Peña Nieto y los
precandidatos coahuilenses
Jorge Arturo Estrada García.
Pasar de candidato exitoso a gobernante fallido, es cuestión de tiempo. A veces de muy poco. En muy raras ocasiones, eso no pasa en toda la gestión. Pero, en la política mexicana es cada vez más frecuente padecer malos gobernantes. Tan malos que incluso resultan tóxicos para los ciudadanos. Y que son ampliamente reprobados.
Es cierto que la alternancia no es garantía de mejores funcionarios públicos. Sin embargo, es cuando menos un aliciente para presentarse a votar el día de las elecciones. Y para castigar a los partidos gobernantes. Presentarse ante las urnas, con la esperanza renovada de que nuestra decisión sea acertada y entremos a una buena época para nuestras familias y para el país. Los políticos juegan a alejarnos de las urnas y despacharse con la cuchara grande.
La política es un juego muy cerrado. Este juego se da entre los grupos del poder y sus personeros. La debilidad del sistema político mexicano ha permitido que muchos personajes advenedizos se empoderen y se enriquezcan. Los ciudadanos han perdido los escasos espacios que llegaron a tener a través de instituciones como el antiguo IFE, los Derechos Humanos y algunos institutos estatales de transparencia y electorales.
En México la etapa de la transición trajo una Era de los Virreyes en la que los excesos abundaron. Se registran casos de desaparición de cualquier contrapeso político o social. Lo que conduce inevitablemente a abusos. Ahora se implementan leyes anti Virreyes.
La historia contemporánea nos muestra entidades y municipios endeudados por décadas; presupuestos que son acaparados por enormes nóminas y aparatos electorales; escasez de obra pública, nulos planes y proyectos estratégicos que detonen el progreso, las oportunidades, el estado de bienestar y la calidad de vida. A nuestros dirigentes todo se les va en modificar leyes y tratar de ganar elecciones.
Al completar tres años de gestión, el presidente Enrique Peña Nieto ha llegado al punto máximo de poderío. El resto del trayecto será descenso dicen los analistas. Vendrán mayores pruebas para su fortaleza, diversos grupos y actores intentarán ganarle algunas partidas.
Peña deberá preparar e impulsar su propia sucesión, simultáneamente una decena de gobernadores hará lo mismo.
Con los cambios en su gabinete, días antes de su Tercer Informe de gobierno, el presidente dio arranque a la sucesión presidencial. Precisamente cuando debería llegar más fortalecido, Peña reporta sus peores números en las encuestas. Está por los suelos.
Su equipo ha resultado poco diestro para atender las crisis. Y el presidente ha sido poco sensible para medir el impacto de los errores.
Se le percibe arrinconado. Se deshizo de la vieja guardia. No eran sus más cercanos pero su experiencia ofrecía posibilidades de respuestas menos arrebatadas. Eso ya se perdió. Emilio Chuayffet, Jesús Murillo Karam y Enrique Martínez y Martínez son personajes del siglo pasado, pero también son amplios conocedores de los resortes de la vida política. Conocimientos de los que carece el círculo íntimo de Peña.
Tras una llegada triunfal, un arranque arrasador, una oposición desconcertada y un primer año de éxitos, su equipo se sintió en las nubes. Los más cercanos se llenaron de soberbia. El poder de Los Pinos es enorme, cualquiera se trastorna. Se pensaron vivir en el Olimpo, inalcanzables por los simples mortales. Están pagando las consecuencias y propiciando el declive prematuro de su jefe el presidente. La soberbia los cegó.
Los gobernadores están contentos con el debilitamiento del presidente. Y los gobernadores priístas están mucho más contentos. Enrique Peña es el único que puede interferir con sus planes locales de sucesión y sus aspiraciones de consolidar cacicazgos regionales.
Ellos saben que con un presidente de la república, de su partido, débil tendrán márgenes de maniobra y de negociaciones más amplios. Para las sucesiones estatales y para la presidencial del 2018.
El siglo 21 trae nuevas condiciones. Hay más ruidos externos y cabos sueltos. El control se vuelve más volátil. La información circula vertiginosamente. Los ánimos se exacerban y los juicios de la opinión pública se vuelven lapidarios. Se requiere aprender rápido y sobre la marcha. Los escenarios cambian y son inéditos.
La actual clase gobernante no ha aprendido a gobernar entre el debate, la crítica y el disenso. En la era de las comunicaciones, con el país polarizado, ciudadanos contra gobernantes y divididos en tres grandes corrientes es indispensable comprenderlo pronto.
Cotidianamente, los gobernantes de todos los partidos salen reprobados en las encuestas. Les falta eficacia: eficacia para gobernar y eficacia para comunicar. No es cuestión de miles de millones, es asunto de hacer bien las cosas y exponerlo correctamente.
Peña tendrá problemas para fortalecerse. Su ventaja es que los grupos políticos estatales también enfrentan problemas similares. Parte esencial de la ecuación será que tenga fuerza para imponerse a los gobernadores, primero en las procesos sucesorios locales. Y finalmente, en la sucesión presidencial. Su propia sucesión.
Se vislumbran tres escenarios: a) el gobernador elige, b) el presidente designa, c) el presidente y el gobernador eligen a un candidato consensuado.
Entonces, en el momento de estira y afloja, el desgaste presidencial y la fuerza del gobernador serán factores decisivos.
En Coahuila la sucesión ya inició, aunque el único que lo niegue sea Miguel Ángel Riquelme. El más activo funcionario en campaña pero que se ha negado a quitarse la capucha. Los enterados dicen que la señal ya fue bajada a las bases priístas en todo el estado. La maquinaria está siendo afinada: “será Riquelme”.
