Alejandro sin temor a equivocarme: Entonces tú no vas a ser el candidato, si lo fueras a ser o tuvieras alguna posibilidad de serlo, Chema no faltaría a ninguna entrevista aunque estuviera moribundo. Muy poco convencido me preguntó: ¿Entonces por quién crees que se inclinará Enrique? Por su favorito, le contesté, por Humberto Moreira.

Siempre estuvo claro que Humberto Moreira era el favorito, el delfín de Martínez y Martínez. EMM fue el que lo encumbró en su sexenio: Lo hizo secretario de Educación Pública, luego lo convirtió en Presidente Municipal de Saltillo y finalmente lo premió con la gubernatura de Coahuila.

Si Enrique Martínez no hubiera permitido el saqueo humbertista de los recursos públicos, tanto de la SEP como de la alcaldía saltillense, y hubiera optado por otro candidato, Humberto Moreira no hubiera sido gobernador, aunque se hubiera postulado por el PRD u otro de esos simuladores partidos, porque en nuestro sistema político las elecciones se gana con votos comprados, y Humberto no tenía una riqueza personal.

Enrique Martínez dejó que Humberto Moreira hiciera lo que quisiera. Seguramente porque EMM creía que con Humberto en la gubernatura, él seguiría gobernando Coahuila. Por eso siempre me he preguntado: “Por qué se queja y hace berrinches Enrique Martínez, si él fue el principal y único responsable (o irresponsable) de lo que ahora critica?

A qué se debió tanta tanta tolerancia y generosidad enriquista para con Humberto, ¿A negocios? ¿A acuerdos? ¿A afinidades? Nadie atina a explicarselo, aunque circularon muchos rumores en el mundillo político y periodístico.

Pero desde que se convirtió en el candidato priista, Humberto Moreira desconoció a su benefactor, mecenas y protector. Lo negó más de tres veces, antes y después de que cantara el gallo. Negó que había recibido algún apoyo o ayuda de Enrique Martínez. Aseguraba que lo que había logrado había sido por su propio esfuerzo. Humberto hasta dio otra versión sobre la historia política coahuilense, según él, Enrique Martínez había sido gobernador gracias al apoyo que le dio la estructura humbertista, que se hizo y mantuvo con dinero público.

Todo ésto y más circuló en a lo largo y ancho de Coahuila. Los oportunista políticos, los buscachambas, los traidores de siempre y los humbertistas dieron a conocer una visión que no se conocía ni se había dicho antes, pero fue la que privó durante todo el sexenio humbertista.

El pretexto para el rompimiento fue que Enrique Martínez se había robado 600 millones de pesos que estaban destinados para la campaña del candidato priista. Eso lo dijo el propio Humberto a tres periodistas que lo saludaron saliendo de RCG, a donde, según Humberto: “Por eso vine con don Roberto para pedirle que me fiara la publicidad de mi campaña”. La cual luego pagaría con dinero del presupuesto coahuilense.

Ese fue el inicio del pleito entre EMM y HMV, que hasta la fecha subsiste. Lo curioso del caso fue que mientras estos dos políticos se peleaban verbalmente, cada uno repitiendo diatribas contra el otro en sus discretos círculos de amigos y empleados, desde su campaña Humberto Moreira adoptó, consintió y les dio chambas importantes en su gobierno a algunos enriquistas de hueso colorado, entre ellos: su hijo Enrique Martínez y Morales, su sobrino Luis Gerardo García Martínez, Horacio del Bosque Dávila, Francisco Niebla Vargas, entre otros, quienes demostraron una total abyección ante Humberto Moreira.

Pero ya nos adelantamos un poco, para mediados de junio de 2005, Humberto Moreira aun no era candidato, pero poco faltaba...

(Continuará).
Tercera y última etapa del sexenio enriquista...

 

 
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