Las percepciones cuentan: la salida de Enrique Martínez del gabinete presidencial es presentada como debilitamiento de su grupo. Lo que impacta sobre los aspirantes priístas ajenos al grupo en el poder: Javier Guerrero, Jericó Abramo y Enrique junior quien aspira a la alcaldía. En contraste, Miguel Ángel Riquelme se mueve a sus anchas, retratado con amplias sonrisas ganadoras.
Sin embargo, los nubarrones de tormenta no se han dispersado. Durante los próximos dos años las figuras priístas serán sometidas a estruendosos vendavales. Seguirán los escándalos de Ayozinapa, las casas blancas, la pobreza, la pésima educación, las devaluaciones, las crisis, la escasez de obras, los presupuestos raquíticos y los recortes y despidos, también se juntarán con juicios y sentencias en los Estados Unidos contra Javier Villarreal y Rolando González, más los procesos que podrían ampliarse contra los ex gobernadores Humberto Moreira y Jorge Torres, el clima político se trastocará. Las opiniones se politizarán. Las posiciones se debilitarán.
Por sus obras los conoceréis, todos son funcionarios y ex funcionarios; mucho de ellos son ex alcaldes. Han sido alcaldes: Javier Guerrero, Miguel Ángel Riquelme, Isidro López, Jericó Abramo, Guillermo Anaya, José Ángel Pérez y Lenin Pérez. Noé Garza y Armando Guadiana fueron diputados, pero no alcaldes.
Noé Garza nunca destacó en sus cargos públicos, y el suyo parece más un movimiento artificial que un proyecto genuino. Es interpretado como una maniobra de distracción. Él no tiene reputación de Bronco, ni de independiente, ni tiene liderazgos amplios.
Armando Guadiana hace movimientos erráticos. No termina por concentrar esfuerzos en estrategias que le rindan conocimiento y adhesiones. Su paso por los cargos públicos lo puso en posición de hacer negocios.
Jericó Abramo no ha sacado la cabeza, está jugando cauto. Trata de no pelearse con el gobernador Rubén Moreira, pero busca la cercanía con Enrique Martínez y la protección de Alejandro Gutiérrez. También trata de congraciarse con Humberto Moreira.
Javier Guerrero, al fin aceptó que aspira a ser candidato, las circunstancias son dinámicas. Pero le falta dinamismo a sus estrategias. Y sólo quienes están mejor preparados para aprovechar- las en su favor irán progresando. Conserva sus buenos contactos en el centro.
Miguel Ángel Riquelme no es bien calificado por los torreonenses, su gestión no ha convencido.
Por los panistas, el panorama es más negro. Su partido está pulverizado y fue aplastado en las elecciones recientes:
Guillermo Anaya parece empeñado en ser candidato otra vez y lo que está logrando es destruir su partido en Coahuila. José Ángel Pérez no se decide a tomar el liderazgo de las facciones enfrentadas con Memo y asumir el control del partido, antes de que sea demasiado tarde. José Ángel, entonces sí sería visto como un potencial aspirante a la candidatura albiazul.
Isidro López hace todo lo posible para fracasar como alcalde. Es flojo, poco preparado, y soberbio. Él se rodeó de amigos y familiares ineptos; y recomendados con pasados oscuros. Está encapsulado y no ha aprendido a ver la realidad. Siempre vivió en una nube y ahora los aduladores lo encapsularon. Desde los incapaces como Juan Pablo Valdés hasta los nefastos como Jorge Salcido Urroz, le causan daños enormes a la imagen del alcalde.
Ernesto Saro, es considerado en algunas listas. Pero él está más inmerso en negocitos con los ayuntamientos panistas y el PAN; y ayudar a sus colaboradores cercanos a ganar billetes en las nóminas y con caras e inútiles asesorías. Ha perdido mucha estatura moral, con sus actitudes y con la derrota ante el Richy.
Los calefactos saben que al salir a campo abierto se convertirán en blancos políticos. Sin embargo, si salen en montón el fuego tendrá que dividirse. Seguramente, el fuego amigo y enemigo se irá concentrando en los más fuertes. Ya lo veremos.
Para septiembre del próximo año, las percepciones estarán casi maduras. Los aspirantes serán evaluados. Las encuestas desnudarán las posibilidades y deficiencias. Estos datos evidenciarán la viabilidad de algunos proyectos. Surgirán los “Naturales”, los mejor posicionados.
Las guerras sucias se intensificarán y en diciembre se hará un corte drástico, en todos los frentes. Los que crecieron y no tienen demasiados negativos entrarían a las internas de los partidos. Será la fórmula de conocimiento, aprobación y rechazo la que fortalezca las negociaciones para obtener candidaturas de todos los tamaños.
También, en ese momento comenzarán a darse las alianzas entre los partidos o entre los grupos. Ya se conocerán sus alcances y posibilidades si van solos.
Para entonces. El independiente, deberá estar por lo menos en la segunda posición, en claro ascenso, y con los negativos en niveles bajos. Si no lo logra, sólo será comparsa, el PRI está muy fuerte en Coahuila.
Como siempre, las alianzas y traiciones serán factores relevantes en los resultados electorales. Las recetas son los climas de miedo y alejar a los ciudadanos de la vida política y de las urnas.
Pero primero, hay que hacer más trabajo de campo. En el PRI, el natural llevará mano, el más fuerte. El presidente y el gobernador intentaran imponer a sus gallos pero, dependiendo de las circunstancias, habría negociación.
En 2017, las acusaciones de corrupción surcarán el aire y encontrarán campo fértil en la desconfianza ciudadana. Para los partidos, es indispensable legitimar a sus candidatos. De otra forma, podría reproducirse el caso de Nuevo León: Un Bronco irrumpiendo en los apáticos procesos electorales de Coahuila.
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